Paulino G, uno de los hombres sin apellido


  Tal como habí­a sido su vida, apacible, sencilla, simple; de esa misma manera, calladamente,  partió al infinito. Sin padecer prolongada enfermedad, sin médicos a su alrededor, en la madrugada del viernes 13 falleció de un infarto al miocardio un hombre al que decenas de miles de guatemaltecos sólo lo conocieron por su nombre de pila y la inicial de su apellido: Paulino G.

Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

 La historia de este cofundador del movimiento de Alcohólicos Anónimos de Guatemala -según me lo cuenta a grandes rasgos Jorge Rodolfo M- se remonta a 1956, cuando en un autobús que viajaba de San Marcos a Quetzaltenango coincidieron Miguel íngel R y Reynaldo G.

 Miguel íngel invitó a Reynaldo a tomar una copa, que este guatemalteco residente en México rechazó sin más explicaciones. Pero ante la insistencia de su nuevo amigo, Reynaldo le reveló que él era alcohólico, con la diferencia de que no bebí­a. A Miguel íngel le interesó el asunto porque él tomaba con frecuencia. Reynaldo le contó que pertenecí­a a un grupo de alcohólicos anónimos de México, que considera al alcoholismo como una enfermedad progresiva y de fatales consecuencias.

 Miguel íngel intentó infructuosamente establecer un grupo de la doble AA; pero no fue hasta que a principios de 1960  visitó a su amigo y cliente Paulino G, a quien puso al tanto de sus intenciones, refiriéndole los principios fundamentales de la sociedad de AA.

 Ante el entusiasmo de Miguel íngel, Paulino se franqueó con su amigo y le dijo que él bebí­a constantemente y que estaba dispuesto a acompañarlo en la desconocida aventura. Era el 6 de enero de 1960, fecha que se fija como el inicio de la comunidad de AA en Guatemala, con el Grupo Central.

 La tarea que se impusieron Paulino y Miguel íngel ( 2005) no fue fácil, comenzando por una breve recaí­da de éste, pero pronto se reincorporó al naciente movimiento de recuperación, de manera que siguieron visitando a personas que no sólo las conocí­an por relaciones comerciales, sino porque estaban enterados que le entraban a la cucharada con patrio entusiasmo.

De esa cuenta se integraron al Grupo Central el zapatero Alberto G; Artemio, operario de una fábrica; el contador Arnoldo L; Rodolfo B., empleado público; el médico Germán A.; Miguel M, locutor de radio, y otros tantos más, bajo la guí­a de Paulino, quien, con el paso de los años, devino en un alcohólico anónimo raso más, hasta cumplir, el pasado 6 de enero, 49 años sin tomar una gota de licor, a sus 81años de edad.

Paulino ha muerto -apunta Jorge Rodolfo-, pero vive en el recuerdo y la gratitud de alrededor de 50 mil alcohólicos anónimos de Guatemala que se reúnen en  más de mil grupos en todo el territorio nacional.

(A Romualdo Tishudo le sugirieron ingresar a los A.A., pero argumentó: -Yo soy abstemio cuando no estoy enfuriado).