La ONU bajo bóveda marina y galáctica


El artista español Miquel Barceló posa debajo del Cuarto XX, de la ONU en Suiza, una obra que tuvo un costo de 23 millones de dólares (foto: Fabrice Coffrini, AFP)

Gracias al pintor español Miquel Barceló, la sala renovada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, que hoy inaugurarán el Rey de España y el secretario general de la ONU, luce ahora una bóveda a la vez rupestre, marina y galáctica.


«Este espacio es un poco de ciencia ficción. Es como un Consejo Intergaláctico, con gentes e idiomas muy diferentes, con opiniones tan opuestas», explica el artista mallorquí­n.

A pocas horas de la inauguración de la obra por el rey Juan Carlos I de España y por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, el artista suspira. «Falta algo de luz. Cada vez me doy cuenta. Mire aquí­ y allá», dice señalando puntos de una cúpula cubierta por 35 mil kg de pintura en forma de estalactitas de colores y agujeros negros.

El artista señala que la sala está orientada de sur a norte, lugar donde se sienta la presidencia. «Querí­a que desde la puerta se viera casi todo blanco, o gris o verde (…) y que desde la presidencia al norte se viera una intensidad máxima de colores», en tonos ocres, amarillos y rojos.

«Por supuesto tiene que ver con las cuevas marinas de Mallorca», reconoce el artista recordando su isla natal, en el archipiélago mediterráneo de las Baleares.

Y cuando el visitante se preocupa por la solidez de la obra, Barceló se muestra tranquilizador.

La pintura no corre riesgo de desprenderse, «a pesar de que algunos en la ONU me dijeron que querrí­an que las estalactitas fuesen a caer muy especí­ficamente sobre ciertas cabezas» de los diplomáticos que forman el Consejo de Derechos Humanos, bromea.

«Ha sido técnicamente un gran desafí­o. Hemos trabajado con grandes conservadores para garantizar la solidez y la perennidad de los pigmentos», explica el pintor, que trabajó en el proyecto durante un año en su taller y posteriormente 13 meses en la cúpula de la ONU en Ginebra.

Para proyectar la pintura sobre la bóveda, el pintor, protegido con un mono de trabajo y un máscara antigás, tuvo que inventar nuevas técnicas, utilizando una especie de cañón de pintura.

«Habí­a previsto desde el principio trabajar así­, pero si no hubiese funcionado no tení­a un plan B. Realmente no sé qué habrí­a hecho», confiesa Miquel Barceló.

«Tuve grandes dificultades al principio: me costó asumir el tamaño de este espacio enorme. Ya habí­a utilizado esta técnica sobre lienzos, pero tuve que reinventarla para cambiar totalmente la escala», explica.

El resultado es una obra «que cambia según el lugar desde donde se mira. Es en sí­ un sí­mbolo del multilateralismo» que preside los debates del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, afirma el artista.

La renovación total de la que ahora se llamará «Sala de los Derechos Humanos y de la Alianza de Civilizaciones» habrá costado algo más de 20 millones de euros (25 millones de dólares), financiados por la fundación ONUART con una participación del 60% por parte de grandes empresas españolas, como Repsol, Telefónica y el banco Santander.

El origen del 40% de los fondos públicos, procedentes parcialmente del presupuesto de ayuda al desarrollo, ha hecho estallar una gran polémica en España. «Los polí­ticos hacen su trabajo», dice Barceló, que se niega a precisar el montante de sus honorarios.

El Palacio de las Naciones en Ginebra, construido entre 1929 y 1938, fue la sede de la Sociedad de Naciones y tras la Segunda Guerra Mundial pasó a ser la sede europea de la ONU.

Barceló, Premio Prí­ncipe de Asturias de las Artes en 2003 y uno de los principales exponentes del arte contemporáneo, decoró recientemente la Capilla del Santí­simo de la catedral de Palma de Mallorca, una de las más destacadas del gótico en el Mediterráneo.

«Este espacio es un poco de ciencia ficción. Es como un Consejo Intergaláctico, con gentes e idiomas muy diferentes, con opiniones tan opuestas».

Miquel Barceló