Delicadas visitas papales


Santa Sofí­a. Vista de la cúpula de la Iglesia de Santa Sofí­a, hoy museo donde se exponen artí­culos de varias religiones presentes en Turquí­a.

La visita de Benedicto XVI el jueves al museo de Santa Sofí­a, una ex basí­lica bizantina, y a la Mezquita Azul, los dos monumentos más majestuosos de la cristiandad y del islam en Estambul, puede contribuir a mitigar las tensiones con los musulmanes o a avivarlas.


En la plaza de Sultanahmet del corazón histórico de Estambul sobresalen estos dos edificios como dos huellas de la rica herencia de una ciudad que fue un cruce de caminos entre Oriente y Occidente, capital de los imperios romano, bizantino y otomano.

Con su decisión de visitar Santa Sofí­a el Papa se adentró en un terreno polí­ticamente escarpado en Turquí­a.

Construida en el siglo VI, la basí­lica dedicada a la «Santa Sabidurí­a» fue convertida en mezquita en 1453, durante la toma de Constantinopla, bautizada por los otomanos con el nombre de Estambul.

Tras la caí­da del imperio otomano y la proclamación de una república turca laica, la mezquita fue transformada en museo en 1935, sin que por ello dejase de ser un sí­mbolo, tanto para cristianos como para musulmanes.

Los islamistas turcos, convencidos de que la visita papal tiene por objetivo transformar el museo en iglesia, exigen que vuelva a ser la mezquita que fue antaño.

No faltan especulaciones sobre las intenciones del Papa. En el aire flota un interrogante: ¿rezará en el edificio, provocando la inevitable ira de los islamistas, o se conformará con persignarse cuando entre?

«No deberí­a rezar aquí­ como hizo el Papa Pablo VI», estimó Ilber Ortayli, un eminente historiador. «No es cualquiera (…) Sus oraciones adquirirán un sentido diferente», agregó.

Durante una visita a Turquí­a en 1967, Pablo VI sorprendió al mundo arrodillándose y orando en Santa Marí­a.

Ortayli, partidario de que el Sumo Pontí­fice se comporte como harí­a en un museo, recuerda que a un «invitado muy importante del mundo musulmán también se le impidió rezar en ella».

Desafiando las normas de las autoridades, un grupo de militantes islamistas nacionalistas irrumpieron en Santa Sofí­a la semana pasada para recitar sus oraciones vespertinas antes de ser evacuados por la policí­a.

El edificio, obra maestra de la arquitectura bizantina, construido por orden del emperador Justiniano (527-565), comprende una inmensa cúpula apoyada sobre robustos pilares y muros revestidos de mármol y mosaicos.

Tras la toma de Constantinopla por el sultán Mehmet el Conquistador, fueron agregados cuatro minaretes a su estructura y su interior fue decorado con caligrafí­as islámicas.

En un aparente gesto de apertura, tras las protestas que suscitaron en el mundo musulmán sus comentarios sobre la relación entre el islam y la violencia, Benedicto XVI visitará asimismo la mezquita de Sultanahmet, más conocida por el nombre de la Mezquita Azul, en referencia al color de sus cerámicas.

«Es excepcional», comentó Ortayli. «Es una señal de la madurez del Papa», añadió.

Benedicto XVI se convertirá en el segundo Papa que visita una mezquita, después de Juan Pablo II, quien recitó una oración en la de los Omeyas de Damasco, en 2001.

Según los medios de comunicación, Benedicto XVI programó una visita a esta mezquita, que no estaba prevista en un principio, por recomendación del gobierno turco.

Construida en el siglo XVII por el sultán Ahmet I para competir con la belleza de Santa Sofí­a, la mezquita es una de las más grandes de Estambul y una de las pocas en el mundo que tiene seis minaretes.

Cientos de policí­as antidisturbios fueron desplegados en el sector, que alberga asimismo otros monumentos turí­sticos, como el palacio otomano de Topkapi, la basí­lica Cisterna o el museo arqueológico.