Esta semana se anunció al ganador del Premio Mario Monteforte Toledo 2008, en su modalidad de novela, el cual fue adjudicado al guatemalteco Arnoldo Gálvez Suárez, gracias a su obra «Los Jueces». Este concurso es convocado a nivel centroamericano, por lo que se espera que tenga un buen nivel de participación.
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En algún momento, se intentó ver a este premio como el más importante de Centroamérica en términos de novela; sin embargo, esta visión es muy guatemalteca, ya que existen otros concursos similares y de mayor participación y calidad en Nicaragua y Panamá, por ejemplo. Además, debe tomarse en cuenta que el Monteforte Toledo parece un concurso que se queda en el ámbito guatemalteco. En sus trece convocatorias, sólo en una ganó un escritor no guatemalteco, honor que mereció la salvadoreña Jacinta Escudos. El resto es para chapines.
El Premio Monteforte Toledo ha servido como un buen trampolín para dar inicio con una importante carrera literaria; desde que fue adjudicado a Raúl de la Horra en 1995, los escritores -aunque ya hayan tenido publicaciones previas- empezaron a ser más visibles. En el caso de Gálvez Suárez, que ya había publicado un libro de cuentos, puede ubicarse dentro de los novelistas emergentes de la literatura guatemalteca actual.
Este galardón busca crear un incentivo para la creación de la novela. No ha tenido gran demanda de participación, me imagino que -esencialmente- porque el ejercicio literario en Guatemala prefiere opciones como la poesía, el cuento o la novela corta. Sin embargo, este premio ha logrado incentivar en cierta medida la creación de novelas extensas, debido a que la remuneración económica que se obtiene es bastante buena: 50 mil quetzales, el mismo monto que se le ofrece al Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra.
Asimismo, el ganar este galardón ofrece buenas posibilidades para la publicación de la novela triunfadora, porque sirve de buen gancho para su comercialización. Pero, por otro lado, el premio ha caído en dos peligros que lo conducen a su empobrecimiento. Primero, es que la Fundación Mario Monteforte Toledo -organizadora del concurso- ha decidido alternar anualmente un premio de novela y un premio de cuento, por lo que ha perdido su encanto.
El segundo peligro consiste en que los ganadores de las ediciones anteriores ya no pueden participar. Ello se hace con la finalidad de evitar repeticiones tediosas en los ganadores. Estos criterios son muy válidos, sobre todo si -como enuncié antes- la capacidad novelística en Guatemala no es muy alta. Pero el criterio también era válido para las condiciones literarias del país de hace 15 años; hoy día -y sobre todo desde que se extendió a Centroamérica- el nivel de participación y calidad habrá crecido. Sin embargo, con esta cláusula de prohibir a los ganadores participar, pareciera que hace decaer el premio a ser otorgado, poco a poco, a «los que vayan quedando», percepción inevitable, y que con el paso de los años será más notable.
GíLVEZ SUíREZ
Según el escritor Gerardo José Sandoval -amigo personal de Gálvez Suárez-, tal como publicó en su página de Internet, «Los Jueces» tiene un argumento estremecedor, que motivará seguramente debate en la sociedad guatemalteca, al exponer la cruda existencia en la ciudad de Guatemala a principios del siglo XXI, en donde los ciudadanos de a pie, negados entre los negados, se dirigen sin quererlo hacia un inevitable choque con el Estado y su ineficacia en la procura del Derecho. Lo que sucede en la novela está basado en hechos reales revestidos con el traje de la ficción, demostrándonos hasta dónde puede llegar la sociedad para encontrar esperanza, esperanza que para otros puede ser vista como miserable.
La novela está escrita con una técnica de montajes superpuestos, su lenguaje es claro, directo, contándonos lo que importa, sin descuidar el detalle que alumbra los acontecimientos. Con más de 20 personajes, todos ellos plenamente desarrollados en su personalidad y una Colonia donde palpitan las turbulencias de la Guatemala actual, con sus pequeñas historias y miserables esperanzas.
La historia narrada en «Los Jueces» ocurre en una colonia marginal de la ciudad de Guatemala, donde todo parece estar a punto de estallar: una señorita sale a buscarse la vida por la mañana sin saber lo que a la vuelta de la esquina le espera. Un hombre excéntrico, viviendo en un lugar inhóspito encuentra su oportunidad para comprobar sus teorías acerca del mundo. Una madre busca un mundo mejor para su pequeño hijo, donde el mal sea arrancado no importando los medios.
JURADO
El jurado de esta edición estuvo integrado por la diseñadora Elisa ílvarez, la escritora y catedrática universitaria Vanessa Núñez Handal y el cineasta Mendel Samayoa.
De acuerdo con Núñez Handal, «Los Jueces» es una novela impactante. «Es una novela impactante. La historia es bien sólida y te va llevando por personajes que en un principio carecen de relación entre sí, pero que al final confluyen en un escenario: el de la crueldad humana», refiere.
Unos participan como espectadores/cómplices y otros como protagonistas. No son personajes estereotipados, pero sin embargo no cuesta imaginárselos en alguna colonia de Guatemala. La trama te cuenta la vida de algunos de ellos. Como una muchacha que lucha por salir adelante y que es víctima de acoso, de violencia, de discriminación. Da tristeza ver como la sociedad le cierra las puertas, sobre todo sabiendo que eso pasa tan frecuentemente.
Hay también una mamá que quiere sacar a su hijo adelante, pero todo es tan complicado para ella y poco a poco vas entendiendo porqué una vecina le cuida al hijo, o porqué ella lleva un cadáver en la palangana de su pick up. Esa es una buena escena de la obra. Creo que ahí fue donde la historia me atrapó a mí.
Y el personaje, que casi aparece hasta el final, llamado «El Energúmeno», es quien las reúne a ellas y a otros personajes, pero no por bondad, sino porque les despierta sus instintos más crueles. Es un pordiosero que transita por la colonia y que de ser victimario pasa a ser víctima. La crudeza con que se narra su crimen y su posterior condena es impactante.
Hay imágenes que uno no puede olvidar, porque a pesar de que da pocas descripciones, los personajes quedan absolutamente dibujados y uno casi puede sentir su dolores, olores, imaginarse sus vidas.