Fernando Ramos
El responsable de hacer que una película funcione es el director; de esa cuenta es posible identificar si es buena o mala solo con ver el nombre del realizador. Algunos son consistentes, otros son desiguales, pero quien logra una buena cinta, con seguridad volverá a hacerlo, aunque pasen años.
Muchos directores se curten en el teatro, hacen oficio dirigiendo actores, ganan aplomo; es posible que esta sea la mejor vía, o una de las mejores, tanto para actores como directores, para saltar al cine; un par de ejemplos: Sam Mendes y Stephen Daldry. El primero debutó con pie firme, en 1999, con «American beauty», sus posteriores producciones no han tenido la misma fuerza, pero están arriba del promedio.
Stephen Daldry, director británico, nacido en 1961, es otro egresado del teatro. Irrumpió en la escena mundial con «Billy Elliot», film que aborda el tema del homosexualismo y la lucha de clases. A pesar de ser su «opera prima», se trata de un trabajo de madurez, en donde se manifiesta la visión del autor, al tiempo que da muestra de gran sensibilidad para abordar temas escabrosos. El resultado final es una conmovedora puesta en escena de la condición humana, que además deja en evidencia los prejuicios, no solo de los protagonistas, pues los espectadores también se ven reflejados.
En 2001 Daldry vuelve a exhibir su gran talento, al llevar a la pantalla la novela de Michael Cunningham, «Las horas», brillante ejercicio fílmico, en donde el británico sigue explorando la condición humana; esta vez trata el tema del homosexualismo femenino y el suicidio. El «leit motiv» es la novela de Virginia Woolf: «La señora Dalloway». El logro artístico de la cinta se acentúa por medio del magistral montaje; pues se alternan, en distintas épocas, la vida de tres mujeres movidas por las mismas obsesiones. Daldry bucea profundo y abre heridas.
Su tercera película lo confirma como uno de los mejores directores de la actualidad. «El lector», trata el tema del deseo, o el amor, que una mujer madura llega a experimentar por un adolescente y viceversa. Como en sus anteriores entregas, la trama se ubica en un contexto social convulso, que sirve de apoyo para desarrollar las historias y temas paralelos. Los personajes se perciben humanos, bien construidos; el planteamiento de los hechos es inteligente y el ritmo bien llevado, cuando necesita acelerar lo hace, y cuando es requerido va lento.
El oficio de Stephen Daldry es evidente, sus tres producciones, trivialidades aparte, han sido nominadas al Oscar por mejor película y él ha recibido igual cantidad de nominaciones por mejor director. Su habilidad para dirigir actores, y extraer lo mejor de ellos, algo ganado del teatro, ha quedado manifiesta; dos de sus protagonistas han ganado el premio de la academia por mejor actuación: Nicole Kidman («Las horas») y Kate Winslet («El lector»). Con toda seguridad, sus mejores aportes al cine están por venir, pero con lo que lleva a la fecha ha legado momentos de verdadero arte.
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