El pasado 4 de marzo la Embajada de Alemania presentó un superlativo concierto en el Teatro Dick Smith, dentro del Festival Internacional de Jazz 2009, organizado por el Instituto Guatemalteco Americano. El trío está integrado por el pianista Carsten Daerr, Oliver Potratz en el contrabajo y Eric Schaefer en la batería. Alguna vez el contrabajista Milt Hinton dijo: «Uno tiene que haber vivido ya para poder tocar gran jazz…» y junto al trío acústico de Carsten Daerr podemos hallar el significado de esta frase, porque notamos su experiencia musical extensa, completa y exacta. Son maestros en la disonancia, es decir en la sonoridad de la naturaleza, universal. Los músicos trabajan al unísono como un sistema viviente de gran energía, con carácter, atrevimiento y fuerza, creando una atmósfera sanguínea, tremenda, orgánica y por sobre todo contrastante, porque así es su vida y la nuestra: contorsión, dinámica, divergente, convergente, hebra de tensión en la constante tiempo. Para ellos «la música es tan antigua como moderna». En Carsten Daerr Trio los artistas crean sus improvisaciones alrededor del ritmo y retozan con la cadencia: la adelantan o la atrasan al estilo de George Gershwin o Marcus Roberts. En las piezas «Manila» y «Singapur», por ejemplo, demostraron creaciones instantáneas perfectas. Carsten, Oliver y Eric me han recordado que la improvisación en la música simboliza libertad e identidad, no sólo para los músicos sino también para las personas en general. Del contrabajista Oliver Potratz surgen notas elásticas que combinan perfectamente con la continuidad musical del piano y la batería; su amplia imaginación se manifiesta en la forma como ejecuta el contrabajo transmitiendo al auditorio el sentir de su espíritu y su esencia, especialmente en la pieza dedicada a una centenaria tortuga de mar que observó en Puerto Vallarta. Este quelonio retorna cada año a la playa donde nació, mucho antes de que las personas se apoderaran del área, erigiendo enormes hoteles. En la batería, Eric Schaefer es grandioso, posee el estilo explosivo del guatemalteco Fernando Martín. Su ejecución es completamente coherente, portentosa y coordinada: su mente se traslada al mundo de los sonidos, creando el estruendo y el retumbo, erguimiento y poderío, como apenas sensación. «Insomniac wonderworld» es el título del último CD de Carsten Daerr Trio, cuya música nos transporta al mundo de la vigilia, la cual va hilvanando con hebras invisibles al consciente, en pequeños círculos concéntricos y excéntricos, dibujando espirales en la oscuridad del subconsciente. Recuerdo así los siguientes versos de Heinrich Heine «El aire es frío, anochece/ se oye del Rhin el rumor/ brilla la cima del monte/ con dorada irradiación.» En la suite «Insomniac wonderworld» de este magnífico trío, encontramos una serie de piezas musicales que nos revelan sus impresiones de viaje, con un mensaje esencial que traducido a palabras me expresa ciudades contrastantes, entremezcladas, sin día ni noche, sin tiempo, maquilladas de megawatts y sin estrellas. Pero observando más allá de las inmensas ciudades, vislumbramos que existe aún lo que llamamos biosfera, hábitat, ¡vida! El trabajo musical de estos tres músicos, con un estilo impar, significa alerta roja, protesta constante ante el ahogo de la naturaleza, ante un planeta en crisis: un llamado de atención a los seres humanos, hacia una comunión entre espíritu, materia y tiempo. Esta suite me ha inspirado el siguiente poema: «Y veo las horas/ a cada minuto/ en todo momento/ y turba la mente/ pensar en el tiempo/ cual guarda en segundos/ la vida en tormento./ Y veo las horas/ a cada minuto/ y veo el minuto/ a cada segundo/ y veo lo eterno/ verter de este tiempo/ en cíclico mundo./ Y veo las horas/ perderse en silencio/ su paso constante/ avanza y avanza/ a ciegos abismos/ o firmes celajes.»