No es corriente que en una derrota encuentre uno la lección más importante pero exactamente eso es lo que hemos visto luego de las elecciones de Estados Unidos, en las que tras ser derrotado en forma aplastante, el senador John McCain adoptó una postura edificante que debe ser ejemplo para muchos, pero especialmente para sus mismos compatriotas que aún siguen viendo en Obama a un peligro para el país.
En efecto, el discurso de McCain en la noche del martes no tiene muchos antecedentes, sobre todo en países como el nuestro donde pocas veces se ve que los antagonismos de campaña terminen el día de las elecciones y que se anteponga el interés nacional a los intereses y pasiones políticas. McCain dijo estar dispuesto a trabajar por «su presidente», refiriéndose a Obama, en la tarea de sacar adelante al país de la crisis actual y en la defensa ante eventuales riesgos. La masa de sus seguidores no estuvo a la altura de las circunstancias porque demostraron que puede más en ellos la baja pasión y el instinto torpe y obtuso que la razón.
Cierto es, y hay que decirlo, que esas bajas pasiones fueron encendidas y alentadas no sólo por el mismo McCain que cayó en los embrujos seductores de los expertos en campañas negras y difamatorias, sino también por su compañera de fórmula que se encargó de buena parte del trabajo sucio al atacar a los demócratas. Y claro está que no se puede recoger en un discurso todo el odio sembrado a lo largo de tantos meses de diatriba, pero al menos McCain volvió a ser el mismo que antaño se había ganado el respeto de los norteamericanos inteligentes que lo veían como un político honesto que anteponía la decencia a sus ambiciones.
Hoy en día la sociedad de Estados Unidos está más dividida que nunca, puesto que si bien el triunfo de Obama fue arrollador en términos de votos electorales, en voto popular la diferencia fue de seis puntos porcentuales y casi todos los que votaron por los republicanos son parte de ese contingente poco ilustrado, irracionalmente fanatizado, que ve en el nuevo presidente no sólo a un terrorista sino que a un comunista contra el que hay que trabajar intensamente, como se ve ya en las páginas de blogs de Internet desde las que lo atacan furibundamente. ¿Será suficiente la mesura de McCain para frenar el odio sembrado? El tiempo nos dará la respuesta.