50 años de revolución cubana para el mundo


La importancia de fin de año es relativa. Es un ciclo determinado por la imposición del calendario gregoriano como medida de tiempo. La invasión ibérica no preguntó por otras formas de entender la vida, ni el tiempo. Los españoles dejaron de lado e invisibilizaron el milenario conocimiento cientí­fico de los pueblos mesoamericanos previo a 1524 acerca del tiempo, incluso intentaron destruirlo por medio del genocidio de la población indí­gena y de la quema de sus códices, libros y escritos. Casi cinco siglos de historia de opresión en nuestro paí­s hacen que oficialmente el fin del ciclo anual solar sea el dí­a de hoy, como lo han adoptado la mayorí­a de elites dominantes de los paí­ses en todo el mundo y como resultado, sus poblaciones también.

Pablo Siguenza Ramí­rez

Pero para miles de comunidades en Guatemala, si bien el 31 de diciembre es un sí­mbolo del fin de uno de los ciclos, también otras fechas son trascendentales en el ordenamiento de la vida y su concepción a partir del tiempo. Entre el 22 y 23 de febrero el calendario solar maya da paso de un año a otro, por eso vemos importantes ceremonias en los centros sagrados como Kaminaljuyú o en la mayorí­a de altos cerros en el área rural. El calendario lunar maya es otro conteo del tiempo en el mismo espacio mesoamericano. Cada año hay una o dos celebraciones de cambio de ciclo, en el dí­a Waxaq»ib Batz». La luna es comprendida por la cosmovisión maya como un elemento de la naturaleza que influye determinantemente en muchas áreas de la vida como la salud, la agricultura, la construcción, la reproducción, etc. En otras regiones del mundo, por ejemplo China, India o Tailandia, las poblaciones indí­genas tienen sus propias formas de contar el tiempo atendiendo a milenios de conformación de la vida social y la concepción del mundo.

Para nosotros el uso del calendario gregoriano marca periodos de 365 dí­as. Los lustros, las décadas y los siglos son las dimensiones en que medimos el tiempo largo. Y siempre el fin de año implica la certeza del inicio de otro. Por eso la necesidad de terminar bien un ciclo para iniciar bien el otro. De allí­ la tradicional fiesta de Año Nuevo, la preparación de una cena, el vestido de ropa nueva, comerse doce uvas a la par de los primeros doce segundos del nuevo año. También existe la creencia de que lo que se hace a media noche marcará las esferas de la vida en la que mejores vivencias se tendrán: hay gente que debe tener dinero en el bolsillo del pantalón para asegurar, según la fe, que abundará el dinero en los siguientes doce meses, o que si se vive una noche romántica de fin de año, es seguro que el amor o por lo menos el placer sexual estarán garantizados en la mayorí­a de los dí­as por venir.

En todo caso, más allá de las supersticiones que le agregan un poco de sabor al fin de año, estas fechas tienen significados importantes por los momentos históricos que han sucedido y concretamente quiero referirme a dos sucesos, que con sus diferencias, son un referente para entender como poblaciones muy cercanas a nuestro paí­s están construyendo y buscando nuevas respuestas a la búsqueda de bienestar para la población. Tanto el levantamiento zapatista del 01 de enero de 1994 como el triunfo de la revolución cubana el 01 de enero de 1959 se han convertido en experiencias concretas de vida fuera de la determinación de las potencias mundiales y del imperio norteamericano. Niegan la certeza y la convención mundial de que la historia acabó y el modelo de vida a seguir será regido por la economí­a de mercado y la democracia liberal. En este último dí­a de 2008, un saludo al pueblo indí­gena de Chiapas y especialmente un abrazo solidario al pueblo cubano por 50 años de construcción revolucionaria.