En «Birdwatchers, la tierra de los hombres rojos», el italo-argentino Marco Bechis cuenta la vida de un grupo de guaraníes del Mato Grosso como rara vez el cine lo ha hecho con los indios: ni documental etnológico, ni evocación épica, ni exotismo, ni telón de fondo para aventuras de protagonistas blancos.
La película, que será estrenada el próximo miércoles en Francia, pocos días después de su estreno en Brasil, da el tono desde su primera escena: una lancha con turistas recorre un río selvático. En la orilla aparece un grupo de indios, con los cuerpos desnudos y pintados, que observa la lancha antes de lanzarle flechas.
Pero, no bien los turistas se pierden de vista, los indios se dirigen a la carretera, cambian los adornos de plumas por camisetas y vaqueros y pasan a cobrar el magro salario que por esa «aparición exótica» les paga el guía turístico.
Lejos de esa mirada de los blancos, que los observan como a pájaros exóticos, los personajes de Bechis nada tienen de estereotipos. Son personas reales de carne y hueso, con sus grandes y pequeños dramas, sus miserias, sus esperanzas, sus amores y su humor. La película cuenta la larga y penosa lucha por recuperar una tierra que antaño fue suya, las difíciles relaciones con los hacendados, la persistencia de la tradición ancestral pese a la aculturación en una región en el que las grandes plantaciones han hecho desaparecer los bosques.
Marco Bechis, de nacionalidad italiana, nacido en Chile y durante largo tiempo residente en Argentina, se dio a conocer como cineasta con «Garaje Olimpo», película sobre los centros de detención y tortura de los desaparecidos durante la dictadura argentina. «Garaje Olimpo» fue seleccionada en 1999 en el Festival de Cannes y obtuvo varios premios internacionales.
«Para alguien como yo, nacido en Chile, que ha vivido en Argentina y también algún tiempo en Brasil, la cuestión indígena es fundamental, pero ignorada por la educación que recibimos. La historia académica empieza con la conquista. Se habla muy poco de los indios antes, y muy poco de lo que ocurrió con ellos en los 500 años que siguieron a la conquista, o sea de los sobrevivientes de lo que fue un genocidio», explica el director en entrevista con la AFP.
«Yo quería hacer un filme sobre esa tragedia, pero no quería una película de época. Me preguntaba cuál era la contemporaneidad de aquel problema, qué sucede hoy con la cuestión indígena», agregó.
Después de viajar dos años por distintos países de América Latina, Bechis decidió filmar con los indios de Mato Grosso.
«Era interesante contar una historia en un lugar donde la selva desapareció hace 50 años, donde los indígenas no aparecen con plumas y los decorados habituales, pero mantienen interiormente una identidad fuerte», dijo, recalcando que encontró allí «una historia emblemática que encerraba toda la historia de la conquista».
Los actores son verdaderos indios kaiowa, pero éstos no interpretan sus propios roles, sino que realmente actúan encarnando a sus personajes.
Bechis organizó para ello un trabajo actoral de seis meses. «Aprendieron lo que es el cine, vieron secuencias de filmes sin diálogos para que aprendieran la potencia de un primer plano en silencio, tuvieron preparación con un director de teatro que ayudó a darles los instrumentos básicos de la expresión corporal», para ponerlos en condiciones de igualdad con los actores profesionales con los que iban a trabajar.
El trabajo fue facilitado por su «capacidad retórica, que viene de una cultura de tradición oral», precisa.
Ellos «aportaron también su propia experiencia a la veracidad de la ficción», puesto que algunos pertenecen a grupos que participaron en «retomadas» de tierras como la que se narra en la película.
Para documentarse, Marco Bechis trabajó también con la organización Survival, que milita por el reconocimiento del derecho de los indios a la propiedad de sus tierras tradicionales, «que les reconoce la Constitución brasileña», recalca el director.