El vuelo de Raúl Carrillo


Raúl Carrillo, en diferentes instantes de su vida. CORTESíA: SEí‘ORA JENNY CARRILLO, HERMANA DE RAíšL.

Raúl Carrillo nació en 1925 en la ciudad de Flores, Petén, aunque no permaneció ahí­. Estudió en Quetzaltenango. Entre sus múltiples estudios, se encuentran la medicina y la filosofí­a, ambas en la Universidad de San Carlos, y psicologí­a en la Universidad Rafael Landí­var.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Raúl Carrillo, en diferentes instantes de su vida. CORTESíA: SEí‘ORA JENNY CARRILLO, HERMANA DE RAíšL.

La semana pasada, se conoció su deceso, provocando luto y dolor en sus conocidos y amigos cercanos. Dentro del ámbito de la cultura, Raúl Carrillo logró destacar ganando varios certámenes literarios, sobre todo en los más importantes juegos florales, así­ como premios centroamericanos.

Por ejemplo, el Premio íšnico de Narrativa Corta en el XXXII Juegos Florales de C.A. y Panamá, Mazatenango 1995; el Primer Premio del Certamen Centroamericano de Novela Rodrigo Facio, San José, Costa Rica (1968); el Primer Premio en el certamen de los Juegos Florales de Centroamérica, Panamá, Quetzaltenango (1961 y 1967), además de otros primeros premios en diversos certámenes nacionales.

Publicó una buena diversidad de obras, la mayorí­a relativa al cuento y la novela. Entre su obra más destacada, se encuentra «Pájaros y Sueños» en 1995. También, «Yo soy mi padre», una colección de cuentos que fueron publicados por Impresos Delgado en 1993.

Otra novela fue publicada por la Editorial Universitaria, con el tí­tulo de «Lo que no tiene nombre» en 1976. También, su celebérrimo cuento «El vuelo de la Jacinta» en 1961 por la Editorial Alfaro. Asimismo, «Cuentos de Hombres», los cuales fueron publicados por la Editorial Ordóñez, en 1957.

Además, mereció las traducciones de sus cuentos «La Burla», «Matí­as Jocom», «Yo soy mi padre», y «El vuelo de la Jacinta», al italiano, alemán, polaco e inglés, respectivamente.

Aparte de todo ello, Raúl Carrillo era conocido como activista del teatro, siendo actor y promocionando obras. Eminentemente, fue un pedagogo, ya que su principal objetivo fue llevar mensajes a niños y a combatir la problemática del alcoholismo, tal como se observa en su cuento «El vuelo de la Jacinta».

También, quienes lo conocieron dan cuenta de él de un excelente padre, amigo, tí­o, hermano y compañero. Capaz de tirarse al rí­o Sena, en Parí­s, con tal de rescatar a una muchacha suicida. Pero, sobre todo, por la capacidad de dar afecto y cariño a quienes lo rodeaban. Quizá, eso fue lo más doloroso por la pérdida de este activista de la poesí­a y los abrazos.

Voz grave que inundaba los corredores


Cuando yo nací­, Raúl Carrillo ya formaba parte de mi vida. Era el mejor amigo -el hermano- de mi papá (Manuel José Arce). Una época de la que lamentablemente guardo pocos recuerdos. Raúl es uno de ellos. Era una voz grave que inundaba los corredores y dos manos recias que se convertí­an en cuna. í‰l siempre tuvo un lugar en sus brazos para mí­. Y sus brazos siempre fueron el lugar más seguro del mundo. No habí­a pena, por amarga que fuera, capaz de sobrevivir a su abrazo.

Cuando mi papá se ausentó temporalmente, las aventuras de Raúl sustituyeron muchí­simas veces a Blanca Nieves antes de dormir. Se sentaba largas horas al lado de mi almohada y me llevaba con él a ese mundo tan suyo de cacerí­as y jornadas de pesca con arpón, hasta que me ganaba el sueño. Y cuando aquella ausencia se volvió definitiva: «Tranquila, reina, aquí­ estoy yo». Y asumió sin vacilar la paternidad que le habí­a heredado su amigo.

Pero a Raúl no le bastó con llenar el vací­o: lo rebalsó. No hubo dique capaz de contenerlo. Se encargó de ayudarme a construir muchos de mis mejores recuerdos. Me cuidó de mí­ misma y de los demás. Se hizo cargo, también, de sanar mis más profundas heridas y me libró de la total orfandad al salvarle la vida a mi madre.

Amigo, padre, médico de almas, maestro, héroe y puerto seguro; para mí­, se resumen en un nombre: Raúl.

Marí­a Mercedes Arce

Actriz

Raúl Carrillo: cosecha de auroras


Queremos recodar al hombre que una vez estuvo dispuesto a arriesgar la vida, por salvar a una muchacha suicida que se habí­a tirado al rí­o Sena, en un Parí­s de otoño, frí­o e indiferente. Pero más que al valiente, al audaz, al Carrillo cazador y al Carrillo viril y hasta exagerado, nos llegan imágenes de las múltiples formas que él tení­a de penetrar en la ternura. Como su sincera e intensa preocupación por la infancia, que se manifestaba en su original teatro para niños y en el de marionetas. Lo vemos de nuevo ahora en el recuerdo, dando funciones en hospicios y hospitales, sin cobrar más que las sonrisas y los aplausos de los niños pobres y enfermos de Guatemala.

También está el Raúl Carrillo salvando vidas y dignidades, en su lucha frontal y desinteresada contra el alcoholismo que azota la sociedad guatemalteca. Carrillo, el psicólogo, el terapeuta, el orientador de almas y voluntades extraviadas.

Estamos hablando de un hombre cuya generosidad no tení­a lí­mites. El amigo, el padre, el hermano. E inevitablemente el escritor y el hombre de teatro, desgarrado y poético, capaz de crear personajes lapidarios como la Jacinta o el Matí­as Jocom. Sus cuentos son testimonio de una época, retratada por una sensibilidad finamente humana y apasionadamente crí­tica.

Y el amante de su tierra. Guatemala le dolí­a tanto como podí­a quererla. Por eso, alguna vez nos dejó escrito unas frases, como dirigiéndose a las generaciones futuras, en las cuales expresa su certeza de que Guatemala sin duda saldrá adelante:

«patria de mis ancestros, ancha promesa de mis hijos, donde siembro mi palabra de paz y esperanza y espero una cosecha de auroras».

Jaime Barrios Carrillo

Escritor y columnista, sobrino de Raúl