Una pasada por la producción editorial guatemalteca


El año que está finalizando deja una buena producción de libros. Conforme pasan los años, cada vez hay más y mejores libros en nuestro paí­s, gracias a un buen impulso que realizan las editoriales estatales y privadas.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

En esta ocasión, quiero hacer un repaso, grosso modo, sobre la producción de este año. El objetivo no es mencionar todos los libros, porque imagino que se debieron de haber editado más de 1 mil 500 tí­tulos de todo tipo de temas, por lo que es imposible mencionar todos.

Por tal razón, me enfocaré sólo en los que se refieren a literatura propiamente dicha, y de éstos, tampoco podré enumerar todos, sino que sólo algunos ejemplos que llaman la atención.

En términos generales, la producción editorial posee buena salud; en adelante, faltará mejorar los esfuerzos en la distribución y comercialización de los libros, y proyección de los autores, tareas pendientes de las editoriales, pero -no hay que negarlo- hay algunas que van por muy buen camino.

La narrativa es el género literario que más se publica en el paí­s; escasamente, la poesí­a logra algunas cuantas publicaciones. También, en términos generales, la literatura encontró una especie de estancamiento en cuanto a la innovación temática, pero sobre todo de la técnica, ya que predomina la lí­nea tradicional en la novela, el cuento y la poesí­a; sin embargo, hay algunos ejemplos que buscan nuevos caminos.

POESíA

Pese a que la poesí­a es un género literario al cual naturalmente confluye la mayorí­a de escritores, éste no se refleja en la producción literaria. En el paí­s, más que todo la poesí­a fue publicada por escritores de ya larga trayectoria.

Cabe mencionar que la mayor parte de los libros de poesí­a publicados este año por editoriales guatemaltecas, se refieren más bien a reediciones. La que más destaca es la llamada «Antologí­a personal» de Marco Antonio Flores, publicada por el Fondo de Cultura Económica. Este libro recoge la selección de textos de todos los años de producción poética del Premio Nacional de Literatura 2006.

La edición de «Antologí­a personal» es muy buena. En este caso, la reedición de estas obras es incluso necesaria, ya que Marco Antonio Flores es conocido más que todo como narrador, aunque esta publicación del Fondo de Cultura Económica recuerda que también es muy buen poeta.

En otros casos, como mencioné, las reediciones fueron el común denominador de la mayorí­a de publicaciones de poesí­a, tales como «Asalto al cielo» de Francisco Morales Santos, publicado por Magna Terra Editories, o «Poesí­a prepóstuma» de Luis Eduardo Rivera, publicado por la Tipografí­a Nacional.

Aunque estas dos publicaciones salen a luz con un tí­tulo inédito, debe hacerse notar que son antologí­as de poemas ya publicados; sin embargo, esta aclaración no se hace en la portada del libro.

Cabe mencionar que hubo dos poetas consagradas que sí­ publicaron libros inéditos, como fue el caso de Luz Méndez de la Vega, con «Frágil como el amor» publicado por Artemis Edinter, e «Iracundae dea» de Margarita Carrera.

Otro poemario que merece la atención es «Los episodios del vagón de carga» de Manuel José Arce, publicado por Piedra Santa. Este libro es uno de los mejores de este autor, y uno de los más representativos de la década de los sesenta, pero hoy dí­a inaccesible, si no fuese por esta edición.

NOVELA

La novela es uno de los géneros preferidos para la publicación. Dentro del listado de obras publicadas este año, se encuentras varios tí­tulos que permanecí­an inéditos. Cabe agrupar las obras en dos categorí­as diferentes, cada una con dos opciones de clasificación.

La primera categorí­a serí­a en torno a la extensión de la novela; hay una clara tendencia a que los escritores jóvenes opten por la novela corta, mientras que autores con más añejamiento prefieran la novela extensa.

Una segunda categorí­a se refiere a la ubicación temporal del ambiente de la obra, en las cuales caben las opciones de novela histórica y la novela de temporalidad contemporánea. En estas categorí­as no hay tendencias, aunque quizá sea más común la primera opción.

En la primera categorí­a, sobre la extensión, se puede referir que escritores jóvenes, como Byron Quiñónez con «El perro en llamas» (Editorial Cultura), Ronald Flores con «La rebelión de los Zendales» (Piedra Santa) y Eduardo Juárez con «Retrato de borracho con paí­s» (Palo de Hormigo), optaron por extensiones de alrededor de cien páginas. En el caso de Flores, anteriormente ha publicado novelas más extensas, pero los otros dos éste es su primera publicación en este género.»

En cambio, con obras como «La montaña infinita» (Artemis Edinter) de Fernando González Davison y «El sueño de los justos» (Alfaguara) de Francisco Pérez de Antón, las obras sobrepasan las 300 páginas.

