La sonrisa de mi madre es una rosa de ternura infinita, que abre sus pétalos de seda, para acariciarme, tiernamente, lo profundo de mi alma, cuando me acerco a saludarla con un beso en la mañana.
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Cuando ella sonríe, llena de felicidad, huyen de mi corazón la tristeza y el dolor, llenándose mi pecho con las tiernas notas de una sinfonía de amor.
La sonrisa de mi madre es un manantial fresco y cristalino, que se desliza, alegremente, por la pradera de la vida, y donde puedo refrescar mi frente preocupada, antes de seguir en mi camino.
Cuando ella sonríe con destello de piedad, se estremecen las fibras más profundas de mi espíritu, conmovidas por lo inmenso de su bondad.
Por eso le pido a Dios, que no adorne pronto su jardín con su presencia, para que pueda acompañarme todavía, muchos años, con su calor y su belleza.