Después de mucho buscar, Efraín Bellato encontró una camisa exacta a su gusto; la seda era de la más fina, su diseño combinaba la elegancia y la sencillez, y era de una marca mundialmente famosa.
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Además, hacía juego con el traje completo y los zapatos de lujo que hacía unos minutos había comprado; ahora, su ya extenso guardarropas contaba con otras prendas de la más alta calidad.
Llegó a su casa y se probó el nuevo vestuario, el cual le gustó tanto que decidió irlo a lucir a alguno de los centros nocturnos más caros.
Pero, ya para salir, la conciencia le reprochó algo…
Entonces, le dejó un billete roto a su madre harapienta y a sus tres hermanos flacos, sucios y descalzos y luego se alejó.
LA CONCIENCIA NO SE CALLA CON LIMOSNAS.