Carlos Solórzano es un dramaturgo guatemalteco, pero que ha realizado toda su labor literaria en México. En esta ocasión, comentaremos una de sus obras breves, titulada Los fantoches. Trata sobre los tradicionales fantoches de México, que son una especie de piñatas con pólvora para que los niños puedan hacer estallar. Habitualmente, se quema un fantoche para semana santa que represente a Judas Iscariote, pero existen otras figuras tradicionales, como el cabezón, la muñeca, el viejito, etc.
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La obra de teatro consiste en un cuarto donde se encuentran varios fantoches: una mujer, un joven, un artista, un cabezón, un viejito y un judas. Un hombre anciano es quien hace a los fantoches, y una niña escoge diariamente a uno para hacerlo estallar.
Primero escoge al azar a Judas; de forma curiosa, los fantoches ven por la ventana a ver qué pasa con él, y observan su trágico final, llenándose de angustia, y preguntándose por qué el anciano permite eso.
Al llegar nuevamente la niña, escoge desea escoger otro fantoche, pero no al azar. Todos tienen miedo de que sean los elegidos. Al final, es el artista el de la suerte. Los fantoches escuchan cómo lo hacen estallar.
Nuevamente, entra la niña y quiere escoger al azar al próximo fantoche; empieza a dar vueltas en el escenario con el dedo hacia el frente, y escogerá al que señale al dejar de dar vueltas. La niña se para y señala hacia el público.
Por las características que presenta el drama, se considera que es conveniente realizar una crítica marxista, ya que la obra denota una alegoría de la sociedad, tal como lo manifiesta en la descripción de sus personajes:
Personajes:
EL VIEJO QUE HACE A LOS MUí‘ECOS
SU HIJA (Niña)
LOS FANTOCHES
LA MUJER (Que ama)
EL JOVEN (Que trabaja)
EL ARTISTA (Que sueña)
EL CABEZí“N (Que piensa)
EL VIEJITO (Que cuenta)
EL JUDAS (Que calla)
Lugar: Este mundo cerrado.
En Los fantoches están representados los sectores de la sociedad que han representan al proletariado. La mujer representa a todas las mujeres; el joven, a los obreros; el artista, a los artistas; el cabezón, a los intelectuales; el viejito, a las personas de la tercera edad, y el judas, a los marginados. El viejo que hace a los fantoches es la figura de Dios, y la niña representa a la muerte.
Según las visiones de cada personaje, se pueden infereir las diferentes concepciones de trabajo.
El joven tiene el trabajo de golpear un tambor:
JOVEN: No hay que perder el tiempo. A trabajar. (Se sienta y se apodera de un tambor. Con este tambor, a veces sonoro, a veces sordo, expresará el latido del corazón y la naturaleza de sus emociones.)
El artista también tiene trabajo, aunque más bello, según sus palabras. Cambia los colores violetas de su traje por el rosado; al siguiente día, cambia el rosado por el violeta.
El viejito cuenta papeles de colores que han quedado de los fantoches que han desaparecido por la explosión. Los guarda y los cuenta; los atesora.
El cabezón tiene el trabajo de pensar, de encontrar el porqué de las cosas.
La mujer, aparentemente, no tiene trabajo establecido. A media obra, pide al viejito que elabora fantoches que le dé un muñeco, para que ella lo cuide. Sólo judas no trabaja de los fantoches.
Con base en estas descripciones de trabajo, se puede establecer cuál es la estructura social que Solórzano plantea en la obra.
Para el joven, el trabajo es sólo si produce ruido. Cuando discute con el artista éste le indica que lo que él hace también es trabajo, y, enojado, el joven empieza a hacer sonar más duro su tambor.
La visión de la mujer es misógina dentro de la obra, ya que ésta tiene un vestido por el que se le salen los alambres, lastimando a cualquiera que se le acerque. Ella anda en busca de quién la abrace, pero nadie quiere. Ofrece besos a cambio de trabajo, pero nadie está interesado.
Sólo, ya encaminada la obra, logra que el joven se le acerque, quien, a pesar de que se siente lastimado por los alambres de la mujer, decide continuar, ya que se encuentra excitado.
Fruto de esta unión, el viejo que realiza fantoches le otorga a la mujer un pequeño fantoche, el cual le proporciona su razón de ser, ya que se siente con la obligación de cuidarlo. Esta visión machista es la que fundamenta el papel de la mujer dentro de la obra.
