El gigante ruso del gas Gazprom refuerza su papel clave como abastecedor en Europa, pero al mismo tiempo preocupa por su eventual utilización por el Kremlin como «arma política», tras el nombramiento entre sus dirigentes de un ex oficial del KGB (los servicios secretos soviéticos).
El martes pasado, Gazprom suscribió un acuerdo «histórico» con su homólogo italiano Eni, válido hasta 2035, que le permitirá vender directamente su gas en Italia.
Con ello refuerza su papel de proveedor indispensable para los países europeos, actualmente dependientes en un 26% del gas de Gazprom.
Pero al margen de este tipo de contratos, Gazprom no ha logrado aún concretar sus proyectos de adquisición de sociedades europeas del sector, debido a los recelos que suscita el gigantesco grupo semipúblico ruso.
Además, Rusia sigue negándose a suscribir la Carta de Energía de la Unión Europea (UE), tal como reiteradamente le exhortan los países de la UE.
Ello daría más seguridad y garantizaría el suministro energético de Rusia a Europa, pero Moscú rechaza firmar ya que dicha Carta sin duda cuestionaría el monopolio que Gazprom tiene en la distribución del gas.
En ese contexto, el nombramiento esta semana de un ex oficial de la KGB, Valeri Golubel, como vicepresidente de Gazprom, avivó sospechas de que este grupo se convierte cada vez más en un arma política del presidente ruso Vladimir Putin (también ex espía del KGB), para presionar a los Estados clientes, desde Europa a las ex repúblicas soviéticas.
«Un ex KGB», «colega de Putin», escribieron los diarios rusos, que consideran que el nombramiento de Golubel permitió la salida de su predecesor en el cargo, Alexander Riazanov, considerado demasiado «independiente».
«Hay nombramientos de tipo político en todos los países, pero no en semejantes proporciones», aseguró el director de la sociedad de consulting East European Gas Analysis, Mijail Korchemkin, en el diario económico RBK.
Si se leen las biografías de los 17 miembros de la dirección de Gazprom en su sitio Internet, se descubre que tres son ex miembros de los servicios secretos.
«Bajo Putin se ha vuelto a imponer un sistema centralizador, con un Kremlin que lo controla todo, incluso la economía», explicó la socióloga Olga Krychtanovskaia, directora del Centro de Estudio de Elites de la Academia de Ciencias.
«Ese control no es a 100% como en la época soviética, pero sí se aplica a los grandes grupos considerados estratégicos, como Gazprom o Rosneft (petrolera). El nombramiento de sus dirigentes, aunque no sean del KGB, debe ser aprobado por un ’Politburó’, como en la época soviética», añade.
El proyecto de gasoducto noreuropeo entre Rusia y Alemania, por el Mar Báltico, en el que Gazprom tiene mayoría, suscita recelos en Suecia: no sólo por sus riesgos ecológicos, sino también por temores de que Rusia pueda desarrollar actividades de espionaje en la zona.
El gasoducto, que recorrerá 1.200 km en el Báltico y atravesará unos 500 km de zona económica sueca en este mar, incluye la construcción de una plataforma de mantenimiento a medio camino, al noreste de la isla sueca de Gotland.
El proyecto, virulentamente criticado por Polonia y los países bálticos, ha despertado los viejos demonios de la Guerra Fría.
«Tendremos un ’pipeline’ que va a motivar una presencia de la marina rusa en nuestra zona económica y que los rusos pueden utilizar, si lo desean, con fines de espionaje. Evidentemente, hay un problema», afirmó el ministro sueco de Defensa, Mikael Odenberg, citado por el diario Le Monde.