Como tierra fecunda, así ha recibido tu vientre la semilla de la vida; tu esposo y tú pusieron lo biológicamente necesario y Dios bendijo el fruto de esa unión dándole un alma inmortal.
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Tu cuerpo comienza a tener cambios profundos; tu caminar es más lento y tienes mucho cuidado de no lastimarte, pues estás consciente de que dentro de ti está gestándose una persona.
Ni la más noble de las reinas se puede comparar contigo, mujer embarazada, a tu paso deberían extenderse lujosas alfombras de terciopelo, pues en ti se está realizando el milagro de la existencia.
Te preparas para ser madre y no sólo vigilas tu dieta alimenticia, sino que tratas de llenarte de optimismo; sabes que este estado anímico ayudará a la criatura que llevas en tu seno.
¡Que Dios bendiga a las mujeres prontas a ser madres!