Cien años de vanguardias y del Manifiesto Futurista


Vista original del Manifiesto Futurista de Filippo Marinetti, publicado el 20 de febrero de 1909 en el diario francés Le Figaro. El texto del manifiesto está resaltado en amarillo.

Este año, se cumplirán varias efemérides importantes, como los bicentenarios de Edgar Allan Poe, de Charles Darwin y de Felix Mendelssohn, muchos de gran importancia. Y, entre esos grandes eventos, el más próximo es el de los cien años de la publicación del Manifiesto Futurista de Filippo Tommaso Marinetti, que fue publicado el 20 de febrero de 1909 en el periódico francés Le Figaro.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Un diseño de arquitectura futurista, diseñado por Antonio StEl Manfiesto Futurista dio pie a las vanguardias literarias. La revista Blast recopiló buena parte de ellas, como este número de julio de 1915.La estética pictórica del Futurismo intentó captar el movimiento, la rapidez, la revolución y el mundo moderno.En todos los campos artí­sticos, el Futurismo propuso una estética del movimiento, como esta escultura.

Sin embargo, es muy probable que esta celebración quede en el olvido, debido a que el Manifiesto Futurista ha sido muy controversial, sobre todo por la implicación polí­tica que posteriormente tuvo. Pero, habrá que ir por partes.

PUBLICACIí“N

Como dije, Marinetti, a pesar de ser italiano, publicó en un periódico francés, uno de los más importantes de la época. Al parecer, el escritor tení­a desde hací­a algunas semanas, quizá meses, su manifiesto, y anda en busca de publicarlo.

Primordialmente, el Manifiesto Futurista representa el punto de partida de los movimientos de vanguardia dentro de la literatura. Anteriormente, la vanguardia ya habí­a iniciado hací­a unos años atrás, con las propuestas del Cubismo y del Fauvismo, ambos en la pintura y surgidos en Francia; aunque hay quienes aseguran que las vanguardias dieron inicio con el Impresionismo francés de segunda parte del siglo XX, y, dentro de la literatura, hay quien mira ya rasgos vanguardistas dentro del Modernismo de Rubén Darí­o.

Pero ése es un tema soso, porque como quiera verse, el Manifiesto Futurista dio inicio a una larga tradición dentro de la primera mitad del siglo XX de fundamentar los movimientos artí­sticos y literarios a través de manifiestos. Posteriormente, le seguirí­a el Manifiesto Dadaí­sta y el Futurista, por mencionar los que más valen la pena ser recordados.

CONTEXTO

Sucede, pues, que en la Europa de principios de siglo, habí­a una especie de esperanza en el nuevo siglo y deseo de quitarse las telarañas de los ojos, para poder ver al futuro; ¡sí­, AL FUTURO! í‰se que prometí­a maravillas con los automóviles, el cinematógrafo, la cámara fotográfica, los vuelos aéreos y, ¿por qué no?, algún dí­a ir a la Luna.

Todo ello provocó un entusiasmo, quizá, sin lí­mites ni cordura. Además, muy cerca se sentí­an las revueltas populares, de una población que hací­a unas décadas viví­a muy a gusto en sus casas de campo, pero que -desde la Revolución Industrial- se estaba empezando a acostumbrar a la ciudad, pero también estaba queriendo liberarse de la explotación del patrono.

La situación económica, por cierto, estaba empezando a ser insostenible, y, por tanto, debí­a de haber cierta insatisfacción social, que sólo podí­a ser sanadas a golpes, ya sea por fuertes revoluciones, como fue la Bolchevique, o fuertes guerras, como las batallas mundiales.

El Manifiesto Futurista deja entrever esta situación, sobre todo en la Italia que estaba en busca de salir de cierto ruralismo intelectual, y que con el paso del tiempo evolucionarí­a hasta convertirse en una corriente polí­tica llamada Fascismo y que provocarí­a una gran guerra.

CONTENIDO

Cinco grandes temas se configuran dentro del Manifiesto Futurista: la violencia, la velocidad, el cambio social, la actitud iconoclasta y el mundo moderno.

