Oposición no renuncia a anular comicios


Representantes del Frente de Liberación Nacional Sandinista celebraron el pasado 21 de noviembre en Managua, luego de que el Consejo de la Suprema Corte dijera que ellos ejercen una influencia en más de los dos tercios en los resultados de las elecciones locales. La oposición alega fraude. Foto AFP Miguel Alvarez.

La oposición intenta hoy reanudar la labor del Congreso de Nicaragua, paralizado luego de que su presidente, el sandinista René Núñez, suspendiera las sesiones para frenar los intentos opositores de anular mediante una ley las cuestionadas elecciones municipales.


La oposición liberal, que denunció un «fraude» en los comicios del 9 de noviembre, planeaba presentar un proyecto para anular la votación, ganada oficialmente por el gobernante Frente Sandinista, lo que llevó a Núñez ayer a suspender indefinidamente las sesiones para cerrar el paso a esta iniciativa.

Los cinco miembros opositores de la directiva del Congreso (de un total de siete) pretenden reunirse hoy para convocar a una sesión que permita iniciar la discusión del proyecto de anulación, aunque no existe certeza de que tal propuesta sea finalmente aprobada por una mayorí­a de diputados.

«Estamos claros que vamos a dar una dura lucha» para anular las elecciones, dijo el jefe de la bancada liberal, Máximo Rodrí­guez, quien adelantó que el vicepresidente de la Asamblea Nacional, el también liberal Luis Callejas, encabezarí­a la reunión de la directiva del Congreso ante la negativa de su titular.

Aunque posee mayorí­a en el Parlamento, la oposición no tiene garantizados los 47 de 92 votos necesarios para iniciar el proceso de anulación de los comicios, pretensión que cuenta con apoyo de la mayorí­a de los nicaragí¼enses, según reveló una encuesta ayer.

La crisis post-electoral ha derivado en una pugna entre poderes del Estado que amenaza con paralizar las instituciones de uno de los paí­ses más pobres de América Latina, en medio de temores de la comunidad internacional de un retroceso al autoritarismo.

Este inédito conflicto alcanzarí­a también al poder judicial si debe intervenir para interpretar las facultades que la Constitución otorga a cada poder del Estado.

El presidente del Congreso argumentó que el poder legislativo carecí­a de atribuciones para anular los comicios, pues es una facultad que la Constitución entrega al Consejo Supremo Electoral (CSE), órgano autónomo que oficializó el triunfo del partido izquierdista del presidente Daniel Ortega.

«Quiero dejar claramente establecido que la Asamblea Nacional no tiene facultades para conocer, mucho menos decidir, en materia electoral», expresó Núñez.

Esta decisión se sumó a un decreto de Ortega que legitimó el viernes los resultados divulgados por el CSE, que dieron el triunfo a los sandinistas en 105 de las 146 alcaldí­as en juego.

El gobierno ha rechazado los cuestionamientos a los comicios y exige a la oposición que reconozca su derrota en las urnas, aunque el 53% de los nicaragí¼enses respalda la iniciativa de anular las elecciones, según una encuesta de M&R Consultores publicada por el diario La Prensa.

El 62,7% considera que los resultados de las elecciones no son «creí­bles» y otro 62,8% que la democracia ha sido «debilitada», según el sondeo.

La violencia desatada tras los comicios desapareció después de que hace una semana la oposición suspendiera las manifestaciones callejeras, pero arterias de Managua siguen ocupadas por piquetes de sandinistas que supuestamente rezan por la paz, conocidos popularmente como los «oradores».

La ONU, la OEA, la Unión Europea y Estados Unidos, además de una veintena de paí­ses y organizaciones de la Mesa de Cooperantes de Nicaragua, han criticado la falta de transparencia en la votación y no descartan presionar reduciendo su asistencia al paí­s.

Sin embargo, un dirigente sandinista descartó que la asistencia extranjera sea suspendida por las denuncias de fraude electoral.

«Cortarle la ayuda a Nicaragua, no es perjudicar a Daniel Ortega, eso hay que tenerlo claro; cortarle la ayuda a Nicaragua, no es perjudicar al gobierno (…), es un daño directo al pueblo nicaragí¼ense», dijo el dirigente sandinista Bayardo Arce, asesor económico del gobierno.

