El caso de Belice


Ha sido, es y será el caso de Belice una brasa, cada vez más complicado y dificultoso de solución definitiva y conveniente, que no implique una entrega. Lleva años inveterados el diferendo al principio, y después algo a nivel de una Corte Internacional de justicia que se refiere previamente al resultado de una consulta popular.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Guatemala invoca reclamos sobre la base histórica, puesto que su soberaní­a va en menoscabo a tiempo que el gobierno de Serrano y su canciller Arzú, reconocieron la independencia unilateral del paí­s. Un incidente aun palpitando en la conciencia nacional, entre otros similares acaecidos en tiempos pretéritos y traumáticos.

Nuestras generaciones en lí­nea con un patriotismo más lí­rico que real, oí­mos y coreamos en los tiempos de la escolaridad primaria de ese entonces la expresión: Belice es nuestro. Como una impronta sacudió nuestras interioridades infantiles. Luego en lo atinente a la enseñanza secundaria esto alcanzó plenitud, sobre todo en el mapa.

La población hizo suyos aquellos intereses y conocimientos con fervor y no desmentido entusiasmo. El imaginario colectivo asoció dichos afanes con los trazos que aparejaron vecindad con El Petén y una cercaní­a relativa con el Océano Atlántico, la disputada y ansiada salida al mar en ese confí­n que beneficiara a Guatemala, a no dudar.

Sin embargo, nunca faltan las polí­ticas erráticas gubernamentales, de repente fue sorpresivo el hecho deleznable de borrar Belice del mapa en forma oficial. Ello refleja de cuerpo entero el señalamiento que tenemos sangre de horchata simple y sencillamente. Además recordemos que soldados ingleses antes, y después beliceños, corren los linderos.

Con el agravante que jamás de los jamases las protestas diplomáticas, de muy vez en cuando ganan terreno, ni siquiera reciben respuesta alguna. En ese transcurso de tiempo hasta parece olvidado el caso. Todo lo contrario, inclusive la OEA le tiene asignado un lugar a Belice en las reuniones y restantes actividades, lo que constituye más reconocimiento.

Ahora en el tapete de deliberaciones contenidas en una agenda correspondiente ha vuelto a tomar vigencia el caso de Belice. En diversos aspectos del trajinar de la vida moderna. Incluso en el ámbito deportivo también se incluye a sus representantes en las competencias frecuentes. Estamos mal, demasiado mal en ese sentido.

La posibilidad de una Consulta Popular respecto al caso en mención ya empieza a mover las aguas procelosas de la polí­tica cimarrona. Opiniones, criterios y simples ideas cubren tal cosa. En fin, el andamiaje por lo visto camina a paso veloz, sin prever las consecuencias desfavorables para nuestro territorio amenguado.

Evocamos con nostalgia algunos incidentes en relación al sonado caso de Belice y es menester concientizar a niños y jóvenes acerca de esporádicos actos que buscaron su recuperación. Una medida del presidente Arévalo en esa dirección produjo que Inglaterra enviara tres acorazados a las costas de Belice de modo prepotente y abusivo.

Ante tamaña afrenta a nuestra soberaní­a en peligro proveniente de la famosa flema inglesa al revés, la población reaccionó. Tres respetables señores de San Cristóbal Verapaz enviaron el siguiente telegrama al doctor presidente: «Como reservas en servicio, pero activos en campaña, esperamos sus órdenes efecto preparar maletas.»

Ydí­goras Fuentes y su comitiva que incluí­a los presidentes de los poderes Legislativo y Judicial llegó a Benque Viejo, detenido unos instantes allá. El doble sentido del Muñequito de El Imparcial dijo: «Ya ven qué viejo…». Posteriores sucesos, unos más enérgicos, otros demasiado protocolarios llenan espacios históricos. A ver qué pasa.