Tanto para el joven como para el artista, el mundo debe transformarse, como dicta la teoría marxista. Sólo que, la diferencia es que, para el joven, el trabajo que transforma es el del obrero, y para el artista, por supuesto, el arte.
Sin embargo, existe en el artista una concepción de inutilidad de su obra. Cuando descubren el fin trágico que les espera, el artista expresa una propuesta, que podría representar a los artistas del Romanticismo:
Si se ha de ser nuestro fin, vamos a juntarnos todos, acerquemos a nosotros una cosa encendida y volaremos por el aire en un solo estallido, como una bomba gigantesca y todos esos como nosotros a quienes el viejo no ha puesto aún el terrible cartucho en el centro del cuerpo y mil rayas de colores y tus papeles y tu vestido con picos… Talvez ésa… es la única libertad que podemos desear.
El artista luego fue escogido para hacerlo estallar, con lo cual se denota la concepción del autor sobre los artistas en la vida real, que son los primeros en sacrificarse, y que la sociedad no los apoya.
El cabezón se debate en tratar de comprender la naturaleza de las cosas. Consciente de que debe pensar, aunque no sabe en qué, pide silencio a los demás fantoches.
Luego, el artista le proporciona una pista, ya que le dice que los fantoches han sido rellenados de un polvo, que está guardado en una caja que dice «peligro, explosivo «.
El cabezón, con esto, empieza a reflexionar sobre la naturaleza de su cuerpo. Pero, al observar la explosión de Judas, los estudios, que podrían clasificarse en Biología, pasan al campo de la Filosofía, ya que empieza a preguntarse sobre el ser y sobre el porqué de la existencia.
Luego, al darse cuenta de que el viejo que hace fantoches no hace nada por proteger a sus creaciones, empieza a tratar de entender sobre la naturaleza de sus acciones (o no acciones),con lo cual, sus pensamientos se acercan más a la Teología. Por último, al darse cuenta de que en cualquier momento él podría morir, el cabezón empieza a pensar sobre su vida misma.
El viejito es, como se indicó, la representación de las personas de la tercera edad, que ya no tienen vida laboral, y que únicamente guardan recuerdos de lo que fue su vida, como en la obra que el viejito guarda papeles de colores de otros fantoches, y los cuenta varias veces.
Para el resto de los fantoches, la explosión le parece una atrocidad, pero para el viejito le parece un fin lógico, incluso necesario. í‰l no se aleja de la posibilidad de que la niña lo escoja para prenderle fuego; en cambio, hasta le pide que lo haga. Sus meditaciones van en torno al porqué no se le ha hecho explotar.
El Judas representa a los marginados. Entre los fantoches corre una voz de que él era un traidor o algo así; no están muy seguros de que lo sea. El viejito dice que no puede ser traidor, ya que él estaba antes de que llevaran a judas, y nunca lo vio cometer traición.
El Judas calla, no se queja y se deja llevar sin oponer mucha resistencia para que sea explotado. Indica que fue la sociedad quien lo clasificó como traidor, como malo; es decir, está marginado por los mismos fantoches, en un proceso histórico, sin saber exactamente las causas.
El viejo que hace a los fantoches se describe como un viejo sacerdote o monje, indicando que ésta es la figura de Dios, pero la que ha expuesto la religión.
Dentro de la obra, Dios es un viejo sordo, que no escucha las quejas, y que no hace nada por proteger a su creación. Es cierto que ha creado a los fantoches a su imagen y semejanza, pero no por ello significa que se sienta ligado sentimentalmente a ellos.
La imagen de Dios no es lejana, pero sí es completamente inútil. El cabezón le recrimina por qué desde que se fabrica un fantoche se le instala la pólvora y el mortero que los hará estallar, indicando que desde que se nace, se está destinado a morir. La niña no es más que la muerte, tan caprichosa como un infante, y que escoge sus víctimas al azar, y no por alguna razón en especial.
En general, toda la ideología de Los fantoches podría enmarcarse en la corriente filosófica del Existencialismo. Para los existencialistas, no hay más allá que la existencia, y ésta sólo es pasajera, en cualquier momento abandona la vida del cuerpo y, se acabó, tal como sienten los fantoches.
En conclusión, Los fantoches intenta dar una visión de la sociedad, cuyos miembros, cualquiera que fuera su actividad, están destinados a un final trágico, que sólo una niña caprichosa puede otorgar. ¿Y Dios? Sí existe, pero no escucha.
Teatro breve, de Carlos Solórzano, México, Lecturas Mexicanas, 1986. 118 pág. ISBN: 968-29-0986-4