Guatemala en la Berlinale


El documental

El largometraje documental Coyote, del realizador Chema Rodrí­guez, ha sido seleccionado para participar, el próximo mes de febrero, en el programa oficial de la 59º edición del Festival Internacional de Cine de Berlí­n, considerado uno de los cinco más importantes del mundo.

Redacción Cultural
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A cargo del equipo hispano-guatemalteco responsable también de producir Estrellas de la Lí­nea (acreedora del segundo premio del público en la Berlinale 2006), el rodaje de Coyote se llevó a cabo a finales del año pasado.

«Me siento satisfecho, pero más satisfecho voy a sentirme si otra vez nos llevamos un premio», expresó Rodrí­guez, quien ha escrito y dirigido más de 40 documentales para la televisión de su paí­s. «Me interesan las historias pegadas al suelo, con episodios reales y personas de verdad; retratar al ser humano en toda su complejidad, mostrando cómo lo mejor y lo peor de nosotros sobresale ante situaciones crí­ticas», dijo.

Coyote cuenta la historia de Maco, traficante de indocumentados poseedor de un reconocido prestigio por la singular técnica que utiliza para pasar inmigrantes a través de México hacia Estados Unidos. Sus clientes viajan con identidad y documentación falsa, sin apariencia de mojados y simulando ser alguien respetable de viaje por su propio paí­s.

Un trí­o de chapines sin papeles, Yoli, Claudia y Cara de gí¼isa, complementan el elenco en esta aventura ilegal en pos del llamado «sueño americano». Como un auténtico director de escena, Maco les inventa biografí­as, objetivos, necesidades y, principalmente, toda una parafernalia de contratos, tarjetas, documentos y accesorios que otorgan verosimilitud a las motivaciones de cada viajero.

Alrededor de medio millón de centroamericanos intentan, cada año, cruzar de manera clandestina la frontera sur de Estados Unidos. Para lograrlo, y dependiendo de la ruta, emprenden un viaje que en el mejor de los casos durará varias semanas, y durante el cual deberán sortear los controles de la policí­a mexicana, a los pandilleros que los obligan a pagar un impuesto de «protección», a los asaltantes organizados que acechan a lo largo del recorrido, al «tren de la muerte», al desierto, a los paramilitares y a las patrullas de vigilancia norteamericana.

Tres de cada cuatro se quedan en el camino sin alcanzar la frontera siquiera; antes son detenidos, asaltados, mutilados por las ruedas del tren, o muertos. El resto consigue su objetivo de pasar al otro lado: a ellos les espera una casi segura deportación.