«El Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia; su fin supremo es la realización del bien común»
(Art. 1, Constitución Política).
En los últimos meses, se ha venido observando el aumento del tránsito vehicular, pero quizás por exceso de trabajo las autoridades del tránsito no han reparado que muchas calles y avenidas carecen de las correspondientes señales para guiar ese exagerado movimiento que generan los diversos automotores.
En ese sentido, es preocupante cómo los pilotos automovilistas, hombres y mujeres, no utilizan las señales usuales para circular ni la cortesía para pasar carriles, semáforos o simplemente las principales arterias de la ciudad, asimismo, aunque se trate de vehículos último modelo, no emplean las luces para circular o cambiar vía; es más, ni usan las manos para tal efecto.
En consecuencia, las tragedias no se hacen esperar y los medios de comunicación social se encuentran llenos de noticias reportando variedad de colisiones tanto en la ciudad capital como de los departamentos de la República.
Por otra parte, en los lugares donde se sitúan los agentes de tránsito, se puede evidenciar que la mayoría de los automovilistas no les respetan y emplean bocinas para tratar de pasar los altos que éstos les hacen.
Habría que estudiar el comportamiento psicológico de los automovilistas en su mayoría violentos, y hasta valdría la pena, también, evaluar la presentación de los señores agentes que, en muchos casos, se salen de los requerimientos propios para guardianes del tránsito, por ejemplo no usan el atuendo normal de agentes de la autoridad, lo mismo puede afirmarse de su equipo y eso, podría ser causa de la mala atención que se puede notar en los conductores de vehículos. Ello, debería consultarse con expertos de la seguridad vial y psicólogos sociales.
Recordemos que, lamentablemente, la educación de la mayoría de guatemaltecos persiste en ser «autoritaria» y que por tal circunstancia, muchas personas están mal acostumbradas a que se les trate rudamente o se les castigue no importando su condición social.
No existe, en suma, una educación vial, ni normas de cortesía para poder conducirse correcta y ordenadamente las personas en la vía pública, sean peatones o automovilistas. Otro tanto podríamos señalar en el uso y entendimiento de los semáforos, pues desde hace más de una década se ha venido acostumbrando que tales aparatos regulen el paso de vehículos y no de peatones, esa circunstancia, sin duda, ha dado como resultado un desorden en la circulación de los diversos automovilistas y peatones que en muchos casos «torean» a los vehículos debido a la falta de «semáforos peatonales».
En ese sentido, las autoridades respectivas deberían analizar la conveniencia de un mayor control en los lugares en donde se encuentran inhalados los semáforos, a efecto de evitar la impunidad de todos aquellos pilotos automovilistas que suelen evadir las luces de los semáforos con el prurito de retar a los policías de tránsito, o, simplemente, presumir que pasan de primero.
Como bien dice el pensamiento que: evitar no es cobardía, resulta de especial importancia educar a la población y tantas molestias en calles y avenidas de nuestro país.
Por algo hay que comenzar y, la cortesía y urbanidad en la vía pública debe ser el termómetro que mida el avance cultural de todos y cada uno de los guatemaltecos.
En realidad, sin educación formal nuestro país no podrá progresar ya que el único medio de entendimiento humano es por medio de su propia formación intelectual.
En relación a las sanciones, especialmente la colocación de cepos en lugares prohibidos, en muchos casos se excede, pues en algunos lugares las señales rojas se han borrado y ello no es culpa de los pilotos automovilistas, sino de las autoridades de tránsito respectivas; lo que ocasiona otro rechazo de la población a esa clase de castigos.
Por lo tanto, es de urgencia nacional adoptar medidas de ordenamiento del transito vehicular, mejorar las señalización y formalizar programas de educación y urbanidad para conducirse en la vía pública tanto para pilotos automovilistas como de las propias autoridades encargadas de velar por que se cumplan las disposiciones de tránsito.