Como símbolo del renacimiento de la capital angoleña tras 27 años de guerra civil, el «Palacio de hierro», restaurado por el constructor brasileño Odebrecht, es una estructura única diseñada por la escuela de Gustave Eiffel que ha resurgido del óxido y el abandono para convertirse en un centro cultural.
La recuperación económica de este país de habla portuguesa rico en petróleo, que le disputa a Nigeria el lugar de primer productor de oro negro del Africa subsahariana, se refleja en numerosas obras públicas en Luanda.
En esta tentacular capital, donde se refugiaron millones de angoleños que huían de la guerra, se construyen a diario nuevas carreteras y edificios modernos. En lugar de demolir sus edificios históricos dañados, la municipalidad decidió restaurarlos.
La historia del Palacio de Ferro conserva sus «misterios», señala Emanuel Caboco, del Instituto Nacional Angoleño para la Herencia Cultural. «No hay archivos sobre esta obra, pero pensamos que data de 1890», dice en declaraciones.
El edificio, construido en Francia por partes para Madagascar, habría sido interceptado por los colonos portugueses cuando el navío que lo transportaba fue obligado a atracar en la costa atlántica del continente, bloqueado por las fuertes corrientes de la Skeleton Coast.
Ante la falta de documentos de la época «es imposible decir por qué llegó aquí y no fue transportado hasta Madagascar», afirma Caboco.
«Pensábamos que había sido diseñado por Gustave Eiffel. Después supimos que por razones de fechas debía ser obra de uno de sus alumnos», añade.
La estructura de dos pisos parece haber sido utilizada como centro de exposiciones de arte hasta la partida de los portugueses al producirse la independencia de Angola en 1975.
Sin embargo el Palacio de Hierro, como la totalidad de los edificios de la época, cayó en vetustez durante la larga guerra civil que estalló con la independencia.
Con el correr de los años, numerosas personas errantes se refugiaron allí y hasta hace poco los habitantes de la capital utilizaban el terreno para estacionar sus vehículos en el corazón de una ciudad con un tráfico de pesadilla.
Tras dos años de obras financiadas por la firma paraestatal de extracción de diamantes Endiama, el Palacio levanta orgullosamente en la actualidad sus muros amarillos y sus balaustradas de acero, como un símbolo del renacimiento de la ciudad.
El constructor brasileño Odebrecht tuvo que comenzar por despejar las partes destruidas. «Luego aislamos, parte por parte, lo que quedaba del edificio», cuenta Alan Cunha, uno de los ingenieros que supervisaron las operaciones.
«Algunos pedazos estaban en buenas condiciones, pero otros tuvieron que ser reparados y los enviamos a Brasil por avión», indica.
Las piezas demasiado dañadas tuvieron que ser fabricadas en Rio de Janeiro ya que ninguna industria viable sobrevivió a la guerra civil en Angola.
Ahora que la restauración ha terminado los luandeses se preguntan para qué servirá la flamante estructura.
Según algunos, el Palacio de Ferro albergará un museo del diamante. Otros afirman que el piso superior ha sido acondicionado para acoger una cocina industrial y que el Palacio será transformado en restaurante.
La compañía Endiama no ha decidido nada. «La decisión debe ser tomada por el ministerio de Cultura. Son los responsables del proyecto. Lo único que nosotros hicimos fue aportar el dinero», dice Claudia Caldeira, portavoz de la empresa de diamantes. (AFP)