De poca altura


El relajo, que no debate, en el Congreso de la República para la aprobación del Presupuesto General de la Nación viene a constituirse como una mancha más al tigre en el proceso de autodesprestigio del Organismo Legislativo porque muchos de los diputados incurren en prácticas que no son edificantes y que los retratan como patanes más que como polí­ticos competentes tratando de cumplir con su deber de acuerdo a su particular punto de vista.


Normalmente en cualquier parlamento del mundo cuando hay situaciones como ésta se recurre a prácticas que tienen la única finalidad de retardar la aprobación de alguna ley. Históricas son intervenciones de algunos diputados, senadores o parlamentarios que hablaron sin parar durante muchí­simas horas y hubo algún caso en el que el representante se puso a leer un libro en el ejercicio de su derecho a hablar ante el pleno.

Pero cuando se cae en el insulto, más que ofender al contrario se ofende a la opinión pública que ya está hasta la coronilla del papel que juega el Organismo Legislativo por su falta de coherencia. Convertir al Congreso en una especie de circo donde se expresan groserí­as de todo tipo no contribuye a mejorar la imagen que los guatemaltecos tenemos de nuestro poder legislativo y, al contrario, nos ratifica las carencias y debilidades.

Creemos que los patriotas están en su derecho de retrasar en el marco de la ley la aprobación del presupuesto y que el oficialismo y sus aliados están, a su vez, en el derecho de ejercer el poder de la mayorí­a para aprobarlo. Eso es parte del juego parlamentario en cualquier lugar del mundo y no debiera ser motivo de rechazo de ningún sector de la sociedad porque cabalmente para ello existen los parlamentos, donde se debaten ideas y se representan las aspiraciones de los pueblos.

Pero cuando se cae en el insulto, abriendo espacios para respuestas más groseras y chabacanas, evidentemente se ha traspasado la lí­nea de lo aceptable y normal. Y es que hay desesperación en uno y otro lado, porque los opositores no pueden sino retrasar lo inevitable y los oficialistas y compañí­a no logran avanzar en la aprobación y el plazo fatal se va aproximando. Pero esa desesperación no justifica ciertas actitudes de quienes recurren a la descalificación baja del contrario.

Lo que los ciudadanos nos merecemos es un debate sobre los rubros que consigna el Presupuesto, no sobre las cuestiones personales aun en los casos en que son retratadas con chispazos que obligan a esbozar una sonrisa, pero que en el fondo no son la parte conducente en cuanto a lo que el paí­s necesita.