Un poco de Historia (Parte II)


La alianza que durante la guerra habí­a permitido luchar a Estados Unidos y Rusia estaba ahora en peligro. A pesar de que los dos máximos jefes militares de los aliados los generales McArthur y Eisenhower no estuvieron de acuerdo con el lanzamiento de las bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, prevaleció la visión británica de demostrar al mundo quién era el verdadero dueño del poder.

Carlos E. Wer

Tan temprano como 1945, el proyecto británico de reconstruir el imperio dio inicio. Se crearon la CIA y las «operaciones encubiertas». Primero fue Irán. Mossadegh fue derrocado con ayuda de la CIA, quien impuso a Reza Pavlevi el Sha de Irán. El petróleo estaba asegurado. En el continente americano, un pequeño paí­s, Guatemala que habí­a vivido 14 años bajo la dictadura del General Ubico, entusiasmados por la fraseologí­a de la democracia que habí­a derrotado al fascismo, lograban iniciar un proceso de rescate de su soberaní­a llamado entre los guatemaltecos la «Revolución de Octubre de 1944.

Construir una democracia capitalista moderna, no satisfizo a los poderes que planificaban la construcción del imperio de la «nueva Era». No podí­a permitirse a un paí­s como el nuestro tercermundista que pretendiera ser dueño de sus propios recursos y utilizarlos para favorecer a su pueblo. No, era un pésimo ejemplo para el resto de paí­ses, que de seguirlo harí­an sumamente difí­cil para las empresas estadounidenses (que se convertirí­an en las actuales enormes transnacionales, el operar con los niveles de beneficio (usurero) acostumbrado. Máxime cuando, acostumbrados a rediseñar la geografí­a europea, los planificadores de las «7 hermanas» que controlaban un alto porcentaje del comercio mundial, habí­an diseñado de acuerdo a sus intereses de controlar las materias primas, 31 paí­ses en este Nuevo Continente (la crisis boliviana actual, es una muestra de ello).

Los desclasificados de la CIA, nos demuestran hoy la verdad del montaje del «comunismo» en Guatemala, para derrocar al presidente visionario Coronel Jacobo Arbenz Guzmán Para ello usan a un militar mercenario, el coronel Carlos Castillo Armas, quien en la lista de los «agentes» de la CIA se identificaba con el nombre de «Calligheris». Los aviones P-47 proporcionados por los Estados Unidos a los invasores, despegaban tanto de las bases militares de Honduras como de Nicaragua, para venir ametrallar y bombardear ciudades guatemaltecas, mientras en tierra, la hábil campaña psicológica dirigida por el embajador estadounidense John Peurifoy, doblegaba el ánimo de la cúpula militar que veí­a más el peligro de la pérdida de sus posiciones, que la amenaza a nuestra soberaní­a nacional.

Arbenz cede a la presión de los intereses estadounidenses y renuncia a la presidencia obtenida en elecciones libres. La cúpula militar se alí­a al invasor y acepta formar una sola unidad con sus miembros.

Es el momento en que la acción de la Compañí­a de Caballeros Cadetes de la Escuela Politécnica al atacar y vencer al mal llamado Ejército Liberacionista, no solamente escribe la página más limpia y heroica de nuestra historia, por cuanto es escrita por adolescentes, quienes no comprendieron la dimensión de su acto, ni las verdaderas fuerzas tras los mercenarios, fuerzas que representaban el poder polí­tico y económico más poderosos del mundo.

Ese acto de heroí­smo patriótico, transmite su testimonio retratando el espí­ritu de los cadetes en el cumplimiento de un sagrado deber: la defensa de la soberaní­a, la dignidad y el honor de su Patria.

Cincuenta y cuatro años han transcurrido desde aquella madrugada del 2 de Agosto de 1954 y las formas de dependencia, de explotación y sumisión se han convertido en más sofisticadas. La soberaní­a, por la que habí­a ofrendado su vida los jóvenes cadetes, se habí­a convertido en «limitada», obligada por los intereses que mantienen aún la explotación de los recursos naturales del paí­s, sin que su beneficio se refleje en el progreso y el desarrollo humano de su población.

Las mismas fuerzas que interrumpieron el proceso revolucionario guatemalteco, imponen actualmente las polí­ticas de ese sistema británico de explotación. Esas mismas fuerzas impiden que el paí­s pueda encontrar respuestas a sus múltiples problemas.

Ese es el mensaje que la gesta del 2 de agosto de 1954 lega a las generaciones posteriores: la obligación de defender la soberaní­a, la dignidad y el honor de nuestra Patria. Mensaje que hoy, cobra una actualidad e importancia, ante la pérdida de ellas y la entrega de nuestro territorio al saqueo y la explotación.