El milagro de los Andes


La gran cordillera de los Andes, en su lado colindante con Chile, mantuvo escondidos, por 72 dí­as,  a los 16 jóvenes que sobrevivieron el accidente de 1972.  FOTO LA HORA: archivo.

El 23 de diciembre de 1972, hace 36 años, terminaba una odisea para 16 jóvenes uruguayos tras sobrevivir por 72 dí­as en la cordillera de los Andes comiendo carne humana luego que se estrellara el avión en el que viajaban a Santiago de Chile.


El accidente conmovió a Uruguay y el mundo, pues los 16 jóvenes, que tení­an entre 18 y 25 años, sobrevivieron en terribles condiciones, resistiendo a la muerte, el frí­o, el miedo, los aludes, y el hambre, que suplieron comiendo carne humana.

«Hace 36 años, un dí­a como hoy, fuimos rescatados de los Andes», dice Pedro Algorta, uno de los sobrevivientes, en su blog www.survivorwalk.blogspot.com.

El 13 de octubre de 1972 el avión Fairchild F-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya que se dirigí­a a Santiago con 45 pasajeros, la mayorí­a estudiantes y jugadores de rugby, que iban a disputar un partido, se estrelló en la cordillera en medio de una fuerte tormenta.

Doce murieron en el accidente, y los otros 17 fueron pereciendo como consecuencia de sus heridas o de los aludes.

Al décimo dí­a se enteraron por una radio a transistor que se habí­a suspendido la búsqueda. Ante la nueva situación, la falta de alimentos y la certeza de que dependí­an de sí­ mismos, decidieron comer la carne de sus compañeros muertos.

Los rescatistas «estaban buscando cadáveres, no personas vivas. Y lo peor de todo, es que no sabí­an que los estábamos escuchando» por la radio, comentó Algorta.

«Eso querí­a decir que no nos iban a venir a buscar y que probablemente í­bamos a tener que estar mucho tiempo ahí­, sanos, fuertes, alimentarnos. Inclusive, si no nos vení­an a buscar, salir. Esto fue un punto de inflexión», agregó.

De hecho, los fueron a buscar sólo después de que dos de los sobrevivientes -Fernando Parrado y Roberto Canessa- caminaron durante 10 dí­as hacia el oeste, rumbo a Chile, escalando y atravesando sin equipo y con escaso alimento las cumbres para buscar ayuda. Lo increí­ble es que lo lograron.

El 21 de diciembre dieron con un arriero chileno, Sergio Catalán, en la zona de Los Maitenes, que buscó ayuda. Al dí­a siguiente, se rescató en helicóptero a parte de los sobrevivientes y el resto fue rescatado un dí­a después.

«El 22 de diciembre, cuando amaneció, salimos del avión para escuchar la radio (…) Escuchamos algo distinto, las radios comentaban que dos personas habí­an aparecido caminando en Los Maitenes y que decí­an ser sobrevivientes del avión caí­do en la montaña», rememora Algorta.

«Hasta el dí­a de hoy, se me pone la piel de gallina cuando pienso en ese momento. Acurrucados alrededor de una radio, éramos seres humanos que habí­an sido dados por perdidos 72 dí­as atrás, pero ahí­ estábamos, débiles y golpeados por el frí­o y las tormentas, con nuestros labios partidos por el frí­o y los dientes flojos por el escorbuto, algunos con sus piernas quebradas o ciegos por el reflejo del sol y rodeados de los restos de nuestros compañeros muertos», agrega.

La «tragedia» o «milagro» de los Andes es una historia cí­clica, que reaparece cada tanto en forma de libro (se han editado una decena y se acaba de publicar «La Sociedad de la nieve», de Pablo Vierci), documental, pelí­cula -«Alive» (1993), de Frank Marshall-, resistiendo los años y el olvido.

«Lo que pasa es que es una historia muy humana, es una historia de supervivencia, y a la gente le interesa porque se pregunta cómo hubiera actuado en esa situación», dijo Fernando Parrado tras la publicación de su libro «Milagro en los Andes», donde cuenta la peripecia en primera persona.

Para Parrado, ser un sobreviviente «no es nada, porque el dí­a que comprendes, no te afecta más».

«Eso querí­a decir que no nos iban a venir a buscar y que probablemente í­bamos a tener que estar mucho tiempo ahí­, sanos, fuertes, alimentarnos. Inclusive, si no nos vení­an a buscar, salir. Esto fue un punto de inflexión».

Pedro Algorta

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