Teatro popular con reminiscencias indí­genas en las fiestas patronales


Imagen de una representación del Gí¼egí¼ense o Macho Ratón, un drama nicaragí¼ense con raí­ces prehispánicas. FOTO LA HORA: archivo.

Un teatro popular de reminiscencias indí­genas se volcó esta semana a las calles de Diriamba, en una mezcla cultural y religiosa, principal atractivo de las fiestas patronales en que miles de nicaragí¼enses celebran a San Sebastián, a quien atribuyen poderes milagrosos.


Máscaras utilizadas en el drama Gí¼egí¼ense. FOTO LA HORA: archivo.

El Gí¼egí¼ense o Macho Ratón, el Toro Guaco, Los Diablitos, Las Inditas y otros personajes del folclore que tienen su origen en la colonia española, como una expresión de rebeldí­a de los indí­genas hacia los conquistadores, se presentan durante ocho dí­as en esta ciudad de estructura colonial, localizada en la llamada meseta de los pueblos, 50 km al noreste de Managua.

Estos grupos, integrados en su mayorí­a por fieles que pagan a San Sebastián algún favor recibido, danzan ataviados en vistosos trajes ante la mirada de cientos de personas que llegan de todo el paí­s e incluso del extranjero, quienes se aglomeran en las antiguas aceras de la localidad.

Los personajes del Gí¼egí¼ense o Macho Ratón van disfrazados de españoles, con máscaras blancas, ojos azules, barbados y rubios, y ropas de colores vistosos, lentejuelas, capas y altas medias.

También están los mestizos, representados con bigotes oscuros, sombreros de paja, calzan sandalias o van descalzos y llevan un chischil (sonajero) puntiagudo de metal.

Otros van descalzos, usan chalecos con lentejuelas y máscaras de caballo, con crin de mecate y también portan chischil metálico; mientras que las mujeres no llevan máscaras y usan vestidos largos, collares y aretes.

Esta obra del teatro popular que expresa el rechazo a la colonia española de manera burlesca e ingeniosa, fue declarada en 2005 por la UNESCO «Patrimonio Vivo, Oral e Intangible de la Humanidad».

Los personajes del Toro Guaco llevan un penacho adornado de flores de tela y plumas de pavo real. Bailan en cí­rculo con pasos hacia atrás y hacia los lados, en tanto los diablitos usan disfraces como la muerte, animales y personajes de las leyendas de espantos que abundan en el acervo cultural nicaragí¼ense.

Los instrumentos empleados en sus danzas son una suerte de sincretismo cultural de los pueblos indí­genas e influencia española que combina el tambor, la flauta, la guitarra, la marimba y los chischiles.

«Yo tengo 11 años de andarle bailando a Santiago. Mi mamá tení­a una enfermedad y se la di a San Sebastián y él me la curó de ese mal. Mi promesa ya la habí­a pagado, pero no he faltado (a la fiesta) hasta que Dios me lleve», dijo César Rojas, con un disfraz de la muerte.

La fiesta comenzó el lunes con una romerí­a de cinco kilómetros de Diriamba a Dolores, donde se da el llamado «tope» de los santos, en que se reúnen las imágenes de Santiago, San Sebastián y San Marcos.

En la ermita de Dolores los tres santos se juntan con la imagen de La Dolorosa, que les da la bienvenida en medio de repique de campanas, una salva de pólvora, aplausos y música de instrumentos de vientos.

En el primer dí­a de la fiesta, los feligreses instalan puestos de comida que reparten gratis como una forma de pagar alguna promesa.

Según la tradición, la celebración tuvo su origen en tiempos de la colonia con el hallazgo de las imágenes de Santiago y San Sebastián por indí­genas, quienes las llevaron al cura, quien las distribuyó en Jinotepe y Diriamba. Sin embargo, cada dí­a las imágenes cambiaban milagrosamente de ciudad para sorpresa de los fieles, que a su vez volví­an a cambiarlas.

El cura de Jinotepe les instó a cumplir la voluntad de los santos de permanecer en la ciudad elegida, por lo que al disponerse a regresar la imagen, vecinos de ambas ciudades se encontraron en el camino (pueblo de Dolores) con su respectivo santo dándose lo que se conoce como «el tope» (o encuentro).