Las exhumaciones que se realizan en las comunidades afectadas por la violencia del Conflicto Armado Interno han permitido que cientos de víctimas consigan iniciar una nueva etapa en sus vidas tras conocer la verdad que había estado oculta durante décadas.
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La Fundación de Antropología Forense de Guatemala realiza exhumaciones en las comunidades afectadas por el Conflicto Armado Interno (CAI) -en su mayoría de grupos indígenas- donde ocurrieron los asesinatos colectivos perpetrados por las fuerzas de seguridad del Estado.
José Suasnávar, subdirector de esta organización, señala que el trabajo de doce años en las comunidades más golpeadas por la violencia ha dejado resultados positivos, en tanto que se ha conseguido sanar el dolor de varias comunidades. También reconoce que el reto de esclarecer los hechos aún no ha terminado y falta mucho por hacer para esclarecer las verdades que han permanecido ocultas.
-Pregunta: ¿Cómo surgió la Fundación de Antropología Forense en Guatemala?
-Respuesta: La entidad surgió como el Equipo de Antropología Forense de Guatemala en 1992; han pasado 16 años de estar trabajando con los familiares de víctimas del CAI, quienes en el año ´88 ya estaban participando de las exhumaciones con antropólogos extranjeros en Santa Cruz del Quiché.
-P: ¿Tuvieron vínculos con las experiencias de antropólogos extranjeros?
-R: Entonces ya se habían practicado exhumaciones en Argentina y en Chile, así que convocan a especialistas extranjeros para hacer algunas exhumaciones en el país. En 1992 inicia la exhumación escuela para crear el propio equipo guatemalteco, que al poco tiempo ya tiene una alta demanda de trabajo por la magnitud del CAI.
-P: ¿Cuál fue el primer objetivo del equipo de antropólogos guatemaltecos?
-R: Primero se busca evidenciar el daño causado contra del derecho fundamental de la vida y a la vez se quería empezar una lucha activa en contra de la impunidad. Además ayudó a acelerar las negociaciones de paz que se estaban dando entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca y el Gobierno de Guatemala.
-P: ¿Qué consecuencia tuvo el primer trabajo que hicieron con víctimas de la guerra?
-R: Los primeros resultados del trabajo consiguieron un fuerte impacto que evidenció las atrocidades que se habían cometido principalmente contra población civil -no de combatientes que hubieran quedado en un fuego cruzado-.
-P: ¿Qué significó la firma de la Paz para sus proyectos de exhumación?
-R: Después de la firma de la Paz, en 1996, inicia un periodo de búsqueda de la verdad, por tanto se establece la Comisión de Esclarecimiento Histórico que consigue recopilar miles de testimonios de los sobrevivientes de la guerra, pero además necesitaba tener evidencias físicas para sustentar el informe que estaban realizando.
-P: ¿Qué avances han conseguido desde los Acuerdos de Paz?
– R: Una de las recomendaciones fundamentales de la CEH es crear una política activa de exhumaciones, para entonces hacíamos entre 10 y 15 exhumaciones al año y quisimos tomar el reto para aumentar el número de casos, hasta atender hasta 50 anuales, y ahora tenemos la capacidad de estudiar hasta 200 casos. Sólo del CAI se han realizado 890 investigaciones y se han recuperado cerca de 5 mil osamentas desde el inicio de actividades.
-P: ¿Qué efectos tuvo en el contexto nacional?
-R: Nuestro trabajo ayuda a fortalecer el sistema de administración de justicia a partir de la información que contienen los peritajes que facilitamos a los fiscales, para que trabajen en los procesos penales contra los responsables de las violaciones a los derechos humanos, por otro lado se hace un reconocimiento social de los eventos que ocurrieron, especialmente de la relación que tienen los familiares de las víctimas con su propia comunidad o en su entorno, a quienes en la mayoría de veces se ha silenciado. La parte de castigo para los responsables de los delitos es una tarea pendiente en el país, pero creo que no pueden pasar más años de impunidad.
-P: ¿Qué reflejan los hallazgos de las exhumaciones?
-R: Con el trabajo de las exhumaciones ya nadie puede negar las masacres. Cuando empezábamos con esto todavía había un jefe de Estado, que dijo que nosotros estábamos sacando muertos del terremoto de 1976, pero está claro que el terremoto no deja balazos ni machetazos. Ahora ya nadie puede negar esta situación. La investigación de estas muertes no naturales ofrece la oportunidad de hacer visibles los crímenes de guerra.
-P: ¿Cuál es la reacción de las familias de las víctimas durante las exhumaciones?
-R: Son emociones muy fuertes. Sobre todo cuando se dan los reencuentros de los sobrevivientes con la verdad y la historia. La mayoría de casos los trabajamos con los descendientes de grupos mayas, y todos cobran sentido cuando uno entiende que la relación de los mayas con los muertos trasciende a la propia vida. Los muertos se manifiestan con los vivos a través de los efectos de la naturaleza, entonces cuando un muerto no ha sido bien enterrado o no se le ha despedido de acuerdo a la costumbre, se entiende que la relación entre el vivo y el muerto no se encuentra bien. La exhumación es una cuestión más trascendental que la propia osamenta que se encuentra. Es algo que sana y da tranquilidad, no los va a hacer menos pobres, no va a aliviar el hambre pero los ayuda a encontrar la paz.
-P: ¿Cuánto trabajo hace falta todavía para esclarecer el CAI?
-R: Han pasado 25 años de los momentos más fuertes del Conflicto y calculamos que en otros 8 o 10 años más podríamos trabajar este tema. Cuando uno se pone a ver la cantidad de muertos que dicen el CEH se da cuenta que es una cantidad grande.
José Suasnávar,
FAFG