Que esquiva resultó la paz


Cuando vemos que al dí­a de hoy tenemos más muertos por la violencia criminal que los que tení­amos durante los años del conflicto armado interno y nos damos cuenta que estos no dejan de ser polvos de aquellos lodos, tenemos que reconocer que esa ansiada paz nos está resultando demasiado esquiva y hay que buscar y entender las razones de lo que nos ocurre. En efecto, para empezar debe remacharse algo dicho hasta el cansancio pero que no hemos querido componer, y es que el aparato de la impunidad fue montado durante la guerra para proteger a los agentes del Estado que se enfrentaron a la guerrilla y una vez terminado el conflicto, ese aparato se mantuvo intacto y quienes lo conocí­an y le sacaron raja en aquellos tiempos, lo siguieron usando pero ya no para fines de Estado sino simplemente para cubrir sus acciones dentro del crimen organizado.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Yo no me cansaré de decir que los acuerdos de paz fueron a la postre secuestrados por las autonombradas partes, porque al fin de cuentas todos fuimos parte de ese conflicto por lo que nos tocó sufrir. Pero únicamente el gobierno y la guerrilla, en su calidad de partes, tomaron las decisiones y la peor y más funesta fue la que impidió que el pueblo se hiciera cargo de los acuerdos de paz, que los conociera y los asumiera como compromiso de la sociedad, dejándolos únicamente a cargo de esas «partes» que en el fondo no tení­an interés por concretarlos.

Porque unos y otros querí­an nada más ponerle fin al conflicto y, en el caso de la insurgencia, normalizar su presencia en la sociedad con la posibilidad de participar en la repartición del poder mediante los acuerdos polí­ticos. Pero la sustancia de los acuerdos en materia económica y social, en la democratización de las instituciones, en el reconocimiento de los derechos de los pueblos indí­genas, en el tema agrario y en la construcción de los grandes acuerdos nacionales, fue enterrada sin que nadie se ocupara de mantenerle en vigencia.

Si algo se reconoció a los acuerdos de paz en Guatemala era que abordaron las causas del conflicto armado interno y establecieron una hoja de ruta para corregir situaciones crí­ticas que habí­an dado lugar a la lucha armada, a la exclusión que terminó provocando la guerra. Pero lamentablemente una cosa fue la letra muerta y otra la acción porque nunca llegamos a implementar con propiedad, no digamos con entusiasmo y visión futurista, todo lo que se acordó previo a la firma de la paz.

El debilitamiento de las instituciones se suma ahora al sistema de la impunidad para alentar la existencia de muchas formas de crimen organizado que tienen al paí­s de rodillas. Urge romper el manto de la impunidad porque es la cuna de la violencia y para ello hace falta retomar ideas de los acuerdos de paz, pero más aún, urge un liderazgo nacional capaz de convocar a todos los sectores del paí­s para que emprendamos una cruzada en contra de la violencia, del crimen organizado, del narcotráfico y de todos los flagelos que se unen en contra de los guatemaltecos. La paz es hoy una palabra vací­a porque al final no importa si la gente muere por violencia polí­tica o violencia criminal. Los esbirros son los mismos, los sicarios tienen el mismo origen y hay que enfrentarlos con valor y entereza para terminar con esta etapa oscura de nuestra historia.