Quizá con temor a equivocarme, la extensión de la novela es un rasgo generacional. Una novela extensa se explica, tal vez, por la necesidad de la descripción minuciosa que poseen los narradores añejos. Mientras que un estilo corto, refleja la rapidez de la contemporaneidad, así­ como el centrarse en otro tipo de detalles de más acción.

De estas novelas, «La rebelión de los Zendales» de Flores, «La montaña infinita» de González y «El sueño de los justos» de Pérez, son históricas, porque versan sobre temas de la historia de Guatemala.

Los autores debieron de haber iniciado sus investigaciones para crear estos libros, buscando en los archivos históricos del paí­s. Esto evidencia una caracterí­sticas de nuestros tiempos: poco a poco le vamos perdiendo temor a nuestro pasado. La búsqueda en la historia era un derecho que estaba vedado durante los tiempos de guerra, por lo que no parecerí­a raro que empiecen a proliferar este tipo de novelas. Mientras que las otras dos novelas referidas se posiciones en temporalidades actuales y abordan temas y problemas contemporáneos.

CUENTO

En cuestión de cuentos, también hubo buenos ejemplos de tí­tulos inéditos, aunque la mayorí­a se trataba de reediciones.

Tal fue el caso de «Cuentos completos» de Dante Liano, publicado por la Tipografí­a Nacional, que consiste en la compilación de la obra narrativa breve de este autor, incluido algunos relatos inéditos.

En cuanto a la tendencia, la producción guatemalteca, sobre todo en cuento, continúa una tradición criollista del relato basado en historias pintorescas, en donde no deja de haber humor, un habla coloquial, personajes y paisajes «netamente chapines» y brevedad.

Como buen ejemplo de ello sobre sale la compilación de cuentos titulada «Romualdo» de Eduardo Villatoro, publicada por F&G Editores, con la cual, además, esta casa inició la Colección El Sombrerón, que -a juzgar por este tí­tulo inicial- se basará en continuar la tradición neocostumbrista y neocriollista.

Sin embargo, hay otros ejemplos de libros que están innovando, sobre todo en el género del cuento, que ofrece grandes posibilidades para ello.

El primero es el «Megadroide Morfo-99 contra el Samuray Maldito» de Julio Calvo, publicado por la Editorial Cultura.

í‰ste es un cuento, que ya habí­a sido premiado hace diez años y publicado en un medio escrito. Pero fue hasta este año que vio la luz en forma de libro.

La temática del cuento funde una historia de una batalla entre dos seres ultratecnológicos, que pueden modificar su forma. La lucha tiende al infinito, y en medio de esta lucha surgen ejemplos de la violencia en que está sumido el paí­s. Todo ello enlazado y narrado con gran maestrí­a.

Además de esta temática novedosa, la diagramación y edición de este libro tiende más a las necesidades actuales de los autores. En estos tiempos, en que la literatura busca nuevas formas de expresión, es casi imposible que los autores se puedan enmarcar en libros que contengan lí­nea tras lí­nea de caracteres. Julio Calvo logró romper con esta tendencia con su «Megadroide…»

Otra mención especial es para la compilación de cuentos «Sin casaca» de varios autores, compilado por Alan Mills. Este libro se basó en la interpretación de cada uno de los autores acerca de una historia que hayan escuchado en algún lado. Es decir, valoró la tradición oral y su codificación en clave estética. De ese libro, surgen algunos buenos ejemplos de tendencias innovadoras de la cuentí­stica actual.

TEATRO

El teatro -hasta donde yo sé- no mereció ninguna publicación. Ello puede ser explicado a través de la certeza de que el teatro actual en Guatemala está divorciado de la literatura. Anteriormente, el teatro se consideraba un género literario, ya que previo a su representación en escena pasaba por la escritura.

Sin embargo, a raí­z de las innovaciones de los directores a finales del siglo XIX, el teatro empezó a considerarse un arte por sí­ mismo, y se consideró literatura únicamente al texto escrito. Pero de éste a la puesta en práctica, podí­a haber una gran diferencia, ya que es común que los directores o los mismos actores impongan un rasgo personal.

En Guatemala, la mayorí­a del teatro se produce sin guión literario. Se produce, mejor dicho, con base en «chispazos» coyunturales -mas no en la improvisación-, y que buscan entretener y hacer reí­r a su público, a través de descargar cómicas en contra de figuras públicas o tradicionales del paí­s.

Me parece que ello puede explicar a grandes rasgos el por qué no se publican obras literarias nacionales de teatro.

PROSA

Los géneros literarios ya no se pueden enmarcar en narrativa, poesí­a y teatro. Los escritores necesitan mayor libertad para escribir, por lo que surgen otras formas.

