Marí­a Cristina Vilanova


Los invisibles nos ven. Los olvidados nos recuerdan. Cuando nos vemos, los vemos. Cuando nos vamos, ¿se van?

A la derecha de la entrada principal del Cementerio General, en el mausoleo que la Universidad de San Carlos de Guatemala construyó para depositar los restos del ex presidente Jacobo írbenz Guzmán, se enterraron el pasado lunes las cenizas de Marí­a Cristina Vilanova viuda de írbenz.

Ricardo Marroquí­n
rmarroquin@lahora.com.gt

Nacida en San Salvador en 1915 y perteneciente a una de las principales familias del paí­s vecino, Marí­a Cristina se desvió del camino que seguramente se le habí­a planificado dentro de la oligarquí­a centroamericana y, el matrimonio con el entonces subteniente írbenz Guzmán la trajo a nuestro paí­s para jugar un papel importante dentro de la polí­tica nacional.

Revolución pequeñoburguesa, o como quieran llamarle a la Revolución del 20 de Octubre de 1944, este movimiento que aglutinó a militares, intelectuales, estudiantes, profesionales y ciudadaní­a en general, marcó definitivamente la historia de nuestro paí­s. Nos demostró, por un lado, la posibilidad real de plantear la solución a uno de los principales problemas que afectaba el desarrollo integral de la población a finales de la primera mitad del siglo pasado, y en la actualidad condena a miles de personas, sobre todo indí­genas, a la pobreza y miseria: la acumulación excesiva de la tierra en pocas manos.

No cabe duda que unos de los principales protagonistas de este hito en la revolución de «Nuestra América» fue Jacobo írbenz Guzmán; sin embargo, dentro del movimiento revolucionario, Marí­a Cristina Vilanova incidió de manera sobresaliente en las polí­ticas que el Gobierno implementaba con el objetivo de eliminar la desigualdad económica, polí­tica y social en Guatemala. Parece que no fue por gusto que la insidiosa e entrometida CIA le reconoció una postura polí­tica a la izquierda más radical que la de su esposo.

A la oligarquí­a recalcitrante de nuestro paí­s y al Gobierno estadounidense, la propuesta del Decreto 900 de Reforma Agraria fue demasiado. Bajo el calificativo de «comunistas», como si fuera algo en contra de la naturaleza humana luchar por la igualdad entre la población, írbenz y Vilanova tuvieron que abandonar el paí­s. Los «liberacionistas» entraron con el Cristo Negro como estandarte y el paí­s se sumergió nuevamente en la tiraní­a militar, terrateniente y oligárquica que nos mantiene en la pobreza hasta nuestros dí­as.

El pasado lunes, algunas personas acompañamos a Marí­a Cristina Vilanova en su último viaje desde el Salón Mayor del MUSAC hasta el Cementerio General. Fue un gesto de gratitud por su lucha como mujer revolucionaria. Lástima, mientras la derecha suena campanas y marchas fúnebres cuando mueren sus estrategas y voceros, la izquierda de este paí­s no ofreció la atención debida a Marí­a Cristina, como si no hubiera hecho mucho por nuestro paí­s.