Hemos dicho adiós al año 2008 que tantos malos recuerdos nos ha dejado: carestía, corrupción, violencia, que tantos hogares guatemaltecos vistió de luto en un irrespeto al valor de la vida humana, estamos en un caos de suma pobreza en el contexto material y espiritual, el hambre azota en mayor magnitud a nuestra gente de las áreas marginales, de las aldeas y caseríos del país.
Estamos de rodillas ante tanta miseria y nuestras autoridades dicen que se está combatiendo este fenómeno y otros que nos afectan, pero, la realidad es que seguimos igual o peor que en años anteriores, el cáncer que aqueja a nuestra nación parece que es incurable por falta de entereza de quienes tienen en sus manos el remedio para la cura de tanto mal que es el deterioro de la imagen de nuestro país en el exterior.
Los valores morales se han perdido y es necesario, inculcarlos nuevamente en nuestras juventudes para que el día de mañana tengan armonía y paz entre sí y puedan cantar la grandeza de una patria que ha superado y retomado el valor de amar a su prójimo como así mismo y esos nubarrones de maldad que hoy se ven por dondequiera desaparecerán.
Debemos tener fe y esperanza en un mañana mejor, el cual siempre hemos anhelado y yo sé que con el poder infinito de DIOS lo vamos a lograr, porque í‰l es bondadoso y lleno de misericordia, el Señor mueve montañas en la fe, hace florecer los campos de la vida si se consagra dentro de sus leyes divinas, que son la luz para todos aquellos que la quieran ver y seguir.
Oh, Señor Padre Nuestro, te ruego que la maldad salga del pensamiento y el corazón de quienes la poseen y que viven pensando en la destrucción de sus hermanos concebidos por la ley de la naturaleza, que cese ese baño de sangre que se ha desatado en nuestra bendita tierra de la marimba, del quetzal y, como lo dijera el extinto gran maestro músico y compositor Aníbal Delgado Requena en el título de una de sus canciones: «QUE EL SOL NAZCA PARA TODOS».
Esta embestida de deterioro en nuestros jóvenes debe terminar y necesario es concientizar el amor a todo ser, sin distingos de credos ni razas. Enseñarles a asirse a un poder invisible y poderoso que les guíe por los caminos escabrosos de la vida.