El legado de Allan Poe


Comienzo por aclarar que no soy crí­tico literario, por lo que mi acercamiento a la obra de Edgar Allan Poe es la de un simple lector. En este 2009, que se conmemoran los 200 años del nacimiento de este ilustre escritor, deseo dejar por escrito constancia de mi admiración y gratitud a su vasta creación literaria. Por lo tanto, amigo que me lee, no espere encontrar, en las lí­neas que siguen, un «balance objetivo» de su obra literaria, como acostumbran a decir los crí­ticos. Lo que escribo es simplemente, pues, el resultado de la experiencia de alguien quien ha pasado las horas de los dí­as y las noches disfrutando la lectura de esos maravillosos cuentos de Allan Poe que, aunque muchos de ellos llenos de terror, me han acompañado incondicionalmente, haciéndome más llevadera la soledad y el silencio de esos dí­as y noches en que las horas languidecen lentamente.

Harold Soberanis

Deseo hacer constar mi admiración a Allan Poe, decí­a más arriba, porque me parece que es un escritor genial, poseedor de un manejo del lenguaje impresionante, elegante y ameno. Y reconocer mi gratitud a su obra, precisamente porque ha sido un buen compañero de viaje durante algún tiempo, un compañero, debo decir en apego a la verdad, ideal.

Pero no es sólo la forma en que escribe Allan Poe lo que motiva mi admiración a sus escritos. Son también los temas que aborda y la manera en que lo hace. Su literatura, aún cuando está llena de elementos y referencias truculentos, terrorí­ficos y, hasta abominables en algunos casos, reflejan, a mi juicio, de manera magistral algunas caracterí­sticas de la condición humana, describen, con mucha lucidez y fidelidad la naturaleza del hombre: ese ser contradictorio, paradójico, capaz de realizar las más bellas obras del ingenio, tanto como los crí­menes más atroces. Por lo tanto, sus cuentos no sólo entretienen, sino también nos hacen reflexionar sobre las motivaciones que impulsan a los hombres a actuar de la manera en que lo hacen. Esto provoca que la obra de Allan Poe contenga reflexiones de í­ndole moral que nos impulsan, a su vez, a cuestionamientos sobre la moralidad de muchas de las acciones que hacemos dí­a a dí­a.

En torno a Allan Poe, como sucede con tantos otros genios, gira una leyenda negra que pretende presentarlo como un ser endemoniado. Quienes repiten dicha leyenda buscan menospreciar su obra. No niego que Allan Poe haya transcurrido, buena parte de su vida, atormentado por sus propios fantasmas pero, ¿quién no los tiene?, ¿a quién no le ha pasado? Sin embargo, de ahí­ a tratar, basándose en estas circunstancias, de negar el valor trascendente de su vasta obra, hay un gran trecho.

¿Por qué las narraciones de Allan Poe están llenas de descripciones repugnantes? ¿Por qué su autor se detiene en la descripción minuciosa de algún horripilante crimen? No creo que sea, como dicen algunos de los que repiten esa leyenda negra sobre él, que se deba a una psicopatologí­a. Allan Poe posee una mente genial, lucida, penetrante. Esto él lo sabe muy bien, al punto que es ingenuo pensar que no fuera consciente de los sentimientos encontrados que despertaba en quienes le leí­an. Entonces, ¿por qué detenerse en esas interminables descripciones de hechos abominables?

A mi manera de ver, Allan Poe no buscaba con esas descripciones inducir a las personas a cometer cualquier clase de crimen. Yo creo que lo que buscaba era señalar el aspecto moral o inmoral de la acción humana y de cómo todos, en algún momento dado y bajo ciertas circunstancias que escapan a nuestra voluntad, podemos convertirnos en auténticos criminales.

Algunos rechazarán esta interpretación que hago, y están en su derecho. La rechazarán alegando que la obra de arte, en general, es ajena a cualquier valoración moral. Aún aceptando de mi parte que existe un arte independiente de todo juicio de valor, creo que en algunos casos, como el de Allan Poe, su obra va revestida de esas valoraciones morales. Esto no resta ningún mérito a su obra, aunque tampoco le agrega más valor del que ya tiene.

Creo que la obra de arte, si bien no debe subordinarse a cuestiones morales, bien puede servir como vehí­culo que estimule en nosotros la reflexión sobre la conducta humana o sobre las cosas que hacemos. En este sentido, concuerdo con Aristóteles, quien pensaba que la obra de arte puede cumplir con la función de liberarnos de las bajas pasiones que nos aprisionan. Para el Estagirita, pues, el arte debí­a tener un aspecto catártico.

No sé si Allan Poe era consciente de esto, pero la lectura de sus cuentos, impregnados de horror, pueden ayudar a liberarnos de sentimientos negativos que en nada contribuyen a la configuración de nuestro ser moral.

De esa cuenta, la obra de Allan Poe no sólo nos entretiene, sino que puede impulsarnos a la reflexión sobre el carácter moral de nuestras acciones. Acaso por esto sigan teniendo sus escritos esa perdurable frescura, propia de las grandes obras de la literatura universal. Frescura y universalidad que dotan a la obra de Allan Poe de inmortalidad.

No sé si Allan Poe era consciente de esto, pero la lectura de sus cuentos, impregnados de horror, pueden ayudar a liberarnos de sentimientos negativos que en nada contribuyen a la configuración de nuestro ser moral.