Mario Alfredo Ubico Calderón
Una de las advocaciones de la Virgen María más arraigadas en el pueblo de Guatemala es la de Nuestra Señora del Rosario. Prácticamente, desde el inicio de la dominación hispánica de estas tierras, fue una realidad la presencia de religiosos franciscanos, mercedarios y dominicos, cada uno de los cuales tuvo en las advocaciones de N. S. de Concepción, N. S. de La Merced o Esclavitud y N. S. del Rosario, respectivamente, un infalible patronazgo que pasó al pueblo creyente. En efecto, cofradías tempranas en la capital del reino dedicadas a N. S. del Rosario son mencionadas por el cronista dominico fray Antonio de Remesal, en funciones para mediados del siglo XVI; de allí en adelante, cobraría auge el culto a la Virgen del Rosario, no sólo en curatos servidos por dominicos, sino en muchos otros, las más de las veces alejados de la urbe.
En la capital del reino, sin duda, el lugar más importante que desarrolló una notable actividad devocional en torno a N. S. del Rosario, fue el templo dominico; en dicho recinto, coexistieron tres importantes imágenes: 1) N. S. del Rosario «La Antigua», una de las primeras imágenes que hubo en Guatemala de la Virgen del Rosario, tuvo una capilla propia y en lugar preeminente dado que se hallaba junto a la sacristía; 2) en otra capilla, situada en el cuerpo del templo, se hallaba la imagen de N. S. del Rosario «de plata» llamada también «de españoles», imagen que hoy día se encuentra en el altar mayor del templo dominico de la Nueva Guatemala; y 3) en otra capilla, situada debajo del campanario N. S. del Rosario de Morenos, la cual era objeto de culto por personas de color. Existía una imagen más y era N. S. del Rosario de «Indios», que se hallaba en una capilla externa al templo dominico, y cuyo culto era muy importante y fue destacado por el mencionado Remesal.
Hubo otros recintos religiosos en la capital del reino, donde tuvo lugar especial devoción a N. S. del Rosario; entre ellos, los templos parroquiales de San Sebastián, N. S. de Candelaria y N. S. de los Remedios; en todos hubo cofradías, que, durante muchos años, dedicaron con esmero a rendir culto a N. S. del Rosario llegando a contar con bellas obras escultóricas, entre ellas la imagen de N. S. del Rosario, que otrora ocupaba un lugar preeminente en templo parroquial de San Sebastián, obra escultórica que -luego de la ruina de 1773- pasó al templo mercedario antigí¼eño y hoy día se encuentra en una capilla situada en medio de la nave norte. Otro templo de especial significación por la imagen de N. S. del Rosario, era la ermita de Santa Cruz, situada al oriente de la ciudad, río Pensativo de por medio; en ese lugar existía, cuando menos desde mediados del siglo XVII, una imagen de N. S. de gran belleza, la cual era objeto de especial culto, al grado que muchas personas declaraban en testamento que dejaban bienes a la imagen. Por ejemplo, fue el caso de doña Francisca de Salazar, quien otorgó testamento por poder dado a sus hermanos ante el escribano don Luis Marín el 26 de diciembre de 1658, y fue su deseo dejar 12 pesos a N. S. de Santa Cruz; por su lado, doña Catalina Gutiérrez, quien otorgó testamento ante el escribano Miguel Cuellar el 17 de marzo de 1663, dejó un velo para la: «ymagen de nuestra Señora del Rosario de los Iglesia del varrio de Santa Cruz…»; de igual modo hizo doña Catalina Ramírez, quien, por vía de testamento otorgado el 22 de julio de 1669 ante el escribano Diego Valenzuela, tuvo entre sus deseos el siguiente: «…Yten mando se le den de limosna a la Virgen Santísima del Rosario de Santa Cruz de esta dha ciudad cinco pesos y un tapete qe sirva en su capilla…». Otro tanto sucedió con doña Petrona Bernal, quien ante el escribano Antonio Zavaleta testó el 3 de abril de 1685 y dejó a N. S. unas pulseras de corales. Esta imagen, pues, estuvo alojada en su ermita hasta la ruina de 1773, siendo trasladada hasta 1784 a la Nueva Guatemala, figurando entre los bienes del templo parroquial de Los Remedios de la nueva urbe a lo largo de los siglos XIX y parte del XX.
