Un gran tesoro


La sonrisa de mi madre es una rosa de ternura infinita, que abre sus pétalos de seda, para acariciarme, tiernamente, lo profundo de mi alma, cuando me acerco a saludarla con un beso en la mañana.

César Guzmán
cesarguzman@yahoo.com

Cuando ella sonrí­e, llena de felicidad, huyen de mi corazón la tristeza y el dolor, llenándose mi pecho con las tiernas notas de una sinfoní­a de amor.

La sonrisa de mi madre es un manantial fresco y cristalino, que se desliza, alegremente, por la pradera de la vida, y donde puedo refrescar mi frente preocupada, antes de seguir en mi camino.

Cuando ella sonrí­e con destello de piedad, se estremecen las fibras más profundas de mi espí­ritu, conmovidas por lo inmenso de su bondad.

Por eso le pido a Dios, que no adorne pronto su jardí­n con su presencia, para que pueda acompañarme todaví­a, muchos años, con su calor y su belleza.