El mundo es testigo de las brutales acciones israelíes en Gaza y asombrado se pregunta por qué la comunidad internacional no puede parar la matanza de palestinos. Luego de dos días de reuniones del Consejo de Seguridad de la ONU, 6 y 7 de enero, Estados Unidos sigue ejerciendo su veto, como miembro permanente, para evitar una resolución que permita tomar acción y continúa exigiendo concesiones para Israel como «premio» a su sangrienta y cobarde guerra.
Más de 150 países de los 192 miembros de las Naciones Unidas manifestaron explícitamente su condena a Israel por violar el derecho internacional, particularmente el derecho humanitario, y el relativo a los derechos humanos. Cobardes ataques con aviones, tanques y artillería contra principalmente población civil inocente han tenido resultados espeluznantes: más de 600 muertos, incluidos mujeres y más de 100 niños, algunos que se encontraban en una escuela de la ONU; miles de heridos; viviendas, edificios, hospitales, escuelas e infraestructura destruidos; falta de alimentos, agua potable, medicinas, electricidad y otros servicios; y violaciones flagrantes de los derechos humanos, incluidos castigos colectivos. Las políticas y acciones de Israel en el territorio palestino ocupado, particularmente hoy en Gaza, son claramente genocidas y demandan la acción de la Corte Penal Internacional.
Las guerras «modernas» son cobardes e inhumanas. Quienes tienen las maquinarias asesinas las lanzan contra objetivos militares -personas armadas mínimamente- y población civil inocente, cuyas mayoritarias bajas suelen ser tipificadas como «daños colaterales». Si Israel supone que un dirigente enemigo se encuentra en su casa, envía un avión para bombardearla con cohetes, sin importar cuántas mujeres, niños y no militantes vivan en ella. El número no importa, porque en la mentalidad genocida, mientras más mueran será mejor. Uno se pregunta si esos «valientes» pilotos tienen alguna vez remordimientos o si, por odio, no les importa.
Así como Bush echó por la borda la simpatía y la solidaridad mundiales luego del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 al recurrir a políticas terroristas y violatorias de los derechos humanos en su «guerra contra el terrorismo», de igual manera Israel ha sacrificado la simpatía y solidaridad de los pueblos con el pueblo judío luego del Holocausto ejecutado por los nazis. Por ello, los dirigentes occidentales, que hoy siguen siendo extorsionados por su falta de coraje para defender a los judíos de la barbarie nazi, deben superar su sentimiento de culpa y poner freno a las políticas y acciones genocidas de Israel.
Frenar a Israel corresponde no solamente a las grandes potencias, si bien tienen ellas la responsabilidad principal, sino también a los demás países, grandes o pequeños. No todos tendrán la determinación de Venezuela, que ha expulsado a los diplomáticos israelíes del país; pero hay una acción que todo país puede hacer, sea Guatemala, Sudáfrica o la India: retirar a su Embajador de Israel, porque ningún interés ni consular ni comercial es más importante que el respeto a la vida y al derecho internacional. Es tiempo de demostrar a Israel que se ha ganado un lugar como paria en la comunidad internacional.