En el tema de la violencia, se entendí­a que la nueva poesí­a -y el arte en general- debí­a ser una especie de bofetada, o mejor dicho puñetazo, ante la pasividad de la humanidad de finales de siglo XIX. Según Marinetti, la literatura de ese entonces sólo habí­a servido para adormecer al pueblo, y por ello, se necesitaba de una fuerza renovadora, una energí­a vital, que lograra sacar del insomnio generalizado, y empezar a darse cuenta del mundo moderno.

Es por ello, que la fascinación por la velocidad fue uno de los factores primordiales del Futurismo. «Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad (…) un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia», dice Marinetti, en el manifiesto.

Supongo que para Marinetti, las ciudades empezaban a sentir un ritmo más acelerado, diferente al del campo. Parte del sueño futurista, era adelantar el rumbo de los tiempos, a fin de que el futuro llegara más rápido; cuanto antes mejor, y era mejor acelerarlo. En consecuencia, los artistas futuristas, no sólo los literatos, empezaron a valorar el movimiento rápido y la velocidad dentro de sus obras.

En las artes visuales, los creadores proponí­an obras en movimiento, incluso representaban la rapidez en que se moví­an. En literatura, se eliminaron las largas descripciones usuales del Realismo, corriente que predominaba por entonces. También se proponí­a eliminar los signos de puntuación y propiciar el verso libre, aunque éstos ya habí­an sido aportes del Parnasianismo y el Simbolismo franceses.

En cuanto al cambio social, Marinetti promulgaba por la lucha, por un arte con carácter agresivo y que lograra despertar al pueblo. Estamos a las ví­speras de las grandes revoluciones de principios del siglo XX, pero también de las grandes guerras. Es por ello, que Marinetti, al igual que muchos ideólogos, debieron sentir la necesidad de cambiar las cosas de golpe.

A la larga, esta temática del cambio social fue la más criticada dentro del Manifiesto Futurista, ya que, literalmente se glorificaba a la «guerra – única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer». Posteriormente, a consecuencia de ello, Marinetti se afiliarí­a al Partido Fascista, un grupo en donde sus ideas estéticas se asociaban con las polí­ticas, sobre todo en la creencia de que guerra era la solución para el cambio social.

Con cierta injusticia, se le ha negado a Marinetti su verdadero valor, con la idea de que un fascista no merece mayor respeto intelectual. Hoy dí­a, es posible -como dije- que el centenario del Manifiesto pasó inadvertido, por este motivo. Sin embargo, es penoso que la politiquerí­a meta sus narices en el arte, porque este razonamiento se ha equivocado más veces que las que ha acertado; si no, como mayor vergí¼enza de ello, deberí­a citarse a Borges, quien no recibió el Premio Nobel de Literatura por sus supuestas inclinaciones conservaduristas, cuando su literatura fue todo lo contrario: renovadora.

Otro punto esencial del Manifiesto fue la propuesta de una actitud iconoclasta, que posteriormente tomarí­an todas las vanguardias. «Ya lo pasado, pasado», dijo el popular cantante, y Marinetti lo habí­a propuesto anteriormente. De hecho, proponí­a -metafóricamente hablando- que habí­a que destruirse todo santuario de conservación del arte: bibliotecas, museos, academias, conservatorios de música, etc. Al contrario de su actitud polí­tica, esta propuesta iconoclasta ha sido, tal vez, la más encomiable a lo largo de los tiempos.

Por último, dentro de los temas, Marinetti proponí­a la exaltación al mundo moderno y sus maravillas. Querí­a cantarle al trabajo del obrero, a la luz eléctrica, al avión, a los barcos de vapor que cruzaban océanos, etc.

Sin embargo, esta propuesta serí­a la más rechazada hoy dí­a; de hecho, después de las guerras mundiales, este punto fue aborrecido por los poetas, quienes consideraban que las máquinas y el mundo moderno sólo habí­a servido para exterminar a millones de personas. Prueba de ello, fueron los tanques, los aviones de caza y, lo más terrible, la bomba atómica.

