El teatro de la controversia


Imagen ideal del teatro que está en controversia. FOTO LA HORA: Archivo.

Un teatro construido por el uruguayo Viñoly desata controversia en Gran Bretaña.


¿Es una catedral futurista, un buque imaginado por un artista surrealista o una ballena perdida en una ciudad inglesa? El teatro Curve, construido en Leicester (centro) por el uruguayo Rafael Viñoly, ha dado mucho que hablar y generado polémica en Gran Bretaña.

Muchos esperan con optimismo que el espectacular edificio de acero y vidrio, que fue inaugurado recientemente por la reina Isabel II, logrará inyectar un dinamismo cultural a esta ciudad del centro de Inglaterra que no se caracteriza precisamente por su vitalidad artí­stica.

El Curve «es una revolución en el mundo del teatro», escribió el crí­tico de The Guardian, Steve Rose, que dice que el edificio es la apuesta cultural más «cara», experimental», «sexy» y «arriesgada» en el Reino Unido en los últimos años.

El Curve «pone cabeza abajo» a los teatros tradicionales, que separan al público de los actores, escribió Rose, que estima que el diseño – abierto, transparente – hace que el edificio sea «un gran espectáculo permanente», ofreciendo «una nueva perspectiva en la magia del teatro».

El público, y los transeúntes que pasan enfrente pueden por ejemplo ver desde afuera lo que está pasando dentro del teatro en el cual, por medio de un botón, un auditorio se abre y se desliza en otro, uniéndose en un gigantesco espacio.

El Curve, que costó 61 millones de libras (100 millones de dólares, 77 millones de euros), más de lo doble de lo previsto (26 millones de libras), no sólo es espectacular sino que busca, mediante su arquitectura, atraer a un público que no suele asistir a espectáculos artí­sticos.

Para Paul Kerryson, el director artí­stico del teatro, el único que podí­a diseñarlo era Viñoly, que cuenta entre sus logros el Foro Internacional de Tokio, un inmenso complejo en forma de barco cubierto con dos mil láminas de cristal antiterremoto, que costó 1.500 millones de dólares.

«Para mí­, no cabí­a duda que el teatro debí­a ser diseñado por Viñoly, era el candidato ideal para este trabajo», afirma Kerryson, destacando el innovador trabajo del uruguayo, que nació en Montevideo en 1944 y que, tras estudiar en Buenos Aires, se ha radicado en Nueva York.

El teatro forma parte de un proyecto de regeneración de la ciudad, que es un caleidoscopio de comunidades étnicas. Según cifras oficiales, en el 2011, una mitad de la población de Leicester (unos 300.000 habitantes) provendrá de «minorí­as étnicas».

Viñoly – que construyó también el Kimmel Center for the Performing Arts, que es ahora la meca del arte y de la música en Filadelfia (este de EEUU)-, pasó un tiempo viviendo en el centro de Leicester, para compenetrarse con su diversidad cultural y soñar con un diseño que respondiera a la meta del teatro: fomentar la inclusión de las diferentes comunidades.

«Querí­amos un espacio accesible, en todo sentido. No querí­amos por ejemplo que la gente subiera gradas para acceder al teatro, querí­amos que estuviera en un nivel, que el teatro fuera inclusivo», explica el director.

El resultado es espectacular, pero polémico: el Curve lleva «el espacio teatral a un nuevo nivel», recalca the Daily Telegraph. Pero para el crí­tico de The Times, el edificio de Viñoly es «una gran caja transparente, un «artilugio» que «quita al teatro su misterio, su magia».

«Viñoly trata el teatro como una industria, y no como un arte», afirmó The Times, en cuanto que el diario the Independent saluda la arquitectura y la «sofisticación técnica» del Curve, que dice «reescribe el guión para diseño teatral».