Don Juan Tenorio o la construcción occidental del género masculino


Vanessa Núñez Handal

La leyenda literaria de Don Juan Tenorio provee a nuestra sociedad de un icono cultural que perdura hasta nuestros dí­as: el donjuanismo. Un Don Juan inescrupuloso y perverso, pero a su vez atrapado en su angustia y su amor por Doña Inés.


Don Juan -la figura más ambigua que nos haya legado la leyenda occidental a propósito de la sexualidad masculina? muestra un erotismo desbocado, acompañado de cierta inhabilidad para el intercambio sentimental, por lo que personifica una búsqueda abstracta de un ideal irrepresentable. Cada mujer conquistada no es para él un triunfo, sino una estación hacia el verdadero objetivo: la belleza misma. Y es por ello que la búsqueda se vuelve no sólo agotadora e imposible, sino también angustiante.

La angustia de Don Juan viene dada al saberse atrapado por los estereotipos. La famosa frase que Simone de Beauvoir expresara en su obra «El Segundo Sexo» desde una perspectiva feminista: «Uno no nace, sino que se convierte en mujer», termina en este caso por ser aplicable al género masculino. El donjuanismo no es entonces más que una forma excedida de dar un género al cuerpo, alejándose del opuesto: la mujer, que de acuerdo a la cultura occidental patriarcal se identifica con la muerte, lo irracional y la castración.

Don Juan ?arrastrado por los ideales prevalecientes en su época, muchos de los cuales aún tienen vigencia en nuestra sociedad machista? busca definirse como hombre, adoptando las pautas de conducta establecidas para el comportamiento masculino. Pero no le basta su simple adopción, sino que además las exagera y potencia hasta lí­mites irracionales, imposibilitándose para el intercambio afectivo que en algún momento su interioridad demanda.

Don Juan no actúa entonces sobre la base de sus propios impulsos psicológicos, sino más bien compelido por todo un sistema social y cultural que en un inicio lo aplaude e induce a realizar esa búsqueda constante y frustrante, y que al final le vence y aleja de sus verdaderos deseos.

El mito de Don Juan ?exacerbado hasta ahora como el ideal varonil? debe ser comprendido, a la luz de las nuevas teorí­as de género, como un indicio de los temores masculinos con relación a la pérdida de los limites respecto de lo femenino, y no como una descripción de lo que deben ser los hombres y las mujeres. Don Juan no pretende a la mujer, sino volverse un hombre a través de su posesión. La posesión de las mujeres bellas, más no de la belleza, es su interpretación cultural del ser masculino.

Tarde busca Don Juan abandonar un sistema que ya lo condena y que le impide dar un giro a su vida. Lo que antes fue aplaudido en él, hoy lo sentencia a vagar sin rumbo.

Vemos entonces que Don Juan, más que ser un í­cono de la masculinidad occidental, es tan sólo una ví­ctima de los estereotipos culturales y sexuales que la cultura impone, misma que nos obliga ?tanto a hombre como a mujeres? a adoptar pautas de conducta preestablecidas, que nos condenan a la angustia o a algo peor: la locura colectiva.