El último gigante del pensamiento francés


Claude Casteran

Conocido en el mundo entero como el fundador de la antropologí­a moderna, el etnólogo Claude Lévi-Strauss, que cumplirá 100 años el 28 de noviembre, es el último gigante del pensamiento francés.


Filósofo de formación, pionero del estructuralismo que recorrió el mundo para comprenderlo y estudiar sus mitos, Lévi-Strauss obró por la rehabilitación del pensamiento primitivo, a veces con la mirada de un moralista.

«A caballo entre filosofí­a y ciencia (…), su obra es indisociable de una reflexión sobre nuestra sociedad y su funcionamiento. Tiene un enfoque ecológico, por adelantado, del mundo y de los individiuos», escribe su biógrafo, Denis Bertholet.

Claude Lévi-Strauss nació en Bruselas en noviembre de 1908, de padres judí­os franceses. En su juventud, militó en la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera). En 1931 obtuvo el tí­tulo de catedrático de filosofí­a. Nombrado profesor en la Universidad de Sao Paulo, se trasladó en 1935 a Brasilia donde dirigió varias misiones etnológicas en Mato Grosso y en Amazonia. Contó esa experiencia en su autobigrafí­a intelectual, «Tristes Trópicos» (1955), uno de los grandes libros del siglo XX.

De regreso a Parí­s en ví­speras de la Segunda Guerra Mundial, fue movilizado en 1939 y luego dado de baja por su origen judí­o. En 1941 se refugió en Estados Unidos, enseñó en Nueva York y conoció allí­ al lingí¼ista Roman Jakobson, que tuvo una gran influencia sobre él.

En 1949 asumió el cargo de subdirector del Museo del Hombre de Parí­s.

En 1959, ocupó la cátedra de antropologí­a social del Colegio de Francia, donde ejerció hasta su jubilación, en 1982. Doctor honoris causa por varias prestigiosas universidades (Oxford, Yale, Harvard, etc…), fue el primer etnólogo elegido miembro de la Academia Francesa (en 1973).

Entre sus principales obras figuran «Estructuras elementales del parentesco», «Antropologí­a estructural» I y II, en las que aplica al conjunto de los hechos humanos de naturaleza simbólica un método, el estructuralismo, que permite discernir formas invariables dentro de contenidos variables, y «El pensamiento salvaje».

En esta obra, editada en 1962, demuestra que no hay un verdadera diferencia entre el pensamiento primitivo y el nuestro. «No se trata del pensamiento de los salvajes sino del pensamiento salvaje. Es una forma que es atributo de toda la humanidad y que podemos encontrar en nosotros mismos, pero preferimos en general ir a buscarla en las sociedades exóticas», explicaba.

Es también autor de «Mitológicas», obra de la que el primero de sus cuatro tomos («Lo crudo y lo cocido») ilustra la oposición entre naturaleza y cultura. Lévi-Strauss sondeó profundamente las relaciones entre cocina y cultura.

Con su silueta delgada, su pelo blanco y su mirada clara y aguda, Claude Lévi-Strauss es intimidantemente tí­mido. Tiene a la vez una imponente presencia y una gran capacidad de escucha. Melómano y gran aficionado a la ópera, vive en Parí­s en un edificio discreto.

Poco preocupado por la posteridad, no ha escrito memorias, pero se sinceró con Didier Eribon en un libro-balance titulado «De cerca y de lejos».

«Cada uno de sus libros es un manual de pensamiento que fuerza a la inteligencia a abrirse, y una suerte de evangelio laico que ayuda a conmoverse ante la vida», escribió su amiga y especialista de su obra, la filósofa Catherine Clément.

En una de las escasas entrevistas que otorgó en los últimos años (en 2005), tras evocar su «deuda» con Brasil, afirmaba: «vamos hacia una civilización de escala mundial. En la que probablemente aparecerán diferencias, al menos hay que esperarlo (…). Estamos en un mundo al que yo ya no pertenezco. El que yo he conocido, el que he amado, tení­a 1.500 millones de habitantes. El mundo actual tiene 6.000 millones de humanos. Ya no es el mí­o».