En la capital del reino, la devoción a N. S del Rosario de la ermita de Santa Cruz, era actividad importante a lo largo del año; lo anterior se desprende de lo mencionado en el testamento de don Mathias de Berganza, quien lo otorgó el 26 de octubre de 1711 ante el escribano Juan Ulloa; don Mathias poseía entre sus bienes varias imágenes, menos una, que él indica taxativamente, así: «?menos una hechura de bulto de nuestra Señora del Rosario de Santa Cruz que esta pertenece a la hermandad del rezado que sale de la capilla de nuestra Señora las festividades y sábados de la iglesia de Santa Cruz?», lo anterior evidencia que existía en Santa Cruz dos imágenes, la titular y otra que era usada en las procesiones. En 1780, se tiene un inventario de los bienes de la ermita de Santa Cruz, hecho por el religioso don Joaquín Albares, cura rector de Los Remedios, donde pertenecía este templo filial; allí se consignó «?el retablo mayor, en el qual está la ymagen de Ntra Sra del Rosario en su peana de plata con rayos de los mismo sobredorados, en su trono con respaldo de espejos, y su bidriera de tres rostros, con su corona de plata sobredorada la que también tiene el Niño de dicha ymagen?». En poblados cercanos a la capital del reino, igualmente hubo devoción a N. S. del Rosario; tal es el caso de San Felipe, lugar donde había una imagen de Virgen con esta advocación y una cofradía muy activa.
En otros muchos pueblos existieron igualmente cofradías e imágenes dedicadas a N. S. del Rosario; merece mención especial Managua, poblado situado en la Costa Sur de Guatemala, donde había una singular imagen que era objeto de especial culto, al grado que muchas personas dejaban bienes a la cofradía e imagen, como en el testamento de doña María de Charles, fechado a 12 de febrero de 1687, ante el escribano Antonio de Zabaleta, dejó a N. S. «? unos zarcillos de oro guarnecidos de esmeraldas?» Este pequeño templo fue durante muchos años meta de peregrinos que llegaban allí para rendir culto a N. S. en su advocación de Virgen del Rosario.
Al occidente de la Costa Sur, específicamente en el pueblo de Mazatenango hacia 1679, se tiene una especial devoción a N. S. del Rosario, por lo que en ese importante poblado de la Alcaldía Mayor de Zapotitlán existían dos cofradías dedicadas a la Virgen del Rosario, una de españoles y otra de indígenas, ambas muy dedicadas a sus actividades piadosas y con muchos devotos; es así como en poblados grandes y pequeños el culto a N. S. del Rosario se extendió por todo el Reino de Guatemala.
En el altiplano central, hubo muchos poblados que tuvieron imágenes y devoción a N. S. del Rosario, entre ellos, se encuentra San Raymundo, lugar cercano a la capital del reino, donde se conoce que, para 1740, se intencionaba dorar su retablo, y para lo cual don Joseph Ponce de León, en su testamento fechado para el 19 de febrero de dicho año otorgado ante el escribano Antonio González, dejó 300 pesos con esa intención. Otro lugar importante es Mixco, pueblo antiguo de numerosa y devota población, tuvo desde temprana época singular culto a la Virgen del Rosario; ello se infiere de lo vertido por el religioso viajero Tomás Gage, quién estuvo en Guatemala hacia el primer cuarto del siglo XVII, al hablar del cumplimiento de asistir a misa hace ver que los españoles: «?van las más de las veces a misa a los pueblos de los indios, y particularmente a Mixco, donde los españoles han establecido una rica cofradía de Nuestra Señora del Rosario, y los negros otra?». Adicionalmente, se sabe, gracias a la información vertida en el codicilo de Juan Borrayo, otorgado ante el escribano Esteban Dávila en 1657, que don Juan dejó algún dinero para la obra de la capilla de la Virgen del Rosario existente en dicho asentamiento. Se cree que era para la imagen de los españoles. Hoy día, existe en el templo dos imágenes de Virgen del Rosario que recuerdan esa dualidad, una de ellas es llamada de «Morenos», obra escultórica de gran belleza.
En el altiplano occidental del reino de Guatemala, fueron varios los poblados que tuvieron activas organizaciones dedicadas a venerar a la Virgen del Rosario; baste señalar aquí la información vertida en la visita pastoral del obispo don Fray Mauro de Larreategui, parte de la cual está incluida en el trabajo de M. Ruz y otros titulado «Memoria Eclesial de Guatemala», en el cual aparece para 1707 una hermandad de N. S. Del Rosario en el pueblo de Santa Catalina Ixtahuacán, anexo perteneciente, en aquel entonces, al curato de San Miguel Totonicapán.
En el Altiplano oriental guatemalteco, en la jurisdicción del antiguo Corregimiento de Chiquimula de la Sierra, se hallaba el pueblo de Jalapa, donde existió, desde principios del siglo XVIII, una cofradía de Virgen del Rosario, como aparece reportada en los libros de bautismos de 1699 a 1722 durante la visita pastoral del arzobispo Juan Bautista ílvarez de Toledo acaecida en 1716. Otro tanto sucedió en 1738, durante la visita del obispo Pedro Pardo de Figueroa, que se repitió en 1740, aunque no figura esta cofradía; sin embargo, la siguiente visita, llevada a cabo por el arzobispo Figueredo y Victoria en 1754, de nuevo la menciona, situación que debe interpretarse como una realidad en la cual momentos de florecimiento alternaban con otros de decaimiento. A pesar de todo, la persistente actividad devocional permitió que muchas de esas cofradías subsistieran a lo largo de muchos años y en condiciones adversas.