Dentro de la crí­tica literaria, F&G Editores publicó un libro que podrí­a considerarse un valioso aporte para la crí­tica centroamericana: «Intersecciones y transgresiones: Propuesta para una historiografí­a literaria en Centroamérica» de varios autores. En él, se empiezan a resolver los problemas iniciales sobre qué es la literatura centroamericana -si es que esto existe-. La mayorí­a de crí­ticos que aportan en este libro, sin embargo, proceden de otras regiones, o bien son centroamericanos que se ejercitan en otros paí­ses fuera del istmo.

Es por ello que éste es un buen intento inicial, aunque debe continuar los esfuerzos por comprender la literatura centroamericana.

En la crónica, se publicó la reedición de «Fez, la andaluza», de Enrique Gómez Carrillo, cuya obra dejó de editarse por mucho tiempo en Guatemala, por lo que cada reedición de él es valiosa, puesto que nos acerca de nuevo a este autor fundamental para las letras nacionales.

Otro libro que merece la atención es el publicado por Magna Terra Editores, «Ir perdiendo» de Gloria Hernández, quien asegura en la portada del libro que se tratan de consejas. Es decir, la autora se vale del recurso de los consejos populares, y con base en ello va escribiendo este libro en prosa, que reflexiona sobre el tema de las pérdidas.

Otro libro en prosa que sobre sale es «Lecturas menores» de Javier Payeras, publicado por Editorial Cultura. En él, ofrece comentarios literarios en torno a obras escritas. El valor del libro es que nos acerca a otros tí­tulos que usualmente no se refieren ni se comentan, por lo que pasan como inadvertidos entre nuestros lectores.

Pero, sin duda, el libro en prosa que -por lo menos a mí­- llaman la atención, es «Los secretos de Adán y Eva, salsas, besos y otras delicias» de Ligia Garcí­a Garcí­a, edición de la autora impreso en la Tipografí­a Nacional.

Garcí­a ofrece una especie de diario í­ntimo, en donde va relatando su interioridad. Sin embargo, hay otro tipo de textos, que por su utilización, es innovador: recetas de cocina. Dentro de la literatura universal, el tema de la cocina ya habí­a sido utilizado, como en «Como agua para chocolate» de Laura Esquivel. Pero Garcí­a Garcí­a utiliza verdaderas recetas, e invita al lector a realizarlas.

No se trata de un libro de cocina comentado, sino más bien de una novela o diario í­ntimo, que se vale del recurso de las recetas de cocina, para expresar los sentimientos de la autora.

EFECTO FILGUA

Dentro de la revisión de los tí­tulos publicados este año, cabe mencionar que la mayor parte de la producción salió a la luz en los primeros meses del año. Esto -me imagino- para que pudieran ser promovidos en la Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua). La mayorí­a de editoriales y autores apuraron sus procesos a fin de que pudieran ser expuestos, incluso presentados, durante este evento.

Filgua era antes un evento bienal, pero a partir de este año será anual. Por eso, antes las editoriales aprovechaban el año «Filgua» para lanzar más libros. Habrí­a que evaluar si este efecto continuará, dado que habrá feria cada año.

Otro efecto que puede deberse a Filgua, es que cada vez más las editoriales, pero sobre todo los autores, comprenden la necesidad de adquirir el número ISBN para identificar a sus libros. í‰ste sirve para identificar al libro, no sólo en Guatemala, sino que en todo el mundo, y a través de él se puede comercializar, incluso ví­a Internet.

Sin embargo, habí­a cierta desinformación en cuanto a esto, por lo que algunos autores no se adherí­an a esto, pensado que era un gasto superfluo. Filgua ayudó en esto, ya que ésta organizado por los mismos editores que ofrecen el servicio de ISBN.

LISTA PERSONALíSIMA

En general, éstas fueron las tendencias de la producción editorial. Quiero decir tendencias, porque, como ya indiqué antes, serí­a imposible referirlos a todos, y si no mencioné algún libro, no habrá sido de mala fe.

Pero, a continuación, daré una lista, que, obviamente, es subjetiva, sobre los libros que más me gustaron.

En poesí­a, rescatarí­a «Antologí­a personal» de Marco Antonio Flores, y «Los episodios del vagón de carga» de Manuel José Arce, ya que, pese a ser reediciones, éstas son inaccesibles hoy dí­a. En el caso de Flores, él es más conocido como narrador, y poco se le ha valorado como poeta.

En la novela, me quedo con «El perro en llamas» de Byron Quiñónez, por su intento de introducir a la narrativa guatemalteca a nuevas tendencias, tal como es esta novela negra, en la que incluye problemas actuales, como sectas, narcotráfico, satanismo, entre otros.

En cuanto a cuento, «Megadroide?» de Julio Calvo, es el que más llama la atención, además de la compilación «Sin casaca».

Y, como referí­ antes, «Los secretos de Adán y Eva» de Ligia Garcí­a Garcí­a, por su utilización de recursos extraliterarios, como las recetas de cocina.