Medio siglo de Revolución Cubana III


En el primer artí­culo escribí­ sobre el carácter ejemplar de la Revolución de Cuba y algo de los cambios estructurales económico-sociales habidos y respecto a su paso del capitalismo al socialismo y a la amistad que sostuvimos Ernesto Guevara (el CHE) y yo. En el segundo artí­culo relaté en parte cómo conocí­ de cerca el desarrollo del mencionado proceso revolucionario, trabajando en Cuba desde finales de 1973 a 1980.

Alfonso Bauer

En el presente artí­culo comentaré cómo funciona el Ministerio de Justicia en un paí­s donde la delincuencia es excepcional, el orden público lo preservan los mismos ciudadanos y ciudadanas, con sus servicios voluntarios prestados a los Comités de Defensa a la Revolución y se evita la inclinación de jóvenes y adultos a llevar una vida viciosa, por la existencia de abundantes centros de recreo sano, con instalaciones para practicar deportes o cultivar artes, ciencia, filosofí­a.

Pero antes de ocuparme del servicio administrativo de justicia, considero oportuno divulgar el descubrimiento que hice al estudiar en el Ministerio de la Industria de la Alimentación, la Constitución de Cuba de 1940, la cual estaba en parte vigente. Y al leer varios de sus preceptos me pareció que ya tení­a conocimiento de ellos y, de pronto, me acordé de la Constitución de Guatemala (la de 1945) y la comparé con la cubana de 1940 y comprobé que los diputados del Congreso Constituyente guatemalteco copiaron varios artí­culos de aquella Constitución Cubana.

El Ministro de Justicia me incorporó a la Dirección Jurí­dica -en la que laboraban más de cien abogados- El compañero cubano de trabajo con quien tení­a responsabilidades iguales era el Doctor en Derecho, Raúl Gómez Treto, quien no ocultaba ser católico practicante y a quien le pregunté como es que estaba en Cuba y no se habí­a marchado, sabiendo que el Gobierno revolucionario era ateo, me respondió haber decidido quedarse en su patria, porque el régimen revolucionario no perseguí­a a los ciudadanos o ciudadanas por sus creencias religiosas, y porque estaba implantando en toda la Isla, tanto la justicia civil, como la social y, además, más que marxista la Revolución era genuinamente martiana y por ello ya Cuba era un paí­s soberano, libre, probo, en el que a diario se fortalecí­an los derechos humanos y la igualdad, abatiendo constantemente todo tipo de discriminación racial, económica, social o de género.

Además de Gómez Treto, laborábamos con otro jurista, chileno exiliado, Héctor Behm. A este trí­o se nos confiaban el estudio de problemas importantes. Uno de ellos, además con la participación, del abogado Martí­n del Junco, fue el estudio del Sistema Electoral de una Democracia Socialista. Es importante saber que conforme a este sistema el voto no es obligatorio, y no obstante durante los siete años que viví­ en Cuba los í­ndices de abstención fueron bají­simos Y así­ ha seguido siendo. Nos sirvió de guí­a para nuestra iniciativa, el pensamiento de Martí­ expuesto en 1887, desde Nueva York, al Director del periódico «El Partido Libre de México», en la carta que le envió cita las anomalí­as de las elecciones de los Estados Unidos y de las disposiciones legales que las permiten y termina proponiendo para Cuba normas jurí­dicas, libres de los vicios y corruptelas de la politiquerí­a.

Otra caracterí­stica importante del sistema socialista es el de la coordinación entre los ministerios e instituciones públicas, así­ el Ministerio de Justicia coadyuvaba con el superministerio encargado de los asuntos laborales, el Comité Estatal de Trabajo y Previsión Social, en la preservación de la justicia laboral, y dicho Comité Estatal acogí­a solidariamente esa colaboración y a este guatemalteco desterrado en la patria de Martí­ y de Fidel le correspondió prestar esa asesorí­a, lo que le fue reconocido registrando su nombre en un listado de juristas que han aportado conocimientos e innovaciones al Derecho del Trabajo en Cuba. Reconocimiento que también merecieron Manuel Galich y Guillermo Toriello Garrido, por sus eficientes servicios, el primero como catedrático universitario, de Historia de América Latina y en la Casa de Las Américas, como dramaturgo y ensayista y, el segundo, en Derecho Internacional.

En fin, 50 años después, a la faz del mundo ha quedado registrada en la Historia Universal la gesta de la Revolución Socialista de Cuba y sus realizaciones: Reforma Agraria, acceso fácil y barato a la vivienda, alfabetización total, gratuidad de la educación y de los servicios de salud, posibilidad real de construir un proyecto de paí­s, con voluntad polí­tica para hacer cambios económico-sociales y polí­ticos en beneficio de las grandes mayorí­as de población.

Conquistas que se mantienen a pesar del derrumbamiento del sistema comunista de la Unión Soviética, que habí­a sido el mejor aliado de la Revolución Cubana y del criminal bloqueo de los gobiernos de los Estados Unidos de América, el Imperio más poderoso del mundo y que ha causado al heroico pueblo cubano ingentes daños y una pérdida de por lo menos 224 mil millones de dólares. Y no obstante, Cuba mantiene impoluta su soberaní­a y constante su solidaridad con el género humano por medio de los gratuitos servicios médicos, deportivos y de educación que brinda a miles de miles de habitantes, no sólo del Continente americano, sino también de Asia y de ífrica.

¡ALBRICIAS!, Cuba. ¡Que vuestro guí­a, Fidel Castro -faro orientador de quienes luchan por la libertad, la independencia, la igualdad y la justicia, como en Guatemala los revolucionarios del Frente Popular por la Soberaní­a, la Dignidad y la Solidaridad (Frente Popular SDS)- recupere totalmente su salud, para bien del pueblo de Martí­ y de otras partes del orbe, especialmente de Nuestra América!