Pasando revista de los acontecimientos de este año que se va, pero pensando en el futuro, siente uno el aterrador presentimiento de que en los próximos doce meses volverá a Guatemala para solventar su situación y dejar «limpio su nombre» Jorge Serrano Elías, quien además de las acusaciones de corrupción tendría que enfrentar cargos por el delito de violación de la Constitución de la República. En ambos casos, los de corrupción y el vinculado con el autogolpe, tiene alentadores precedentes que le allanan el camino para su triunfal retorno a esta dolorida patria.
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En efecto, casos como el de Alfonso Portillo son suficientes para demostrar que en Guatemala los que pasan por el poder no tienen por qué rendir cuentas de la forma en que manejaron los recursos nacionales, cuanto más en casos como el de Serrano quien usó para su propio beneficio «sus» confidenciales, como él solía decir al respecto de esa jugosa partida que engordó no sólo su billetera sino de quienes antes que él tuvieron acceso a millonarios fondos. Sin ánimo de justificar ni defender a Serrano, hay que decir que en su tiempo al menos existía en el Presupuesto una partida para esos gastos y se conocía su monto, mientras que luego de la reforma constitucional de Ramiro que eliminó las partidas de gastos confidenciales, nadie supo más cuánto se embolsaron los mandatarios porque todos lo hicieron recurriendo a las partidas secretas del ejército como caja chica para disponer de millones que nunca se podrán contabilizar ni nadie podrá establecer su monto real.
En el caso de la violación de la Constitución, su vicepresidente Espina le allanó el camino y demostró que es fácil librarse de la pena de ese delito porque se puede conmutar fácilmente. Además, demostró que solventado así el antecedente criminal, puede convertirse en asesor de gobernantes porque es el papel que Espina juega actualmente, sobre todo con Espada quien le consulta con periódica frecuencia.
Serrano tiene su vida hecha en Panamá y podría parecer que tiene poco interés por volver a Guatemala, pero conociendo su personalidad, nada raro sería que manteniendo sus negocios en el país canalero, decidiera abrir espacios de nuevo en Guatemala a partir de acciones que le resuelvan su situación penal. Entiendo que sus hijos se han casado en Panamá y que sus nietos serán panameños casi en su totalidad, pero la tentación de liquidar de una vez todo vestigio de problema y garantizar que puede no sólo volver a Guatemala sino hacer negocios en nuestro país, será un aliciente muy grande para que pueda seguir los pasos de aquellos que han vuelto sin el menor problema luego de hacer una efímera presentación en los tribunales en los que se asegura de antemano la componenda para lograr la libertad mediante alguna medida sustitutiva.
Si alguna duda había en el país respecto a la forma en que se maneja la justicia, este año fue contundente para demostrar que la misma no tiene el menor sentido, que no hay aplicación de la ley y que la norma en nuestro caso es que quien la hace no la paga.
Serrano se ha mostrado últimamente más en contacto con Guatemala y emite declaraciones que confirman su interés por lo que pasa aquí. Su vuelta, en ese sentido, parece el acontecimiento anunciado para el año entrante.