Sergi López roza la ubicuidad


Mucho menos mediatizado que españoles «de Hollywood» como Javier Bardem, Antonio Banderas o Penélope Cruz, el actor catalán Sergi López desarrolla una intensa carrera internacional por Europa que le ha llevado a batir un récord de seis rodajes en 2008, sin contar «Parc», pelí­cula francesa anterior que se acaba de estrenar en Parí­s.


Este hombretón jovial nacido hace 43 años en Vilanova i la Geltrú, al sur de Barcelona, desborda de energí­a y vive con intensidad cada momento, los buenos y también cuando le toca lidiar con una pierna rota en pleno rodaje o con la biopsia de la garganta que meses atrás le obligó a suspender las representaciones de su monólogo «Non solum» en el Teatro Nacional de Cataluña, en Barcelona.

Debutó en el cine en 1992 («La petite amie d»Antonio») de la mano del director francés Manuel Poirier, con el que ha rodado media docena de pelí­culas, encarnando, como en tantas otras ocasiones, a un hombre en apariencia ordinario.

Ahora, con una carrera de más de 40 tí­tulos en 16 años, el riesgo de encasillamiento no le quita el sueño. «Ya firmarí­a yo repetirme en los papeles y poder contestar «no te preocupes por mí­, has visto en qué pelí­culas»», asegura en conversación con la AFP en Parí­s.

Plebiscitado en 2006 por su terrible capitán Vidal de «El laberinto del fauno», del mexicano Guillermo del Toro, Sergi López sigue con los pies en el suelo y asegura que se lee todos los guiones que le llegan, más interesado por la entidad de cada proyecto que por una pretendida estrategia para construir una carrera.

No ha tenido ni tiempo material de ver terminadas sus seis últimas pelí­culas, un desafí­o a la imposibilidad de la ubicuidad que Sergi López asegura involuntario. El actor acepta recordarlas, empezando por la única que conoce concluida.

– «Parc», de Arnaud des Pallií¨res (Francia), con Jean-Marc Barr y Geraldine Chaplin, recién estrenada en Francia después de pasar por la última Mostra de Venecia.

– «Para mí­ es una parábola sobre el mundo occidental en el que nos parece normal que salga agua por el grifo, haya luz, calefacción, que nadie te mate. Habla del miedo, un concepto que los señores que dominan el mundo utilizan, miedo de un enemigo extranjero, de los afganos, de Irak, cuando en realidad el único peligro está en uno mismo. Es una pelí­cula incómoda».

– «Partir», de Catherine Corsini (Francia), con Krystin Scott Thomas.

– «De ésta me atrajo que poní­a en el guión «hacen el amor como nunca lo han hecho». ¿Y eso cómo lo traduces a imágenes? La historia es muy clásica, un paleta y una burguesa inglesa muy estricta se enamoran y a ella se le va la cabeza follando. A mí­ me interesaba esa búsqueda de tipo sexual en un estilo de pelí­cula naturalista».

– «Ricky», de Franí§ois Ozon (Francia). Seleccionada en competición en el próximo Festival de Berlí­n.

– «Un bombón de pelí­cula, una fábula que empieza como una de Ken Loach, una pareja con un hijo pequeño que tiene algo monstruoso. Mi personaje de padre no me parecí­a nada excepcional, pero la historia tiene un valor. También me ha pasado al revés. Bigas Luna me propuso un personaje que estaba muy bien pero la historia no me gustaba nada y le dije que no».

– «Es aquí­ on visc» (Aquí­ es donde vivo), de Marc Recha (España), con Eduardo Noriega.

– «Tengo un papel secundario, tí­o de un muchacho de 17 años que vive en el Besós, entre Barcelona y Badalona, un universo de huertos al lado de autopistas, de trapicheos con un pájaro cantor que concursa, de apuestas en canódromos… Un mundo que dentro de cuatro dí­as habrá desaparecido. A Recha no le gusta que los personajes hablen, si las cosas se ven no hay que decirlas».

– «Los últimos dí­as del mundo», de los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu (Francia), con Mathieu Amalric.

– «Con los Larrieu fuimos a competición a Cannes con «Pintar o hacer el amor». í‰sta es más grande, ruedan en Parí­s, Lyon, Toulouse, los Pirineos, Zaragoza, Barcelona, Irún, Tailandia, Canadá, en los Sanfermines de Pamplona. Mi personaje está muy bien. Soy un cantante de ópera homosexual que también se lo hace con las tí­as, incluida una guapí­sima que puede ser su hija. Es un momento turbulento, el mundo se acaba, la gente lo sabe y empieza a perder la cabeza, hay conflictos por todas partes, en Israel, Irán, ífrica, y los protagonistas se pasean en medio de este panorama apocalí­ptico».

– «La regata», de Bernard Bellefroid (Bélgica).

– «Â¡Me entiendo muy bien con los belgas! Son unos campechanos. Aquí­ soy el entrenador, y segundo padre, de un chaval de 17 años que hace remo y vive entre este mundo abierto, de amigos, y el de su padre en casa, de una enorme violencia».

– «Mapa de sonidos de Tokio», de Isabel Coixet (España), con Riuko Kikuchi, descubierta en «Babel», del mexicano Alejandro González Iñárritu.

– «Â¡Ah, escritura sexual y en Tokio! Escenas en que está escrito que hacen cosas, juegos sexuales. Ella es una asesina profesional que me tiene que matar y acabamos teniendo un rollo sólo de cama y luego enamorados. Para las escenas de sexo estábamos nerviosos los dos, allí­ desnudos delante del equipo, porque estaba escrito que ella se da la vuelta y él con la mano le hace y tal… Pero hubo mucha quí­mica, nos entendimos muy bien».

Ahora le va a tocar promocionar todas estas pelí­culas, pero no quiere seguir rodando a este ritmo endiablado. «Voy a hacer teatro, escribir, traducir mi monólogo al castellano para poderlo representar en Madrid, Sevilla, Argentina, Chile».

En medio de todo este trají­n todaví­a le quedó tiempo para doblar al narrador en un modesto documental vasco programado dí­as atrás por la televisión francesa, «Lucio», sobre un viejo anarquista navarro que conoció en Parí­s hace sólo unos meses. Toda una eternidad para él.