La Isla de Pascua en exposición


Los atractivos, cientí­ficos y artí­sticos, de la Isla de Pascua serán expuestos en Parí­s.


Los habitantes de la Isla de Pascua «no eran imbéciles» que provocaron la desertificación de su isla sino, por el contrario, «un gran pueblo» ví­ctima de un desastre ecológico natural, según una exposición cientí­fica y artí­stica que se inaugura mañana en Parí­s.

Michel y Catherine Orliac, cientí­ficos del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Cientí­ficas), que trabajan desde 1988 sobre Polinesia y la isla de Pascua, son los comisarios de la exposición «Rapa Nui, la isla de Pascua», organizada en el «Espace Fondation EDF» de Parí­s.

El objetivo de esta muestra es presentar sus investigaciones y, sobre todo, «mostrar la grandeza de ese pueblo», afirman.

La exposición, muy didáctica y con carteles explicativos, ví­deos y pelí­culas, permite admirar objetos de arte, estatuas, tabletas de escritura y dibujos de Pierre Loti.

Reúne «por vez primera todo lo más bello sobre la isla de Pascua que poseen las colecciones públicas francesas y algunas privadas», afirman.

«Rapa Nui, la isla de Pascua», se propone asimismo refutar las hipótesis defendidas por el geógrafo Jared Diamond o el astrónomo Hubert Reeves.

Según éstos, los nativos de esa isla chilena en el océano Pací­fico causaron su propia pérdida cortando todos los árboles de la isla para transportar los «moai», sus famosas estatuas monumentales, y de esta forma provocaron la desertificación.

Los habitantes de la isla era «gentes excepcionales y de ninguna manera imbéciles que aserrucharon la rama en la que estaban sentados», afirman los cientí­ficos franceses.

En su opinión «ocurrió algo brutal hacia 1650, un periodo de sequí­a más o menos largo que hizo desaparecer la vegetación». Los Orliac estudiaron 12 mil carbones sacados de hornos culinarios. Antes de esa fecha, habí­a 23 especies de árboles. Después sólo seis, y los habitantes quemaban sobre todo hierba.

Análisis de corales de Nueva Caledonia realizados por otros cientí­ficos demuestran también que hubo variaciones de temperatura y una sequí­a entre 1600 y 1650, quizá ligadas al fenómeno El Niño.

En cuanto a la hipótesis del hundimiento social a raí­z de «hombres que peleaban y se devoraban entre ellos, no tenemos ninguna prueba», recalca Michel Orliac.

Al contrario, los rapanui, el gentilicio de los habitantes de la isla, concentran el saber polinesio en todas las técnicas, las ciencia de los astros, el conocimiento de los vegetales, y son los únicos de la región que tení­an un sistema de escritura, sostienen los cientí­ficos.

Fueron «los mayores navegantes de los que se tenga conocimiento», agregan.

Para poblar Rapa Nui, «la isla habitada de la tierra que se encuentra más alejada de toda otra tierra habitada», debieron navegar contra viento y marea. Llegar a ella «fue una verdadera hazaña», cuentan los cientí­ficos franceses.

Tras la catástrofe, «hubo adaptaciones, era un pueblo muy inventivo». Encontraron soluciones para hacer crecer las plantas, protegidas por pequeños muros circulares o por piedras. Sus dioses les fallaron y ellos inventaron una nueva forma de deidad, explican.

La exposición, que permite comprender la vida cotidiana, las estructuras sociales y las creencias de los rapanui, está ilustrada por fotos encargadas especialmente a la fotógrafa Micheline Pelletier.