MANAGUA La silueta de Sandino


Una enorme silueta del general Augusto C. Sandino, visible desde toda Managua, domina la cima de la Loma de Tiscapa, pero los guerrilleros que alzaron sus banderas para derrocar al dictador Anastasio Somoza en 1979 ahora están divididos y, mientras unos defienden los resultados de los comicios municipales nicaragí¼enses, otros denuncian un fraude.

La Loma de Tiscapa tiene una ubicación estratégica en la capital, por lo que fue escogida como cuartel y hogar por Anastasio Somoza Garcí­a, quien fundó en los años 30, con apoyo norteamericano, una dictadura dinástica que someterí­a a Nicaragua durante cuatro décadas.

Todo en esta loma tiene historia, desde las mazmorras donde eran torturados los presos polí­ticos, hasta las barreras anticohetes levantadas tras un ataque guerrillero por Anastasio Somoza Debayle, hijo del fundador de la dinastí­a, meses antes de ser derrocado por los rebeldes del Frente Sandinista en 1979.

Un Parque Histórico Nacional existe ahora en la cima, con placas en memoria de ví­ctimas del somocismo, así­ como trofeos de guerra que conquistaron los sandinistas cuando tomaron el poder, entre ellos un pequeño tanque obsequiado a Somoza Garcí­a por el dictador fascista italiano Benito Mussolini.

Situada en el centro de Managua, la loma es el cráter de un volcán inactivo que tiene adentro una laguna rodeada de vegetación, donde los turistas pagan 15 dólares para practicar «canopy», que consiste en deslizarse por los aires a gran velocidad colgando desde una cuerda de acero y sujeto con un arnés.

El «canopy» también atrae a los nicaragí¼enses, entre ellos a Tomás Borge, fundador del Frente Sandinista y uno de los comandantes de la revolución, quien hace un tiempo quedó atascado a mitad de la cuerda y tuvo que ser rescatado.

En la entrada de una fortaleza subterránea de la odiada Guardia Nacional de los Somoza, se exhibe ahora una exposición sobre Sandino, que incluye fotos del legendario patriota nicaragí¼ense, descrito como el general de un «pequeño ejército loco» por la poetisa chilena Gabriela Mistral, premio Nobel de Literatura.

Pero a ocho meses de que cumplan 30 años de la caí­da de Somoza, los «hijos de Sandino» están peleados entre sí­ y el jefe del Frente Sandinista, el presidente Daniel Ortega, enfrenta crí­ticas de ex camaradas, incluidos algunos comandantes guerrilleros.

El poeta, sacerdote y ex ministro Ernesto Cardenal rompió con Ortega, mientras el cantautor Carlos Mejí­a Godoy, cuya música estimulaba a los guerrilleros del Frente, prohibió que el gobierno utilice sus canciones en su propaganda.

También abandonaron el Frente periodistas de los tiempos de la lucha contra Somoza y los «contras» apoyados por Washington, así­ como las comandantes guerrilleras Dora Marí­a Téllez y Mónica Baltodano, y el ex número dos del gobierno revolucionario sandinista de los años 80, Sergio Ramí­rez.

Algunos ex camaradas dicen que Ortega ahora ejerce un poder absoluto en el Frente, que antes tení­a un mando colegiado, y que lo guí­a un afán personal y no un proyecto polí­tico.

«Daniel no es de izquierda en absoluto, es un fundamentalista religioso que cree en cosas esotéricas y un enamorado del poder. Se cree iluminado», dijo Baltodano.

Todos estos sandinistas, los del gobierno y los de la oposición, siguen invocando a Sandino, quien fue asesinado por soldados de Somoza el 21 de febrero de 1934, tras ser detenido mientras cenaba en la Loma de Tiscapa en la casa del presidente Juan Bautista Sacasa (más tarde derrocado por Somoza).

En el Parque de la Loma de Tiscapa todaví­a quedan restos de la residencia de los Somoza, mientras las mazmorras de la Guardia Nacional ahora sirven como archivo de la policí­a.

Aunque los sandinistas trataron de derrumbar el búnker del ex dictador, fue imposible debido a la solidez de sus muros, por lo que la edificación sigue parcialmente en pie, muy cerca de la enorme silueta del Sandino, mudo testigo de la disputa polí­tica que hoy libran sus seguidores.