Nuestro propio infierno


Cuando leo, escucho y veo medios de comunicación aunque sea una mí­nima gota de depresión entra en mi organismo; cuando salgo de mi casa y voy vigilando a los otros automovilistas, a los policí­as de Emetra, a los obstáculos creados innecesariamente y para colmo los ladrones o sicarios que pueden acercarse en las motos que me rebasan abusivamente o en un carro que puede atravesarse en cualquier momento; cuando oigo disparos o me cuentan amigos y conocidos cómo han sido afectados por la violencia; cuando sé de esos millonarios que insultan con su riqueza mal habida, por ser conocidos por todos, incluyendo  las autoridades, como jefes del narcotráfico o del crimen; cuando los cadáveres de niños, mujeres, hombres, ancianos, aparecen en la pesadilla de la realidad, asesinados por mareros u otro tipo de criminales; cuando sabemos a ciencia cierta que millones se obtienen gracias a la corrupción y a un sistema de justicia que terminó su vida útil; cuando nos convencemos a través de los hechos del acontecer diario que este gobierno y los otros solamente se saturan de poder y de dinero, entonces, tengo la única certeza de que hemos construido nuestro propio infierno y que no es necesario (como algunos creen) que exista otro peor después de muertos.

Héctor Luna Troccoli

Pareciera que en Guatemala se han conjugado todas las fuerzas del mal para destruirla y que ya nada se puede hacer por recuperarla para nosotros mismos, los ciudadanos que tratamos, aunque sea en menor o algunos en mayor medida, volver a un pasado en donde el dolor y la muerte no eran ni tan frecuentes, ni tan graves.

Hay una frase que repetimos muchas veces: «Todo tiempo pasado fue mejor», lo cual por supuesto no es compartido por todos, sobre todo por esta nueva generación que ya se acostumbró a vivir con la violencia al lado y que corre bulliciosa y alegre (como cuando antes desfilaba el circo), a observar con curiosidad, no con temor, ni tristeza, el cadáver del ser humano que fue asesinado en la calle.

Pero los viejos (compasivamente llamados de la «tercera edad»), sí­ creemos, al menos en un buen porcentaje, que el tiempo pasado fue mejor, cuando daba gusto salir a la calle sin el temor de ser asaltado o asesinado, a cualquier hora del dí­a; cuando leer o escuchar una noticia sobre el crimen cometido contra alguien era motivo de comentarios de sorpresa, incredulidad e indignación; cuando no habí­a necesidad de sobornos para que se administrara justicia o se otorgaran obras o servicios a empresas privadas, antes de que esta se convirtiera, de la mano del Ejército, en el poder paralelo que comparte réditos con el otro, el del llamado «crimen organizado», como si el crimen fuera desorganizado, ya que cuentan con mejor logí­stica, mayor entrenamiento, mejor organización, mayor capital y mejores armas que las fuerzas de seguridad del Estado y el sistema de justicia en general, bajo el lema mexicano que «No hay general que resista un cañonazo de cien mil pesos», aunque debido a la crisis económica y a la devaluación del quetzal todo se cobra en dólares o en quetzales «al tipo de cambio del dí­a», con el que lucran también y para variar, los poderosos bancos del sistema.

En fin, hemos creado desde hace casi 45 años nuestro propio infierno en una tierra bella, destruida por sus malos habitantes. Y a la par de ese infierno, hemos creado nuestros propios demonios, como la falta de solidaridad, la indiferencia, la desconfianza, el recelo, el oscuro y casi incontrolable impulso de destrucción de todo lo bueno, desde los bosques hasta a nuestros pocos elementos dignos y honestos que nos quedan.

Así­ estamos, y lo peor es que pareciera que cada funcionario, con escasas y honrosas excepciones, de cualquier institución, está dispuesto, sin dudarlo un segundo, a seguir los malos ejemplos que practican sus jefes y seguir así­, con impunidad y corrupción por siempre.

Visitas de Campo. Para comprobar el infierno del caos vehicular de la capital, eche una mirada sobre la diagonal 6, en donde frente al Oakland Mall hay 15 semáforos en un área de 50 metros y «Tu Muni» pondrá cuatro más a la altura de la 10ª. calle, zona 10, más otros estorbos de la más variada naturaleza. Para no quedarse atrás y como todo lo malo es lo primero que se imita, vaya a la Antigua, en donde desde el lunes le cobrarán estacionamiento pero, se dará cuenta que prohibieron estacionarse en prácticamente  un lado de unas 60 cuadras a la redonda del centro. Si uno pagará por estacionarse ¿en donde lo va a hacer? ¡Ay Dios!, por lo menos regalá un poco de inteligencia a los que no les diste nada…