TRASCEDENCIA

Aunque el futurismo tuvo una corta existencia, aproximadamente hasta 1914, su influencia se aprecia en las obras de autores como Marcel Duchamp, Fernand Léger y Robert Delaunay en Parí­s, así­ como en el definitivo constructivismo ruso. En 1915 algunos de los representantes del futurismo, como Marinetti y Sant»Elia, se enrolaron en un batallón de voluntarios, de acuerdo con el punto nueve de su decálogo fundacional, donde se ensalzaba la guerra como la única higiene del mundo. Algunos de ellos murieron, como Sant»Elia, y los demás radicalizaron sus posiciones, como la conocida conversión al fascismo en las elecciones de 1919.

En literatura, el Futurismo abjura completamente del pasado y alienta a no respetar la métrica. Asimismo, intenta sustituir los nexos por notaciones algebraicas y buscar un léxico radicalmente hecho de tecnicismos y barbarismos, plagado de infinitivos, exclamaciones e interjecciones que denotan energí­a y libertad.

El futurismo tuvo además algunos seguidores en Rusia (el poeta Vladí­mir Maiakovski), en Bélgica (el escritor í‰mile Verhaeren), en Portugal (Fernando Pessoa, quien divulgó el movimiento a través de la revista Orpheu, 1915).

Contenido del Manifiesto Futurista


1. Queremos cantar el amor al riesgo, el hábito de la energí­a y de la temeridad.

2. El coraje, la audacia y la rebeldí­a serán elementos esenciales de nuestra poesí­a.

3. La literatura ha magnificado hasta hoy la inmovilidad del pensamiento, el éxtasis y el sueño, nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo.

4. Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo… un automóvil rugiente que parece que corre sobre la metralla es más bello que la Victoria de Samotracia.

5. Queremos alabar al hombre que tiene el volante, cuya lanza ideal atraviesa la Tierra, lanzada ella misma por el circuito de su órbita.

6. Hace falta que el poeta se prodigue con ardor, fausto y esplendor para aumentar el entusiástico fervor de los elementos primordiales.

7. No hay belleza sino en la lucha. Ninguna obra de arte sin carácter agresivo puede ser considerada una obra maestra. La poesí­a ha de ser concebida como un asalto violento contra las fuerzas desconocidas, para reducirlas a postrarse delante del hombre.

8. ¡Estamos sobre el promontorio más elevado de los siglos! ¿Por qué deberí­amos protegernos si pretendemos derribar las misteriosas puertas del Imposible? El Tiempo y el Espacio morirán mañana. Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creamos la eterna velocidad omnipresente.

9. Queremos glorificar la guerra – única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer.

10. Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardí­as oportunistas y utilitarias.

11. Cantaremos a las grandes multitudes que el trabajo agita, por el placer o por la revuelta: cantaremos a las mareas multicolores y polifónicas de las revoluciones en las capitales modernas; cantaremos al febril fervor nocturno de los arsenales y de los astilleros incendiados por violentas lunas eléctricas; a las estaciones ávidas devoradoras de serpientes que humean, en las fábricas colgadas en las nubes por los hilos de sus humaredas; en los puentes parecidos a gimnastas gigantes que salvan los rí­os brillando al sol como cuchillos centelleantes; en los barcos de vapor aventureros que huelen el horizonte, en las locomotoras de pecho ancho que pisan los raí­les como enormes caballos de acero embridados de tubos y al vuelo resbaladizo de los aviones cuya hélice cruje al viento como una bandera y parece que aplauda como una loca demasiado entusiasta.

Es desde Italia donde lanzaremos al mundo este manifiesto nuestro de violencia atropelladora e incendiaria, con el cual fundamos hoy el «futurismo», porque queremos liberar este paí­s de su fétida gangrena de profesores, de arqueólogos, de cicerones y de anticuarios.

Ya durante demasiado tiempo Italia ha sido un mercado de antiguallas. Nosotros queremos liberarla de los innumerables museos que la cubren toda de cementerios innumerables.

Filippo Tommaso Marinetti, «Le Figaro», 20 de febrero de 1909