La justicia alemana puso punto final hoy al proceso por el caso Mannesmann, el mayor escándalo económico de la Alemania de posguerra, gracias a la imposición a los acusados de elevadas compensaciones financieras.
El anuncio fue hecho por el juez del Tribunal de Dusseldorf, Stefan Drees, encargado del caso, en la apertura de la audiencia.
La fiscalía ya había anunciado el viernes que aceptaba la propuesta hecha por la defensa de poner fin al proceso contra los seis sospechosos juzgados por abuso de confianza y complicidad, entre ellos al presidente del Deutsche Bank, el suizo Josef Ackermann, a cambio del pago a la justicia de una suma total de cerca de 5,8 millones de euros.
Ackermann deberá pagar la mayor parte de esa suma, unos 3,2 millones de euros.
La ley alemana permite la conclusión de estos acuerdos amistosos, con la aprobación de todas las partes. En ese caso, el proceso se archiva sin juicio.
El proceso en segunda instancia en el caso Mannesmann se abrió a finales de octubre y estaba previsto que se extendiera hasta febrero.
El asunto está relacionado con la adquisición del conglomerado alemán Mannesmann por el británico Vodafone en 2000, al término de una oferta de compra hostil que se transformó en operación amistosa.
El consejo de administración de Mannesmann, una de cuyas figuras principales era Ackermann, decidió pagar 57 millones de euros de primas a varios responsables del grupo después de la transacción.
La justicia sospecha que el pago de esos dineros sirvió para comprar las voluntades de los directivos de Mannesmann.
Durante un proceso en primera instancia en 2004, todos los acusados quedaron en libertad. Pero la fiscalía apeló inmediatamente y la Suprema Corte Federal de Justicia, la más alta jurisdicción alemana, pidió la realización de un nuevo proceso.
Entre los acusados figuraban, además de Ackermann, el ex presidente de Mannesmann, Klaus Esser, así como el dirigente sindical de IG Metall, Klaus Zwickel.
Ackermann afirmó durante la audiencia del pasado viernes que estaba dispuesto a pagar la suma que le correspondía «de su propio bolsillo». En este juicio se jugaba su puesto, ya que aseguró que en caso de ser condenado dejaría de presidir Deutsche Bank, primer banco alemán.
Teniendo en cuenta los ingresos anuales de Ackermann, de entre 15 millones y 20 millones de euros, se trata de una suma «soportable» para el directivo, según destacó esta semana el diario económico Handelsblatt.
Con el fin del proceso, Ackermann no se verá obligado a renunciar a su puesto, y podrá mantenerse en el cargo hasta el final de su contrato en 2010.
Se espera ahora que el banquero suizo de 58 años vuelque nuevamente sus energías en fortalecer la institución bancaria de Francfort.
La salud financiera del banco es excelente. Pero el Deutsche Bank, contrariamente a las promesas hechas por Ackermann cuando tomó las riendas de la institución en 2002, continúa siendo un actor de segundo rango, y se ubica en 14º lugar en Europa en términos de capitalización bursátil.