Los Estados Unidos de América son un emporio de producción de todo para los diversos usos de sus millones de habitantes y de millares de millones del resto del mundo y, además, una democracia ejemplar, admirable y envidiable, pese a que ciertos actos que sus adversarios le atribuyen, sobre todo los enemigos de dicho sistema y los terroristas que preocupan aun a mortales inocentes como los niños, las mujeres y los ancianos que nada tienen qué ver con el belicismo.
En los países pobres de la América Latina y virtualmente en los de otras latitudes mucha gente, hombres y mujeres, que acarician el llamado «sueño americano», pero no todos para trabajar con verdadero esfuerzo y buen comportamiento en toda forma.
Hay quienes abandonan el suelo patrio para aventurar; para cambiar de ambiente, y eso, pues… puede se considerado muy natural entre los seres humanos.
Lo grave y reprobable es que saltan los bordes territoriales numerosos, realmente numerosos individuos proclives a la comisión de hechos criminales; de hechos delictivos de todo calibre. Son los que han provocado las indeseables pero explicables e incluso justificables masivas deportaciones a sus países de origen.
Sólo Guatemala ha tenido que recibir «hasta» con demagogia de los marrulleros de la nociva politiquería cerca de 30,000 «mojados» (indocumentados) el año pasado, y en el 2007 a otros tantos.
Las constantes y numerosas deportaciones estadounidenses hacia los países que sufren pobreza, miseria, hambrunas, repudiables acciones de desorden, de relajos de politiquientos (enfermizos) en las vías urbanas y extraurbanas, así como la escandalosa y cada vez más descarada e impune corrupción de diputados y de otros funcionarios públicos de diferentes jerarquías, ocasionan -esas deportaciones- serias, muy serias complicaciones en el seno de la sociedad; de una sociedad que se mantiene en permanente zozobra, expuesta a los asaltos, a los secuestros, a las extorsiones y a los asesinatos. Desgraciadamente, casi todos los forajidos, por demás desalmados más tardan en ser aprehendidos por la policía que en salir libres, campantes y como estimulados para seguir cometiendo sus fechorías.
Las autoridades de migración, que equivale a decir el gobierno norteamericano, deben comprender las situaciones que están provocando especialmente en los países amigos, tercermundistas, y parar en seco, de una vez por todas, las deportaciones que están haciendo indiscriminadamente.
Santo y bueno que saquen de sus fronteras a los migrantes de mal comportamiento plenamente comprobado, pero no a los que han llegado desde hace años a prestar sus servicios honradamente, con mucho esfuerzo, por lo regular devengando salarios que están por debajo de los preceptuados por la ley laboral.
Es de desear y de esperar que el nuevo gobierno que va a instalarse el 20 de este mes tenga cambios positivos y que resuelva convenientemente lo inherente a la migración de los indocumentados y que deje en paz, sin problemas migratorios, a los que tienen determinado tiempo de contribuir con su trabajo al progreso de los Estados Unidos de América.