El fenómeno Rí­os Montt


Yvonne Aguilar

Siempre he deseado realizar un estudio, multidisciplinario por supuesto, por medio del cual se explique, para la historia pasada, presente y futura: el fenómeno Rí­os Montt en Guatemala: 36 años de dolor. Es innegable que este hombre se edificó e instaló en nuestra historia de una manera que vale la pena estudiar, analizar, comprender, desde la frí­a objetividad del estudio. Algunas pinceladas que se me ocurren en este momento en el cual, este deforme ente de la historia de Guatemala una vez más logra salir flagrante, inclusive de la justicia internacional, son:

Capta la simpatí­a ciudadana, en la imagen del militar mandón al que está condicionado nuestro pueblo y el abrigo de un partido de algún renombre en el pasado, la Democracia Cristiana. La maldición de los fraudes que se tendí­a entonces sobre nosotros, viene casuí­sticamente a favorecerle, cuando recibe, a cambio de no brincar ni alborotar el atol, el beneficio (dádiva de oro) de irse a España con su prole, lo cual, evidentemente favoreció, no sólo su formación, sino también la de lo suyos, ¡ah privilegios aquellos de las castas!

Retorna convertido en mesí­as, salvador de la moral y bandera del evangelismo, en el contexto de un conflicto armado en pleno auge. Aquí­ viene un detalle importante: Otra forma de dominación de las masas por parte de los gringos: la religión. í‰l es quien logra que Guatemala pase (en el marco de la libertad de cultos que proclama nuestra Constitución) a contar en la actualidad con casi la mitad de la población perteneciente a iglesias evangélicas. De la misma manera que se asesinaba a miles de personas, se les inculcaba a los que quedaban vivos, el cielo de los justos y el temor a lo divino encarnado en él. Por eso, cuando gana Portillo, muchos se preguntan por qué, por qué en casi todo el paí­s… Es claro, si arrasó las tierras, si quemó las viviendas, si violó a mujeres y mató niños, ancianos y hombres y al mismo tiempo mantení­a un discurso soberbio, endiosado, las personas prefirieron abrirle puertas y ventanas antes de morir bajo su furia. Somos una sociedad que vive en el miedo. í‰l solamente ha cosechado los frutos de eso.

Así­, en el plano polí­tico, como jefe golpista, como lí­der mesiánico, don Efraí­n empieza a ejercer diversos dominios en el aparato estatal: «Ejecutivo, Legislativo, Judicial, previendo, con mucha visión (por qué no aceptarlo) su futuro, el de su familia y el de su iglesia. Hace más dinero y genera más fuentes para él y sus aliados para proveerse de él. Con el perdón de El Padrino (que es una de las mejores pelí­culas que he visto), este hombre procede así­: Un favor aquí­, hoy, una devolucioncita mañana, dentro de uno o diez años, quizá más grande que el favor. Hemos visto cómo ha hecho las protecciones: personas clave en puestos estratégicos; personas que se favorecen bajo el auspicio de la más absoluta corrupción y que han montado millonarias fortunas, etc. Esto es sólo lo que se ve, lo que hoy lo mantiene incólume en su pedestal de ignominia, ignorancia, payasismo y orgullo. Lo que no se ha visto es lo que probablemente se teje alrededor de su mona hija, para quien, por ahora, logró una agamenónica alianza: una quinta boda con un republicano (ingenuo el pobre gringo, dirí­a yo…), y sus elegantes vacaciones eternas en el Congreso de la República. Ya hemos visto lo que se tejió para su hijo: impunidad de los hechos que se le ha acusado.

Otro elemento: Rí­os Montt no ha podido, ¡eso si que no! Hacer alianzas con el CACIF. Eso es de razonamiento elemental. El CACIF no necesita favores de ese criminal endemoniado, no porque sea criminal ni por que sea endemoniado, sino porque el poder cuando se tiene, se tiene, y el poder económico de este paí­s, lo tienen ellos. Ese fue el permanente berrinche de Portillo, cuando poní­a en su boca sapos y tempestades contra «los ricos», remedando a su papá Efraí­n.

En el marco legal, por lo visto, no hay Corte, ni moro ni cristiano, ni legalista propio o ajeno que se le plante. La de Constitucionalidad, en recientes fechas, se ha reí­do de todos nosotros, porque hizo lo que el General necesitaba. La actual Corte que juzgó su caso por genocidio no pudo con los subterfugios de su beneficiado hijo putativo, el Abogado Palomo (cuya esposa apadrinada es congresista). Sus hijos, nietos, amigos, amigas, se rí­en mucho con él, de todos los guatemaltecos. Hasta nos han agredido en algo de lo más preciado que tenemos: nuestra Premio Nobel. Así­, una risa que trasciende al pasado y que (sólo Dios nos libre) por lo visto se escucha a futuro se cierne sobre Guatemala. El Señor ese, no cabe duda, no vive en paz, no morirá en paz, pero hace lo que quiere, menos, como lo dije una vez, ir a El Salvador, Honduras, México… ¡un pasito de más y lo agarra la justicia española!