No siempre los alumnos ni los padres de familia expresan aceptación u objeción en cuanto a lo que hacen los directores o los educadores y las educadoras de los colegios privados que inundan el ambiente capitalino y los citadinos de toda la República.
Pero hace unos días, la madre de un alumno del Liceo Canadiense de la localidad, quien nos pidió no identificarla por razones obvias, nos dijo bastante descontenta, casi indignada, que su hijo ha sido objeto de verdaderas arbitrariedades en el mencionado plantel, que funciona en la 11 calle, entre la 1ª y 2ª avenidas de la zona 1.
Al adolescente lo pusieron a trabajar en un proyecto de pintura ofreciéndole remunerarlo con salario de Q2,000.00 a título de contrato cerrado, pero pronto prescindieron de su trabajo y no le pagaron ni un centavo.
Eso sí, le dijeron que si «caía muerto» con una tamaña «mordida» que podía hacerse nuevo contrato, lo cual no le fue posible porque sus padres a duras penas podían cubrir la cuota de colegiatura, no una cuantiosa tarascada…
Se le indicó frescamente que el grupo que fue organizado para realizar el citado proyecto de pintura del colegio estaba cobrando la cantidad ya anotada, o sean Q2,000.00 que, aunque otra vez vienen devaluándose en relación con el dólar de todos los dolores, todavía sufragan algunos gastos de estudio, entre otros imprescindibles.
Ni el Director ni la maestra que tiene injerencia directa en el proyecto de referencia, que se supone ambos son justos, aunque más de algún mentor o mentora pueden no ser honestos que se diga.
El Director del establecimiento educativo hizo las de Pilato. Se lavó las manos diciendo que es la «maistra» la que puede tomar cualquier decisión?
También afirmó la señora madre del muchacho perjudicado que se cometen muchas injusticias en el Liceo, pues cuando los pagos de estudio sufren atrasos, dada la situación de crisis económica imperante, a los alumnos les suspenden las clases y, además, no pueden participar en los exámenes.
Cuando se producen esos casos, los responsables del Liceo en mención se niegan rotundamente a proporcionarles la papelería que necesitarían a la hora de optar por la inscripción en otro plantel.
Es posible que esos actos de arbitrariedad, asimismo, se cometan en otros colegios citadinos de todo el país, por lo que el ministerio de Educación debe tomar cartas en el asunto en beneficio de alumnos y padres de familia. Estamos en una época propicia a las rectificaciones justificadas.
Lo que según la señora al principio nombrada está ocurriendo en algunos o en todos los colegios privados, puede estar motivando la participación de adolescentes, jóvenes y aun niños (hombres y mujeres) en los grupos de maleantes que han puesto en jaque a las autoridades de gobierno y a la sociedad toda.
Mucha gente opina que todos o por lo menos la mayoría de los colegios privados deberían ser obligados a cobrar y a pagar lo que está en el marco de la Ley y de la ecuanimidad. Debe evitarse, ahora que se percibe cierta intención de favorecer a Juan Pueblo y a su angustiada María, que los centros educativos de marras no se «desmanden» cada año económicamente hablando; que no se constituyan en monopolios que obliguen a los padres de familia a comprar todo o casi todo lo que exigen para hacerse propaganda, tales como uniformes, calzado, libros, cuadernos y demás útiles escolares. Por eso está decayendo el prestigio del sistema democrático y puede estar causando alguna aceptación el socialismo a la soviética en nuestra América Indiana, sobre todo entre la gente poco o nada cauta que no sabe lo que puede acontecer ahora que están surgiendo «revoluciones» engañosas y nugatorias.