No se necesita bajar los amansaburros para enterarse que transparencia es la calidad de poder ver a través de un cuerpo; que deja pasar la luz, que se adivina o vislumbra en qué consiste un plan, obra o realización. Si se quiere gobernar un país, dirigir una dependencia del Estado, una entidad autónoma del mismo o un negocio particular con plena credibilidad, se requiere que su administración sea transparente y esto no se logra solo con decirlo a través de campañas publicitarias, aunque sean multimillonarias o con que lo asegure el funcionario o ejecutivo a cargo del mismo, sino demostrarlo de principio a fin.
En relación a esta materia les cuento a mis pocos lectores, que cada vez que asisto a una actividad de trabajo o de distracción, más de alguna persona se me ha acercado a preguntarme ¿qué sabes de la tarjeta prepago, de la compra de 3 mil 500 autobuses nuevos para la ciudad capital, de la firma de un convenio entre la municipalidad para cobrar el pasaje del Transmetro, de que en estos momentos hay un montón de dizque empresarios transportistas en China y que ¡otra vez! se está manejando el gran problema que representa el transporte urbano colectivo, bajo el prisma de un negocio particular y no la prestación de un servicio público que debe administrarse, manejarse y convenirse con genuina transparencia para la ciudadanía?
La mayoría de veces he contestado como si fuera un funcionario público -no sé, tan solo me he enterado de lo poco que se ha publicado en diversos medios de comunicación social. Porque los asuntos que tanto le interesan a la población se siguen manejando de igual manera que antes, en voz baja, con carácter confidencial o sacando a relucir un chisme por aquí, otro por allá, una media respuesta o simplemente la lacónica: -a saber usté, no puedo decirle nada al respecto.
Todo ello es serio y grave para nuestra democracia, progreso y desarrollo. Es seguir queriendo tapar el sol con un dedo o como se dice corrientemente en buen chapín, es querer seguir viéndonos cara de babosos y vaya si no estamos cansados de tal cosa. El transporte colectivo de carácter urbano, interurbano o extraurbano o como quiera llamársele es un SERVICIO PíšBLICO que debe ser regulado por el Estado o por sus entidades descentralizadas o ¿no fue, ha sido y sigue siendo beneficiado por los tan ineficaces subsidios que no salen de ninguna otra parte más que de los bolsillos de los contribuyentes y que a la fecha no han servido para mejorar la calidad del mismo? No, hombre, ya es hora de dejar hacer los negocios del Estado tal como se hizo aquel de Guatel. La mejor receta que conozco se condensa en el refrán que dice: «El café se sirve caliente y el chocolate espeso».