Si alguna importancia tiene la celebración del Día del Periodista es que tiene que representar la oportunidad para que los comunicadores sociales que nos dedicamos a esta profesión podamos ratificar nuestro compromiso de informar con objetividad y opinar con lealtad y ética. Es un día como los demás, con los mismos avatares, los mismos desafíos y las mismas satisfacciones, pero en el que vale la pena reflexionar como no lo hacemos cotidianamente respecto al cumplimiento de nuestras metas y de nuestros compromisos con la sociedad y con nuestros lectores.
Ejercer el periodismo es tan complejo como gratificante. Cierto es que en la medida en que uno trata de ser más honesto y menos acomodaticio, también se gana más enemistades porque el periodista es repudiado por aquellos que son objeto de alguna forma de crítica o señalamiento. Y en verdad no es fácil vivir con la presión de cumplir con el deber ético de informar y de comentar sabiendo que ello genera enemistades profundas y muchas veces eternas.
Las amistades surgidas de nuestro oficio generalmente son veleidosas y muchas veces efímeras, porque se muestran fuertes y vigorosas cuando el enfoque periodístico es no sólo del agrado del «amigo», sino que también cuando va dirigido en contra de sus enemigos o adversarios. Pero tan pronto como cambia esa relación y se produce un ligero señalamiento o mención que desagrada, se acabó la amistad y da lugar a uno de esos odios furibundos que tanto conocemos quienes llevamos algún tiempo en este trabajo.
Pero como no lo hacemos para ganar o perder amigos, lo importante es que asumamos siempre un compromiso con la ética para actuar de la mejor manera posible y de acuerdo con los valores y objetivos del medio en el que trabajamos. Una clara y contundente exposición de esos objetivos es siempre importante porque permiten al lector ir midiendo nuestra capacidad de cumplir con las metas trazadas. En el caso de La Hora, obviamente estamos seriamente comprometidos con la democracia y con la búsqueda de una nación incluyente, que ofrezca a todos sus habitantes iguales oportunidades. Tal es nuestro concepto de justicia, es decir, lograr que los guatemaltecos puedan tener acceso a la educación, a la salud y que ello abra puertas por parejo para que todos encuentren en esta bendita tierra el espacio para concretar sus aspiraciones con dignidad.
Por ello nos duele tanto la migración que es producto de la injusticia y de la exclusión que afecta a los más pobres sin distingo de raza. Y queremos ser actores en la construcción de un país distinto, que asegure por lo menos la oportunidad justa para que todos podamos concretar nuestros sueños de ver a los hijos y nietos realizados de acuerdo a su intrínseca dignidad. En resumidas cuentas, esa es nuestra razón de ser.