Durante veinticinco de sus casi cien años de existencia, la Organización Panamericana de la Salud se encargó del proceso para proveer de vacunas a Guatemala a fin de realizar exitosas campañas de prevención de enfermedades, especialmente entre los niños. Este gobierno, aparentemente aconsejado por el Vicepresidente, doctor Rafael Espada, ha dicho que la OPS no es capaz de garantizar ni la calidad ni el suministro de las vacunas, por lo que decidieron cambiar una ya añeja práctica y empezaron a comprar directamente.
El simple hecho de cambiar el procedimiento debió ser transparente y públicamente discutido, pero se hizo de manera silenciosa, escondiendo el negocio en el portal de Guatecompras dentro de los concursos para equipos de seguridad y armamento y, por sobre todas las cosas, se adjudicó el negocio al que fuera uno de los principales, si no el más importante, financista de campaña del actual gobierno del ingeniero Colom. Todo ello hace que la decisión resulte con un espeso aroma a corrupción y tráfico de influencias, que no se disipa con el cuestionamiento que el Vicepresidente hace a la capacidad de la Organización Panamericana de la Salud para velar por la calidad y garantizar el correcto suministro de las vacunas.
Las campañas de inmunización han sido piedra angular del trabajo que durante décadas viene realizando en todo el continente la OPS que ha enfatizado la importancia de esos procedimientos para reducir la mortalidad porque se trata de atacar males que son absolutamente prevenibles y que pueden costar la vida a las personas que no reciban las vacunas. En ese sentido resulta extraño que la capacidad de la Organización regional sea tan baja como la que señala el doctor Espada, puesto que significaría que durante los últimos veinticinco años nos han estado estafando y también se habría estafado a casi todos los países miembros que siguen el procedimiento de aprovisionarse de vacunas recurriendo a los expertos oficios de la OPS.
No dudamos que en esa Organización como en muchos de los entes internacionales existan casos de corrupción porque la misma pareciera ser inherente al ser humano. Pero creer que nuestro gobierno actual es el remedio para ponerle fin a eventuales actos inmorales en la compra de vacunas, con lo que se pondría en riesgo la salud de nuestra niñez, es simplemente infantil.
Las explicaciones del Vicepresidente no resultan convincentes porque otros colegas suyos han expresado satisfacción por la calidad de las vacunas que se han utilizado en los últimos veinticinco años y la reducción de la tasa de enfermedades prevenibles lo confirma, por lo que no queda sino pensar en la también ancestral mano de mono.