En resumidas cuentas, el alto costo de vida, o sea la vida más cara cada día, semejan una despiadada soga que ahorca con fuerza gigantesca a la población. Impotencia en grado sumo define a los sectores, a unos mucho más, a otros un poco menos, enrolados de consiguiente en la larga lista de damnificados en demasía.
jddrojas@yahoo.com
El diagnóstico resulta aterrador por los cuatro costados, por cuanto la situación coloca de espaldas contra la pared a medio mundo. Solamente quienes poseen ingresos considerables tienen posibilidad de acceder a los satisfactores básicos de la existencia. Empero estos pueden contarse con los dedos de la mano, en verdad.
Los precios de cualquier cosa andan por las nubes, rumbo a otra galaxia. El famoso abanico que mencionan entendidos en la materia, ofrece variedad pero a un costo tremendo, capaz de hundirse en la desesperación, referente a productos, bienes y servicios. No son simples especulaciones, significan la realidad, monda y lironda.
Respecto a la canasta básica, de día en día mucho más alejada de obtener siquiera lo indispensable, aumentos desmedidos son responsables de mayor pobreza y exasperación. Hay que recordar que el estómago vacío provoca el descontento generalizado y es presa fácil del accionar con denuedo y valor de las revueltas de peligro.
Renglones diversos del mismo campo sacan a relucir, bajo escotilla, o dan el zarpazo y esconden la mano, desaforados incrementos en los precios. Vestuario, calzado, medicinas, abarrotes y en fin la de nunca acabar, elevan los precios como por arte de magia. Son aliados, industriales, comerciantes, intermediarios y minoristas.
Bienes de toda índole se disparan en el marco de la cotidianidad, alquileres de simples locales cuestan un ojo de la cara. No digamos puestos ubicados en centros comerciales en crecimiento, pese a la precariedad que abate duro y a la cabeza. Transacciones de bienes inmuebles constituyen ahora algo increíble.
Eso y mucho más sirven de trampolín, mismo que a la postre da los vigorosos golpes a ilusos y encandilados, incapaces de reconocer el estado de cosas imperante en nuestro país. Es común y corriente cómo todavía existen gentes deseosas de poner en práctica aquello de «pan para hoy, hambre para mañana» debido al consumismo.
Tocante a los servicios, malos e infuncionales, sin embargo, se les pasa la mano en las facturaciones de rigor; son las cuentas del Gran Capitán. Digan lo que digan en descargo, vemos aumentos solapados de Telgua y la Empresa Eléctrica, otrora, patrimonio de la Nación, cedido por Arzú.
Negros nubarrones sirven de marco el ambiente debilitado como resultas de la crisis financiera mundial, de resonancia potente en EE.UU. Tamaños colazos, acentuados cada vez vienen a repercutir en nuestra débiles economías vacilantes, a causa de dichos fenómenos económicos. Debemos estar preparados ante el futuro incierto.
A la luz del alto costo de la vida, tipo soga terrible que no deja santo parado, hay que aceptar el hecho innegable que tal situación desfavorable viene de lejos. Sucesivos gobiernos, como tampoco excepciones del caso han puesto su cuota fatídica sobre las espaldas molidas del colectivo.
El actual no es la excepción, que conste; al finalizar casi el primer año de su mandato no se ve claro. Medidas pertinentes orientadas a mejorar el interminable problema andan perdidas. Es urgente y necesario le entre en forma visible y cortoplacista, si tomamos en cuenta la gravedad del caso.