Nuestros deportados, II parte y final


La cantidad de divisas que inyectan y nutren a la economí­a local, proveniente de nuestros paisanos emigrados es de tal importancia, que de hecho las remesas se han constituido en la segunda mayor cifra de ingresos de dólares. Sin lugar a dudas, también este flujo de moneda extranjera es una importante y auténtica expresión de la informalidad de la economí­a local.

Walter del Cid

En una de cada tres familias hay una persona que emigró. Se estima que ya son más casi los dos millones, los guatemaltecos residentes en el extranjero. No hay forma de saberlo con exactitud pero, más de uno de cada tres enví­an remesas a sus familiares residentes aquí­.

El fenómeno migratorio cobró una dimensión inusual a partir de la agudización del conflicto armado interno. Una secuela de este desangramiento interno, sin lugar a dudas, derivó en una caótica y frágil situación económica. La precariedad nos ha rodeado quizás por demasiado tiempo. Pero lo importante a considerar es que la precariedad envolvente, no es producto de una escasez propia de la aridez de nuestros suelos o a la debilidad en la productividad de nuestra gente. Las limitaciones que nos rodean, la ausencia de oportunidades para una mayorí­a demasiado grande de nuestra población, han sido impuesta en pro del beneficio de unos pocos.

La presión que ha ejercido, también por mucho tiempo ya, la ausencia de oportunidades es una de las principales motivaciones que impulsa a nuestros paisanos a aventurarse en una sociedad cuya principal barrera lo constituye el idioma, luego sus costumbres y finalmente las normas que les rigen.

En el último quinquenio el endurecimiento de las restricciones migratorias ha impuesto nuevos desafí­os. Obstáculos aún más grandes de soslayar. La polí­tica restrictiva norteamericana en el orden migratorio es una de las más severas. Y este año la Unión Europea también incorporó su parte en el levanta muros que las sociedades «desarrolladas» han propiciado para «garantizar» su desenvolvimiento económico, sin la distorsión que les provoca una excesiva «mano de obra barata y no calificada».

Pero lo traumático de la vida de quien resulte retornado en condición de deportado se hace más complejo aún, pues al volver el entorno que le impulsó a marcharse sigue estando ahí­, con el agravio de que al haber perdido contacto con esa realidad durante un lapso, ésta no solo sigue siendo cruel, sino que ahora le es parcialmente ajena y agudiza su sufrimiento.

Con el retorno de nuestros deportados, nuestros paisanos se enfrentan a una especie de frustración continuada y acentuada. El incremento de la deportación ha significado mayores esfuerzos locales (allá) por expulsar a los indocumentados. Estas redadas han generado una suerte de auténticos sentimientos de acoso y persecución. Incertidumbre y temor. Pero aún así­, esta fuerza de trabajo realiza un aporte cada vez más significativo al desarrollo de la economí­a nacional.

Ha habido intentos por sistematizar el flujo de las remesas y orientarlas en unos cuantos sentidos. Ha habido intentos por incorporar tales recursos económicos a una formalidad que como contraparte aún le sigue negando oportunidades de desarrollo y oportunidades de una vida digna a demasiada paisanada. Ha habido intentos por seducir bajo nuevas promesas, la oportunidad de aglutinar tales nutrientes económicos. Pero no ha habido éxito.